Nació el 16 de marzo de 1938 en Buenos Aires y rápidamente mostró su pasión por el fútbol, y entró como juvenil en las inferiores de San Lorenzo de Almagro. Cuando terminó la escuela, alternó los entrenamientos con las horas de facultad: quería ser médico ginecólogo.

En 1958 Bilardo debutó como futbolista profesional en un partido de San Lorenzo contra Atlanta. Entre 1961 y 1965 fue jugador del Deportivo Español. Fue entonces que hizo el gran cambio de esa etapa de su vida: llegó a Estudiantes de La Plata, donde sería campeón argentino, de América y del mundo. 

Ese equipo de Estudiantes, dirigido por Osvaldo Zubeldía, fue el germen de una característica que iba a acompañar a Bilardo toda su vida: la idea de que cualquier cosa es válida para ganar. Inclusive los comportamientos al filo (o por fuera, digamos la verdad) del reglamento.
Se retiró como futbolista en 1970, a los 32 años. Apenas unos meses después debutó como entrenador. Dirigió en Huracán, Estudiantes, Deportivo Cali, San Lorenzo y la selección de Colombia. En 1983, después de ser campeón el año anterior con el Pincha de La Plata, fue elegido para ser el director técnico de la Selección Argentina. Empezaba la aventura. 

Lo primero que hizo el nuevo DT fue viajar a Barcelona para reunirse con Diego Armando Maradona. Le dijo que sería capitán y titular indiscutido de su selección. Así empezó una relación que sería conflictiva y llena de cariño al mismo tiempo. Enseguida aparecieron las críticas. Maradona no estaba en su mejor momento futbolístico. Y la Selección, en las eliminatorias para el mundial de México 86, no jugaba bien. De hecho, la verdad, la verdad, jugaba horrible.

Los años desde 1983, que Bilardo asumió como técnico de la Selección, hasta el 86, cuando se jugó el mundial, fueron terribles para él y su familia. No solo las críticas eran despiadadas, sino que el apellido Bilardo era, directamente, mala palabra.  En esos años se gestó también una de las grandes rivalidades del fútbol del mundo: Bilardo versus Menotti. César Luis Menotti había sido campeón mundial con Argentina en 1978, y había dejado su cargo después del fracaso en el mundial España 82. Y entre él y el doctor Bilardo se pudrió todo.

Ese mundial, además de ser la consagración definitiva de Bilardo como director técnico, dejó para siempre un anecdotario infinito acerca de sus cábalas para ganar. Si había sonado un teléfono en el vestuario el día del primer partido, tenía que sonar siempre. El micro del equipo tenía que llegar siempre a la misma hora al mismo semáforo. Y así. Durante el resto de su vida, Bilardo seguiría siendo igual de cabulero. 

Cuatro años después del mundial 86, llegó Italia 90. El equipo no tuvo el brillo del torneo anterior pero de todos modos llegó a la final. El campeón, finalmente, fue Alemania. Para siempre quedaron en la memoria los penales de Goyco, el gol de Caniggia a Brasil y… el famoso bidón de Bilardo. 

Después de ser subcampeón del mundo, Bilardo dejó la Selección. En 1992 dirigió al Sevilla de España, donde volvió a cruzarse con Maradona, y en 1996 fue técnico de Boca. En los años siguientes fue entrenador de Estudiantes, comentarista deportivo, secretario de Deportes de la provincia de Buenos Aires y finalmente fue manager de la Selección Argentina.

En el año 2009, con Diego como DT, Argentina clasificó al mundial de Sudáfrica, y Bilardo, que estaba peleado con el 10, regaló una de sus escenas más icónicas. 

En los últimos años, por su edad y su salud, Carlos Bilardo se fue alejando del fútbol profesional. Así empezó a agrandarse -si es que eso era posible- su leyenda. El “bilardismo” excedió el fútbol y para mucha gente se volvió una forma de vida. Polémica, incómoda, inquietante, pero forma de vida al fin.