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Análisis | Douglas: Hannah Gadsby vuelve a brillar con su estilo particular

Hannah Gadsby revolucionó el mundo del stand up con "Nanette" y ahora vuelve por más con un nuevo show que la llevó a los escenarios de USA.   

Análisis | Douglas: Hannah Gadsby vuelve a brillar con su estilo particular

Pocos conocían el nombre de Hannah Gadsby antes de su ‘explosión’ con “Nanette”, espectáculo que la paseó por los escenarios australianos durante la temporada 2017, y terminó arribando a la pantalla de Netflix en junio de 2018, abriéndole las puertas al mundo de la comedia internacional. Gadsby, humorista, guionista y actriz australiana, a la que también pueden ver en “Please Like Me” (2013-2016), estaba a punto de tirar la toalla y retirarse de la profesión hasta que concibió esta performance catártica que la ayudó a exorcizar sus propios traumas, ejercitar una autocrítica más objetiva y decir, sin pelos en la lengua, todo lo que siente (lo que sienten gran parte de las mujeres) sobe los hombres blancos, heterosexuales y su privilegio.

En HannahGadsby: Nanette (2018), el humor y la reflexión chocan de frente creando una criatura completamente distinta. Después de que el mundo se hiciera eco de ella y juntara varios premios por dicho espectáculo, Hannah tomó un segundo aire y en 2019 salió a recorrer los escenarios del mundo (sobre todo los de Estados Unidos) con “Douglas”, un nuevo especial que, tal vez, no es tan contundente, pero conserva el mismo sello anárquico y desvergonzado de su creadora.

“Hannah Gadsby: Douglas” (2020) -que ya puede verse en la plataforma de streaming de la N- fue filmado en un bonito teatro de Los Ángeles, ante un público muy diferente al australiano y Gadsby se los hace saber de entrada. Todo parece un chiste y parte del show pero, literalmente, Hannah los ‘insulta’ en la cara y, encima, les advierte que lo va a hacer. Este juego constante con la audiencia marca el ritmo de un show diferente -la artista se lamenta de haber explotado todos sus traumas en “Nanette”-, pero los mensajes de empatía y aceptación se siguen destacando entre un mar de referencias al lenguaje, los antivacunas y bromas sobre Louis C.K.

“Douglas” -que toma el nombre de una de las mascotas de la artista y algunas otras cuestiones biológicas- arranca, y Gadsby se toma la molestia de mapear lo que sigue a continuación para que su público esté bien alerta pero, al mismo tiempo, no se sorprenda demasiado. Éste no es un asunto de baja autoestima o falta de confidencia en su material, sino un elemento más para mofarse de la cultura norteamericana sin ningún filtro. Hannah juega con la diferencia del idioma inglés en el país del Norte y su Australia natal, los distintos usos de la jerga y el afamado orgullo yanqui. Más de uno podría levantarse de su asiento y retirarse totalmente ofendido de la sala, pero si pagaron una entrada para verla, queda claro que también están dispuestos a atenerse a las consecuencias.

Hannah y Douglas, custodiando desde el escenario 

Gadsby no puede dejar pasar la oportunidad de reflexionar sobre las críticas a su show anterior, ese que muchos de sus detractores catalogaron como “una charla TED glorificada”, una “conferencia” o un “one woman show” (¿?) lo que, efectivamente, sí es correcto. Para darles un poquito más la razón, Hannah toma puntero láser y, una vez más, saca a relucir sus conocimientos pictóricos -es licenciada en historia del arte-, paseándonos por el Renacimiento, el lugar reservado a la mujer durante este período (o cualquier otro período), y remarcando cierta falacia en torno a las Tortugas Ninja. Sí, así de completo es su “coloquio”.

En el camino, uno de poco más de una hora de espectáculo, Gadsby cuenta anécdotas personales sobre extraños encuentros en un parque para perros, les tira con todo a los antivacunas -hablemos de relevancia en medio de una pandemia-, y asegura que la inoculación no tiene nada que ver con su autismo, detectado cuatro años atrás. Sí, Hannah también está dentro del espectro, es más, tiene autismo de alto funcionamiento, y comparte sus experiencias con el público, no para que sientan lástima, sino para generar conciencia y empatía con aquellos que no pueden desenvolverse de la misma manera.       

Gadsby vuelve por más, ahora con la complicidad del público norteamericano 

Esta es su mejor virtud como artista: ponerse de ejemplo sin victimizarse. No lo hizo con sus traumas en “Nanette” y no lo hace a través de “Douglas”. Este nuevo capítulo no tiene ese mismo impacto emocional que nos llevaba de las risas a las lágrimas o las lágrimas de risa, pero tiene el toque Gadsby: una experiencia profunda y elocuente, cargada de discursos relevantes para la coyuntura (#MeToo, homofobia, misoginia), siempre “disfrazados” de un humor más inteligente que chabacano.   

“Douglas” es más cercano a lo que conocemos como stand up clásico y no esa ‘declaración de principios’ que terminó siendo “Nanette”. El cambio es entendible y meritorio porque, a fin de cuentas, lo que importa es la relación del artista con el material y del material con el público. Una conexión que se mantiene inalterable en este nuevo show, que sigue mostrando las diferentes facetas de Gadsby: humorista que no tiene reparos a la hora de expresar lo que siente sobre sí misma y la forma en que es percibida por el resto.    

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