La regulación de las nuevas tecnología requiere de la adecuación o la reinterpretación de la legislación vigente. Eso es lo que está sucediendo ahora mismo en Italia, según reportes de Bloomberg y Reuters, porque las autoridades de Milán han comenzado una investigación preliminar contra Netflix por evasión de impuestos. 

Aunque la empresa no posee oficinas comerciales en el país sí ofrece el servicio, y la fiscalía entiende que los servidores y el cableado utilizado para hacerlo constituye una infraestructura digital que le otorga personería jurídica y por ende la hace responsable ante el fisco.

El centro de operaciones de Netflix en la región se encuentra en Holanda, pero el fiscal considera que el casi millón y medio de suscriptores italianos lo convierten en un negocio con presencia local y debería pagar los impuestos asociados. 

No es el primer caso del estilo en el viejo continente: desde 2015 la empresa paga impuesto al valor agregado en Francia por una ley que obliga a los proveedores de servicios a declarar sus ingresos a partir de los pagos realizados por los clientes y no por el lugar de distribución.

Ningún ejecutivo de la compañía se encuentra alcanzado por la investigación en Italia, que en los últimos meses ha revisado sus cuentas y obligado a otros gigantes tecnológicos a devolver algo de lo que se llevan del país. 

Recientemente el parlamento aprobó una ley que aplica legislación europea que obliga a empresas como Netflix y Amazon (a través de Amazon Prime Video) a invertir el treinta por ciento de sus ingresos en producciones locales; y este año la justicia de Milán también fue por gigantes como Facebook, Amazon y Apple (que tienen oficinas en el país) y recuperó, según reportes, 5000 millones de euros en total en concepto de impuestos atrasados.

Netflix también enfrenta una dura resistencia en la región por su modelo de distribución, que afecta directamente el negocio de las salas de cine. Para garantizar la posibilidad de ser considerada para los premios Oscar, por ejemplo, las películas de Netflix suelen tener un corto paso por los cines del país antes de llegar al servicio, pero son distribuciones limitadas en ocasiones de solo una semana. 

Pero después de la victoria de Roma, de Alfonso Cuarón, en el Festival de Venecia del año pasado, el ministro de Cultura y Turismo Alberto Bonisoli, aprobó una ley que garantiza que todas las películas producidas en italia pasen por los cines por lo menos 60 días antes de llegar a los servicios de streaming.

Francia hizo lo propio utilizando como palanca el prestigioso Festival de Cannes: el festival sólo acepta películas que tengan una distribución en salas garantizada, y una ley local obliga a las empresas a respetar un período de 36 meses entre el estreno en cine y la distribución en un servicio como Netflix. Eso significa que las empresas deben elegir entre participar en el festival o priorizar el catálogo de la suscripción.

La discusión está planteada y ambas partes tienen sus argumentos. ¿Corre riesgo la experiencia del cine? En Europa parecen estar haciendo lo posible para que no sea así.