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La banda del morral: así operan los secuestradores que tienen en vilo el oeste del conurbano

Luego de pasar por un calvario, Mauricio habló con Filo.news y contó la historia de terror que vivió en plena pandemia.

La banda del morral: así operan los secuestradores que tienen en vilo el oeste del conurbano
Así actúa la banda de secuestradores del oeste

Mauricio manejaba su Toyota Hilux blanca rumbo a su fábrica de San Justo, cerca de Camino de Cintura, cuando notó que un auto aceleraba detrás suyo. Por curiosidad, miró por el espejo retrovisor y creyó que el conductor del Corolla gris oscuro con el parabrisas polarizado estaba apurado por una urgencia médica, que sólo quería pasarlo y seguir viaje. Por la cuarentena no había gente en la calle. Menos policías.

Mauricio estuvo a punto de frenar para dejarlo pasar pero algo le pareció raro y aceleró para alejarse. Entonces el Corolla gris oscuro comenzó a perseguirlo. Cuando llegaron a una avenida, el coche lo pasó y en la siguiente cuadra, frenó de repente delante suyo. Dos hombres se bajaron y lo apuntaron con un fusil y una pistola. Mauricio quiso dar marcha atrás pero al girar la cabeza, cayó en la cuenta que estaba encerrado y tuvo que bajarse.

"Les quise dar la camioneta. Pero me dijeron: “Vos te venís con nosotros”.

Mauricio pasó las siguientes tres horas agachado en el asiento trasero, primero de su camioneta, después en el Corolla, junto a sus secuestradores, que se movieron con soltura por Ramos Mejía mientras negociaban el pago del rescate con la familia de la víctima.    

"El Corolla gris oscuro tenía polarizado hasta el parabrisas y algunas chapas patente tiradas en el piso. No me golpearon pero me pidieron que fuéramos a casa. Les dije que no. Me preguntaron a quien podían llamar y me sacaron el teléfono para revisar las últimas llamadas. Ahí me obligaron a llamar a mi papá"

Mauricio le dijo a su padre que estaba bien, que lo habían secuestrado y que no se preocupase. En ese momento, uno de los secuestradores le quitó el teléfono y comenzó la negociación para cubrir el pago del rescate.

Como las llamadas extorsivas entraron a la casa de la familia en Villa Devoto, el caso comenzó a ser investigado por el fiscal federal en turno, Gerardo Pollicita, quien de inmediato consultó a los agentes del Departamento Antisecuestros de la Policía Federal. También intervino la UFESE, el ala de la Procuración dedicada a investigar secuestros extorsivos. 

Pero los secuestradores no se preocuparon en ningún momento por la posibilidad de que la familia de Mauricio hubiera avisado a la Policía. Todo lo contrario. Se mostraron siempre tranquilos, seguros de lo que hacían.

"A uno me pareció que le decían El Correntino. Las caras las tenían tapadas. El que manejaba era un flaquito, no muy alto. No más de 1, 60, pendejo, alrededor de 30 años. Otro era gordo, grandote. Iba sentado en el asiento del acompañante, no hablaba. El que venía atrás conmigo era el que manejaba la situación, ese no debería tener más de 45 años. Ese era más morrudo y alto".

Mientras las autoridades federales intervenían en el caso, el padre y el hermano de Mauricio pactaron el monto de la entrega y dejaron la plata del rescate bajo las ramas secas de una esquina de Ramos Mejía, a sólo dos cuadras de la avenida Rivadavia y el puente de Díaz Vélez, límite con Ciudadela, donde un control vehicular policial y municipal detenía los autos por razones sanitarias.

A Mauricio lo bajaron a las tres cuadras. No lo lastimaron. Se llevaron su camioneta. En diálogo con Filo.news aclara que no guarda en su memoria la cara de sus captores aunque confiesa que les gustaría encontrarlos y que lo encierren con uno de ellos aunque sea un rato, en una habitación sin ventanas. Mauricio ríe de la ocurrencia. Ahora está más tranquilo, junto a su familia. Pero hay algo que no puede olvidar: "El bolso marrón. Uno de ellos tenía un morral marrón".

Este dato unió su caso a otros secuestros que ocurrieron durante la pandemia en el oeste del conurbano. Una banda que operó durante la cuarentena y que recaudó varios millones de pesos. Protagonista del rapto de un escribano en Ituzáingo que fue abandonado en la cancha de Deportivo Morón luego de que su esposa pagase el rescate y otros dos casos más, además de un choque y tiroteo en el que abandonaron el primer Corolla gris oscuro que usaban para trasladarse. 

Con estos datos, Filo.news comenzó a rastrear a los posibles autores de los secuestros y contactó una alta fuente policial bonaerense que aportó información que podría devenir en escándalo.

"Del secuestro que me hablás, nos enteramos por los medios. Ya los teníamos identificados pero como la familia se comunicó desde CABA nosotros no participamos del inicio de la investigación. Es más, ya están fundamentados y pedidos los allanamientos pero en el juzgado federal hubo un caso de Covid y todavía no nos firmaron las órdenes". 

Filo.news se comunicó con la fiscalía federal de Hurlingham a cargo de Santiago Marquevich para chequear si era cierto que un caso de covid en el juzgado federal no permitiría autorizar los allanamientos pero el fiscal señaló que sobre este tema no iba a brindar declaraciones.

Tapabocas que impiden ver sus caras, calles desiertas por la cuarentena, un caso de covid en el juzgado federal a cargo de investigar sus secuestros y que impide la autorización de sus detenciones. Podría decirse que los secuestradores de la pandemia, son hombres de suerte. Aunque sus días en libertad, según la Policía, estén contados.

"El dato que les dió la víctima que vive en Devoto –confió un jefe policial a Filo.news- es cierto. El cobrador usa zapatos, tiene una forma rara de caminar y siempre lleva colgado el morral marrón". 

Según las fuentes, la banda habría comenzado a operar en marzo, a principios de cuarentena. La primera víctima fue el dueño de una gomería al que le pidieron 100 mil pesos y 50 mil dólares de su caja fuerte. El rescate lo negociaron con la esposa de la víctima, que pagó la cifra en pesos porque no existía ninguna caja fuerte.

"Eso nos indicaría que actúan al voleo según auto de la víctima. Son de La Matanza y de Morón. Sólo usan el teléfono de la víctima. Entre ellos se manejan con radios y hay un dato que nos alarmó: ninguno de los que aparece en los videos tendría antecedentes pero sí estarían vinculados a personas con condenas por secuestro que los asesorarían. Son entre 6 y 8 hombres. Actúan espaciado, rotan la formación salvo el cobrador y se nota que son baqueanos de la zona por la que se mueven".   

Secuestradores nacidos en pandemia, millonarios en sólo cuatro meses. Un presunto caso de covid en el juzgado federal que debe detenerlos. Policías que dicen tener las manos atadas. Trabajadores exceptuados que son secuestrados a plena luz del día y pagan millonarias sumas para volver a casa. Todos protagonistas de una historia que transcurre en una ciudad vacía y cada vez más peligrosa