El número de casos confirmados de coronavirus en Estados Unidos superó los 3 millones el martes, según un recuento de la agencia Reuters, evidenciando el rebrote subido en las últimas semanas y avivando el temor por una potencial saturación del sistema sanitario nacional. 

De esta manera, el país se afianza como el que mayor número conocido de casos y muertes por COVID-19 en el mundo presenta. De igual manera, más de 130.000 norteamericanos han muerto a causa de la enfermedad, un número que, según advierten los expertos, probablemente aumentará tras los recientes picos de casos en muchos estados.

En los primeros siete días de julio, 18 estados han reportado aumentos récord de nuevos casos de coronavirus. 

Sólo en Texas, el número de pacientes hospitalizados más que se duplicó en sólo dos semanas.

El alcalde demócrata de Austin advirtió durante el fin de semana que los hospitales de su ciudad podrían copar su capacidad en dos semanas y quedarse sin camas en la unidad de cuidados intensivos (UCI) en 10 días. En Arizona, cerca del 90% de las camas de la UCI están llenas.

El incremento en cuestión tiene lugar a pocos días de las celebraciones del 4 de julio fecha en la que a partir del discurso del Día de la Independencia en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump afirmó que el 99% de los casos de coronavirus en el país eran "totalmente inofensivos".

Si tomamos los datos oficiales entre Estados Unidos (3.097.084) y China (83.572, algo que para el caso de la República Popular presenta dudas, por caso Argentina para el día de hoy lo superará en casos), Estados Unidos tiene 37 veces la cantidad de infectados que este último. 

La ley CARES en duda

La Ley CARES, la legislación de rescate económico de 2.000 millones de dólares firmada por el presidente Trump el 27 de marzo último y programada para finalizar el 31 de julio de momento no encuentra ratificación legislativa. 

El proyecto de ley autorizó el gasto de cientos de miles de millones en beneficios de desempleo ampliados y controles de estímulo para apoyar a los millones de trabajadores que perdieron sus empleos una vez que comenzaron los bloqueos pandémicos. 

El resultado fue que los estadounidenses de ingresos más bajos apenas vieron caer sus gastos una vez que comenzó el apoyo federal. De hecho, a pesar de la crisis, la pobreza no aumentó e incluso podría haber disminuido.