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"Murió sin enterarse que tenía coronavirus": relatos sobre perder a un ser querido en cuarentena

Tres historias sobre lidiar con la partida de un ser querido en tiempos de Covid-19 y distanciamiento social.

"Murió sin enterarse que tenía coronavirus": relatos sobre perder a un ser querido en cuarentena
Imagen del funeral de la embajadora argentina en Irlanda, Laura Bernal.

A la vez que el coronavirus amenaza con nuestras vidas, también interfiere con nuestras muertes. La necesidad de distanciamiento social por la facilidad de contagio del Covid-19 impide a quienes han perdido a un ser querido despedirse apropiadamente de él o ella. Ya no hay velorios, funerales ni ceremonias; y, a veces, ni siquiera un adiós. La separación está a un hisopado de distancia y, en los casos fatales, los momentos previos a éste suelen ser los últimos compartidos con la persona infectada. 

El distanciamiento, además de nuestra vida social, se llevó el único homenaje que las personas dolientes pueden hacerle a un ser querido.

“Recién hace dos semanas pudimos hacer una ceremonia”, cuenta a Filo.News Graciela Cedro, ex esposa de César Cotichelli, un ingeniero de 61 años que vivía en Resistencia, Chaco, y el 13 de marzo se convirtió en la segunda muerte por coronavirus del país. Sus cenizas pudieron ser recuperadas por la familia apenas días atrás, cuando les dieron el alta de Epidemiología. 

César Cotichelli, ingeniero de 61 años oriundo de Resistencia, Chaco. Segunda víctima fatal de coronavirus en el país

A la angustia de que un familiar se enferme y que deba enfrentarlo a distancia, hay que sumarle el hecho de que el padecimiento que lo aqueja sea desconocido. A comienzos de marzo, la información que se tenía del coronavirus era muy escasa en comparación con los datos con los que se cuenta hoy: “Llegamos de un viaje por Turquía y Egipto el 1 de marzo. El jueves 5 empezó a tener diarrea, pero en ese momento no era uno de los síntomas de coronavirus. El sábado lo medicaron y eso se terminó. Ahí empezó a decir que no le sentía gusto a la comida, que tampoco era un síntoma conocido entonces. Para el lunes 9 fuimos a una consulta porque tenía dificultades respiratorias: cuando llegamos tenía 88 mmHg de oxígeno en sangre, cuando 90 ya es para internación”.

Además del viaje al exterior, Cotichelli presentaba antecedentes de intervenciones quirúrgicas: diez años atrás había permanecido 27 días internado en grave estado por una neumonía con derrame pleural, y en diciembre de 2019 lo operaron de una hernia umbilical. Dos meses atrás, el hecho de viajar al extranjero y el contacto estrecho con un caso sospechoso eran los únicos requisitos para resguardarse en cuarentena, por lo que la familia Cotichelli fue aislada de inmediato. Sus últimas interacciones con César fueron por teléfono.

“Hablamos un montón de veces durante el martes 10 y el miércoles 11. Alrededor de las 21.30 del miércoles, estábamos hablando y me manifestó que tenía mucha ansiedad. Después me dijo: ‘Hablamos más tarde porque viene gente, después te llamo’. Ahí ya lo conectaron al respirador por lo tanto estuvo sedado y ya no pudimos hablar más. Ese día a la tarde me avisaron que había dado positivo por Covid-19, pero él nunca tuvo la confirmación”. Falleció el viernes 13 de marzo después del mediodía sin siquiera enterarse que efectivamente tenía coronavirus.

La partida de César reunió a sus hijos: Karina y Valeria, de un matrimonio anterior; y Juan Tomás y Juan Ignacio, fruto de su relación con Graciela. “Estuvimos los cinco en compañía de un pastor lutherano que era muy amigo de César y pudimos hacer unas oraciones. La ceremonia iba a ser breve, pero terminaron siendo dos horas de conversar porque necesitábamos ese espacio. Ahí pudimos llorar los cinco juntos y despedirnos”.

Más de dos meses después, su familia se someterá a un test serológico para detectar si cuentan con anticuerpos contra el virus -ya que nunca fueron testeados por no presentar síntomas- y así donar su plasma para posibles eventuales terapias: “Queremos hacer un aporte en nombre de César para el bien de otros”.

Las historias de despedidas a distancia se repiten entre familiares y seres queridos alrededor del mundo con sus respectivas particularidades. Un caso emblemático fue el de la embajadora argentina en Irlanda, Laura Bernal, quien falleció repentinamente el pasado 26 de abril a causa de un cuadro asintomático de coronavirus.

En la soledad de su hogar y a miles de kilómetros de su Buenos Aires natal, la diplomática de 64 años murió después de liderar iniciativas para asistir a sus compatriotas varados en Irlanda por el cierre de fronteras. A pedido de su familia, fue sepultada en el pueblo de Foxford cerrando un círculo simbólico entre Irlanda y Argentina, suelo en el que descansan los restos de Guillermo Brown, el padre de la Armada Argentina y primer almirante irlandés naturalizado argentino. 

El cuñado de la embajadora, el también funcionario diplomático Luis María Sobrón, fue quien representó a la familia en la ceremonia. En su carta de despedida escribió: “Laura se fue en aislamiento obligatorio y a causa de esta pandemia, de esta peste Camusiana que nos toca vivir a todos en este turbulento inicio de siglo 21; a todos por igual desde Dublín a Buenos Aires de Nueva York a Pekin, en este convulsionado mundo que estaba preparado para disuasión nuclear o su suicidio colectivo, pero muy lejos de enfrentar eficazmente a una cadena de proteínas modificada y transmitida viralmente”.

“Al igual que ella amaba a Irlanda y su gente, así honraremos su memoria: está en casa”, reza el tributo que le realizaron en Foxford, donde ahora descansan sus restos.

A 900 kilómetros de Resistencia y más de 10.000 de Foxford, la muerte de Torobia Balbuena evidenció otra realidad de los duelos: el enfrentarlo a distancia del ser querido y en silencio. El fallecimiento de la mujer de 84 años, ocurrido el 2 de mayo último, representó el primero registrado en la Villa 31 en medio de una situación de vulnerabilidad y hacinamiento acentuada por la falta de suministro de agua. 

Torobia era la madre de la primera persona contagiada en el barrio, quien luego se recuperó y fue dada de alta. Fue ingresada al Hospital Fernández el 20 de abril y, a la semana, empezó a agravarse su cuadro. Intubación primero, terapia intensiva después, muerte solitaria al final.

#UrgenteMURIÓ POR CORONAVIRUSUNA VECINA DE LA VILLA 31No se murió, ¡la mataron de abandono! La mataron de desidia,...

Publicado por La Garganta Poderosa en  Sábado, 2 de mayo de 2020

“La mataron de desidia, la mataron de indiferencia, la mataron de mezquindad. Acaba de perder la vida Torobia Balbuena, una vecina de 84 años que apareció anónima varias veces en las denuncias que publicamos, cuando decíamos literalmente que hay personas que, viven en la misma casa y comparten inodoro con 11 más’”, reza el comunicado que emitieron desde La Garganta Poderosa aquel 2 de mayo.

Desde su entorno, aseguran que la familia está muy mal y no quiere hablar con nadie, de nada. Y esa es otra forma de enfrentar el duelo en estos tiempos.

Mientras, desde Resistencia buscan mantener vivo a César en recuerdos amenos: Juan Tomás, de 18 años, rememora con cariño cuando “en diciembre tenía que rendir el ingreso para la universidad; él me ayudó en matemáticas que a mí me costaba. Me enseñó bastante sobre eso y se encargó de imprimir los apuntes y dármelos para que pueda estudiarlos fácilmente”.

Al igual que su madre, Juan Ignacio, de 16,  manifiesta que extraña “todo” de él: “En estos últimos 5 años pudimos reconstruir un vínculo que se había roto cuando nos divorciamos”, dice Graciela. “Pudimos volver a estar como una familia juntos, compartir viajes, actividades, y decisiones de la vida. El hecho de que Juan Tomás haya entrado a la facultad y siguiera su misma carrera para él era un orgullo. Durante el viaje fue todo emoción, alegría; incluso hay un video del último día que estuvimos en Egipto donde él contaba que ese viaje era cumplir su sueño de niño. La verdad que lo extrañamos muchísimo”.

Es la primera vez que Juan Tomás y Juan Ignacio hablan con la prensa sobre el fallecimiento de su papá y, si bien es también una forma de lidiar con el duelo, lleva un mensaje detrás: “Nos interesa que se difunda para que la gente tome conciencia. Se ha relajado mucho la cuarentena en algunos lugares. Hay que ser cuidadosos, esto no es un juego. Estás jugando con la vida. A mi me dolió mucho ver que la gente diga que en realidad el coronavirus no existe, que es un invento. El dolor que nosotros tenemos no es un invento, es una realidad”.

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