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Elecciones en el BID: 5 ideas para entender una derrota regional histórica

Con una sólida mayoría consagrada con el 66,8% de los votos del directorio, por primera vez desde su creación en el año 1958, el Banco Interamericano de Desarrollo tendrá un representante de los Estados Unidos en la presidencia. Detalles y reflexiones, en esta nota. 

Elecciones en el BID: 5 ideas para entender una derrota regional histórica
Mauricio Claver Carone presidirá el Banco | Foto: Reuters

Con una (llamativa) intensa cobertura de los medios nacionales, en buena medida para aprovechar lo que se decretó como un “traspié diplomático” por parte de la administración Fernández,  finalmente se concretó lo anticipado por la Argentina con su decisión de abstenerse en la votación para elegir al nuevo Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone. 

A partir de una sólida mayoría consagrada con el 66,8% de los votos del Directorio, por primera vez desde su creación en el año 1958 el BID no será conducido por un latinoamericano y en cambio tomará posesión quien hasta entonces fuera asesor de Asuntos para el Hemisferio Occidental en la Casa Blanca.

El tránsito histórico del BID y su relevancia situada; los cortocircuitos previos y efectivos de la elección que culminó con el arribo de Claver-Carone como quinto presidente a cargo; el perfil del representante de la administración Trump; la política exterior de Fernández y las perspectivas regionales a futuro, en esta nota.

1El Banco Interamericano de Desarrollo

El Banco Interamericano de Desarrollo

En un tránsito histórico que se remonta hacia el año 1959, el BID se presenta en la actualidad como la principal fuente de financiamiento para el desarrollo social e institucional de América Latina y el Caribe a partir de préstamos, donaciones, asistencia técnica e investigaciones de campo. 

Con cerca de 12.000 millones de dólares anuales en materia de préstamos, la organización está integrada por un total de 47 miembros, de los cuales 26 forman parte de la región (en adición a Canadá y los Estados Unidos), en tanto otros 19 son socios no regionales (como China o la Unión Europea). 

Con una calificación internacional crediticia de AAA mas no sin las tensiones propias a cualquier relación económico-financiera, desde el BID se aprueban préstamos para financiar proyectos que no prestan tamañanos tan colosales como los del Banco Mundial ni así las condiciones de asignación del gasto como los del Fondo Monetario Internacional.

En esto, el peso específico reside en que suelen pagarse tasas más bajas con posibilidad de refinanciamiento a largo plazo, sin generar un impacto político sobre los países y el manejo de sus políticas económicas.

Del pleno de herramientas crediticias, el principal tipo de préstamo brindado por el BID es el de garantía soberana, que implica la oferta de financiamiento a los gobiernos y a las instituciones controladas por el Gobierno para apoyar el desarrollo y proyectos sociales.

Figuran además aquellos préstamos sin esta garantía, en los que el Banco ofrece financiamiento para proyectos del sector privado que contribuyan al desarrollo de la región.

Dentro de la composición accionaria del Banco, en la actualidad y desde siempre Latinoamérica y el Caribe dispone del 50,015% de los votos. Por su parte, el 49,985% se reparte entre los Estados Unidos con el 30%, Canadá con un 4%, Japón 5% y España e Italia que disponen del 1,9%, respectivamente.

Pero en verdad el eje de la discusión actual opera a partir de la lógica de gobernanza del BID y sus implicancias a futuro en un escenario post pandémico por demás complejo.

Lo cierto es que de manera pactada pero no legal se dispuso que América Latina mantenga la presidencia del Banco (algo formalizado desde lo discursivo por Eisenhower en 1959 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas) y una pequeña mayoría del capital, en tanto se coordinó que Estados Unidos preserve la vicepresidencia y algunos vetos informales sobre cómo se maneja el banco. 

Osea que desde su fundación la tradición no escrita era que el Presidente debía seleccionarse entre los candidatos presentados por los 26 países de América Latina, en tanto se presupone son los únicos posibles beneficiarios de los préstamos en cuestión.

Sin embargo, la redireccionada doctrina de América First promovida por la administración Trump, de momento centrada en la República Popular China como mecha electoral, posibilitada a su vez por la indecisión (y desunión) regional, rompió la tradición que para el año pasado festejaba nada menos que seis décadas. 

2Una derrota latinoamericana

Una derrota latinoamericana

El Presidente del BID es elegido por la Asamblea de Gobernadores para ejercer funciones durante un periodo de cinco años. Con cuatro presidentes en su haber (Felipe Herrera; Antonio Ortiz Mena; Enrique Iglesias y Luís Moreno), el pasado 27 de julio la secretaría abrió el proceso de propuesta de candidaturas. 

Prontamente el Gobierno de Estados Unidos postuló a Mauricio Claver-Carone, algo que, como fuera advertido pero no canalizado, generó rechazos por no respetar la tradición del BID, así como por el factor electoral en el horizonte.  

Con este antecedente es que la República Argentina comenzó una estrategia algo contradictoria en su génesis y evidenciada en su falta de resultados: Por un lado, planteó en numerosas ocasiones la necesidad de posponer las elecciones hasta pasadas las homólogas en los Estados Unidos, al tiempo que en simultáneo, mantuvo hasta último momento la búsqueda de instalar la candidatura de Gustavo Béliz como representante regional, algo que, tras evidenciar el diezmado apoyo, finalmente no se oficializó.

Como fisura de la primera alternativa, conforme al paso del tiempo y ante la imposibilidad de lograr los consensos necesarios, comenzó a contemplarse el no dar quórum, lo que a diferencia de la postergación que requiere un 50% de los votos, necesitaba alcanzar un 25,01% de voluntades. 

A la luz de los hechos todos los objetivos fracasaron. En primera medida porque más allá de las intenciones de la Argentina, la candidatura promovida por Trump nunca dejó de contar con el sistemático apoyo de una región que indiferente a la tradición histórica solidificó el apoyo sobre Claver-Caron.

Estratégicamente el error parece haber estado en desconocer o pretender revertir esta realidad. Profundizar la figura de Béliz para luego intentar con igual (falta de) suerte aplazar la votación con la falta de quórum, es en última instancia un síntoma.

El verdadero problema parece residir en la erosión, ya no solo institucional y programática de organismos como la UNASUR o la CELAC, sino también de la naturalización plena de las tendencias presidencialistas que refieren los gobiernos de turno, así como la imposibilidad desde esa lógica de generar compromisos incluso en instancias mínimas, aunque necesarias, si la intención de reflotar algo parecido al ideario bolivariano continúa vigente. 

3Mauricio Claver-Carone

Mauricio Claver-Carone

Claver-Carone tomará posesión del BID con el antecedente directo de haber sido el responsable de la política de Trump en la región, lo cual entre otros destacados tiene una sostenida línea dura de acción contra Venezuela y Cuba, puntos referidos en su blog “Capitol Hill Cubans”, desde donde criticó con dureza el proceso de acercamiento entre Washington y La Habana durante la administración Obama. 

Promotor de la Organización de los Estados Americanos (OEA) como caja de resonancia política regional, abogado de profesión e integrante del lobby anticastrista republicano, previo a su arribo al BID también se desempeñó como asesor del Departamento del Tesoro bajo la gestión de Bush hijo.

Director para el Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional, fue designado por Trump para integrar el equipo que desde el Departamento del Tesoro y en conjunto al Departamento de Comercio, evalúa la aplicación o flexibilización del bloqueo y las eventuales sanciones a quienes lo incumplan, a través de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC).

En su historial reciente, quien asumirá funciones el 1° de octubre, fue Director ejecutivo interino de los Estados Unidos ante el Fondo Monetario Internacional, cargo desde el cual apoyó el préstamo de 57.000 millones de dólares que la Argentina percibió durante la gestión Macri. 

La fallida gestión del gobierno de Fernández fue percibida con una inusual falta de diplomacia y total violencia desde la lectura de Claver-Carone quien entre otras afirmaciones consideró, no sin mala intención, que el país era "un actor subversivo" que estaba "secuestrando al BID". 

Como recopila Tokatlian, ese enfoque representó una desligitimación sobre la figura del próximo presidente del organismo financiero, aunque al mismo tiempo permitió evidenciar los temores sobre su figura, la de un representante antojadizo, unilateral y con una perspectiva antagónica a la cooperación, en tanto más cercana a la de alguien que considera puede operar como un patrón financiero en la región.

4Fernández y la espuma de la ola rosa

Fernández y la espuma de la ola rosa

Desde su arribo a la CasaRosada, Fernández sostiene que en la búsqueda de integrarnos de manera inteligente a la globalización, América Latina es percibida como un “hogar común”, aunque tratando en ello de sobreponerse a las sintonías políticas post ola rosa y planteando la siempre deuda pendiente de construir cadenas de valor y profundizar el comercio intrarregional. Plural y global.

En este sentido, el Presidente parece decidido a la tarea de “reconstruir la unidad latinoamericana”, pero ya no solo desde la variable política, lejana y casi antagónica, sino desde el necesario aprovechamiento integral de las economías.

Esta última idea se asocia con experiencias como las de la UNASUR, la cual si bien continúa en un estado de parálisis pleno fue el síntoma más palpable de una etapa donde la región se pensó desde el entendimiento de la integración a partir de una multiplicidad de agendas que buscan trascender lo esencialmente económico-comercial.

El último ensayo de la “Patria grande” entonces responde a la denominada década progresista u ola rosa que transitó América Latina.

Fue en este período, cercano en el tiempo pero lejano en lo político, que países como Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Uruguay, entre otros, consolidaron un proceso iniciado sobre comienzos de siglo y que tuvo primero en la Comunidad Suramericana de Naciones y luego en UNASUR, su pico más alto (así como el inicio de su proceso de descenso).

Sin embargo, la realidad marca su propio pulso y la fallida facultad de generar consensos en una candidatura para el BID exhibe lo que la llegada de Macri en el 2015 marcó en la región. En los movimientos pendulares que la región atraviesa desde siempre, la recomposición neoliberal imperante parece decidida a intensificar, sin una motivación lógica o visible, los patrones que dieron forma a la década de 1990, desconociendo así no sólo una correcta apreciación de la coyuntura internacional, sino también el rol que allí podría desempeñar y beneficiar a la región.

Si la OEA es bajo la figura de Luis Almagro, desde hace años el síntoma más concreto de la “grieta regional”, la llegada de Claver-Carone al BID acerca y refuerza a este último a los intereses de Washington y aleja, un poco más, las pretensiones de la actual administración argentina. 

Apuntan con justa razón Malamud y Actis que el interés de Donald Trump por nombrar a un estadounidense en el Banco Interamericano de Desarrollo no nos coloca en el papel de potencia estratégica sino de víctima estratégica.

5Perspectivas a futuro

Perspectivas a futuro

En un escenario actual de incertidumbre plena, la pandemia del coronavirus admite ver con claridad una certeza regional: exhibe, sin expectativas honestas o viables, la falta de coordinación multidimensional que Latinoamerica ha sabido construir.

Tanto en materia de financiamiento como de articulación, estas premisas quedan de momento amenazadas con el éxito diplomático de Trump de condicionar, desde la presidencia del BID, la provisión de créditos y buscar limitar la expansión de China en América Latina, en particular en el terreno de los proyectos de infraestructura, energía y tecnología. 

Nuevamente Tokatlian apunta que en un contexto signado por la crisis del multilateralismo que atraviesa el mundo; la crisis socio ecológica y climática que tiene un impacto particularmente grave en Latinoamérica y las repercusiones económicas, sociales y en materia de salud que está generando la pandemia del Covid-19, la transición en la presidencia del BID resulta clave para el futuro de la región.

La pérdida de la presidencia es, en efecto, una derrota regional histórica, sintomática de la debilidad política y la división ideológica latinoamericana, algo que ante las inevitables consecuencias de la pandemia deberá ser resuelto ya no (una vez más) bajo la expectativa e inacción de lo que pueda ocurrir en un proceso electoral coyuntural, sino desde las necesidades que la historia acumuló, el presente exhibe y la pandemia acentuará. 

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