Ramona era una referente de La Garganta Poderosa en la Villa 31. El 17 de mayo murió de coronavirus en el marco del brote que afectó a los barrios populares al comienzo de la pandemia.
La noticia de su muerte se conoció solo unos pocos días después de que reclamara el reestablecimiento del servicio de agua en el barrio, al mismo tiempo en que las autoridades pedían extremar los cuidados lavándose las manos.
Su participación en el Comedor Gustavo Cortiñas y en la coordinación del área de Salud de la Casa de la Mujer la transformaron en un ícono de resistencia.
Su ausencia golpeó de distintas formas a todos los que la conocieron. Dejó un vacío en quienes compartieron espacio de militancia, pero también un legado de lucha que aún se mantiene.