El fútbol femenino ya no será lo mismo
Si hubo un deporte que rompió todos los esquemas fue el fútbol femenino. La primera grieta que empezó a romper la pared se formó en enero, cuando a Macarena Sánchez le dijeron que ya no iba a ser tenida en cuenta en UAI Urquiza. Entonces, la delantera se cargó al hombro una lucha que acumulaba el peso de varios años: la profesionalización de la disciplina. Tantos dolores de espalda -y otros dolores-, finalmente tuvieron su premio con la firma de los primeros contratos en los equipos de la máxima categoría y la primera edición del torneo profesional en la Argentina.
Otra de las rajaduras la provocó la Selección Argentina, que puso al fútbol femenino nacional en los ojos de quienes jamás lo habían visto. Fue en el Mundial de Francia, con un empate ante Japón que significó sumar el primer punto de la historia en una Copa del Mundo. Luego, una ajustada derrota ante Inglaterra y una heróica remontada ante Escocia (iban perdiendo 3 a 0 y terminaron 3-3), que generó una ilusión -finalmente frustrada- de clasificar a octavos de final.
A pesar de un conflicto interno entre plantel y cuerpo técnico que derivó en la renuncia de algunas referentes del seleccionado y empañó el fervor de aquellos días, Argentina viajó entonada a los Juegos Panamericanos de Lima y se llevó una medalla de plata colgada del cuello. Algo que tampoco había vivido nunca.