En términos de actividad económica, y con la gran caída de 2,6% que tuvimos en 2018, hay una disminución de 1,6% del producto si comparamos con el comienzo de su mandato.

Un dato interesante es que desde el lapso 2001-2002 el país no sufría dos años seguidos de caída del producto, lo que desde el oficialismo se presenta como necesario para los cambios estructurales necesarios para el país. Quiénes en el aparato productivo van a sobrevivir la debacle es la gran pregunta que se abre. 

En términos de inflación, si bien se había desacelerado en el 2017, en este punto es relevante no lo que pasó hace tanto sino el que hay que mirar más cerca. 

La dinámica que forma el incremento sostenido de precios hace muy relevante tener en cuenta que venimos de un año que cerró con 47,6%. El valor más alto desde 1991. 

Si bien se había reducido desde octubre en enero se volvió a acelerar, llegando a 2,9%. Las estimaciones para febrero rondan el 4% lo que complica el escenario para el año electoral.

Durante 2016 y 2017 Argentina fue el país que más se endeudó dentro del grupo de las economías emergentes del mundo. Las inversiones escasearon pero hubo lluvia de préstamos. 

Las malas lecturas sobre el escenario internacional y la falta de una política de desarrollo nacional desembocaron en un 2018 recesivo. Las corridas cambiarias trajeron al escenario la posibilidad de un default y rápidamente el gobierno salió a pedir fondos al prestamista de última instancia: el FMI. 

Esta maniobra tranquilizaría a los mercados pero tras el primer acuerdo la incertidumbre no cesó y una nueva corrida cambiaria tuvo como resultado la renegociación con el organismo internacional. Firmamos el mayor préstamo emitido por este organismo internacional en su historia.

Más allá de la evidente estrategia electoral de no usar los datos del último año para compensarlo con los años anteriores, el problema es que más allá de una especie de balance sobre la gestión hasta ahora no quedó claro cual será el plan económico para llegar a octubre. 

La frágil estabilidad del dólar, cerca de los $40, se mantiene con una tasa de interés del 50% pero que esta dispuesta a incrementarse con tal de mantener la tan preciada pax cambiaria. 

Los efectos recesivos de una tasa tan alta están a la vista y las políticas para contrarestar esto siguen sin presentarse.