Estados Unidos terminará siendo la gran víctima del coronavirus. Decisiones políticas y sanitarias extrañas durante los meses más importantes de contagio lo llevaron a ser el país con mayor casos confirmados y el de mayor muertes. Hospitales colapsados, cientos de médicos muertos y una crisis que no cesa.

Sin embargo, es uno de los páises que continúa funcionando y, entre algunas cuestiones polémicas, dejó en manos de los gobernadores todas las decisiones en cuanto a cuarentena, cierres y aperturas y, en el caso del mundo del deporte, cuestiones como la presencia de públicos en los estadios abiertos.

Uno de los que mayor cantidad de hinchas ha tenido en este tiempo fue el fútbol americano. Con el avance de la vacuna, la NFL le abrió la puerta a un puñado de cientoes y ahora ya son miles en las tribunas con capacidades que se acercan al 50% en algunos estados. En ese contexto, llega el Super Bowl LV, el gran evento del año que esta vez se jugará en Tampa Bay, Florida.

Justamente el estado sureño es uno de los que más permisos tiene y por eso se vio beneficiada la liga en poder meter gente en el estadio Raymond James. En este caso, sobre los 66.000 espectadores de capacidad, se resolvió que solamente 22.000 puedan estar apra uno de los eventos más vistos del mundo.

En esta oportunidad, la NFL tuvo un gesto inesperado por tanto negocio de por medio y en una videollamada sorpresa, el comisionado Roger Goodell habló con empleados del centro médico de Sarasota y los invitó gratis al partido más importante en los Estados Unidos. Ahi también se reveló que 7.500 de los hinchas serán empleados de los servicios de salud de todo el pais que ya hayan sido vacunados.

Por esta vez, el negocio quedó a un lado y el 25% de los presentes para la final no pagará un peso en entradas. Esto significa que, en una temporada en donde la crisis se hace sentir, la liga no sumará un monto que como mínimo supone 15 millones de dólares si se tiene en cuenta que una entrada "barata" para el Super Bowl cuesta 2.000 dólares.