Desde el retorno de la democracia a nuestro país, la política exterior, así como la gran mayoría de las políticas públicas nacionales, parece haber estado pensada para reeditarse o alterarse por completo según el Gobierno de turno.
La Argentina de Alfonsín se caracterizó por definirse occidental, en desarrollo y no alineada. Con Menem la idea de “volver al primer mundo” como bandera transitó de la mano casi automáticamente al vínculo con los Estados Unidos.
La inserción internacional de los Kirchner por su parte priorizó inicialmente a América Latina, en tanto que decantó en una postura combativa hacia Norteamérica y las potencias europeas, fortaleciendo vínculos con Venezuela, China y Rusia.
El “volver al mundo” con Macri y Cambiemos tuvo en el aprovechar las bondades de la globalización como un aspiracional no concretado, al tiempo que los niveles de confianza en el país sólo se visibilizaron con prestamistas internacionales.
El 10 de diciembre asume Alberto Fernández y la lógica indica un nuevo giro en el rol que la Argentina buscará ocupar en el mundo.