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Esteban Tries: "En Malvinas abrimos el corazón para sobrellevar las falencias"

Combatió en el frente con heroismo, tardó 20 años en hablar de la guerra y hoy, a 39 años, recuerda las vivencias con pasión y honor.

Esteban Tries: "En Malvinas abrimos el corazón para sobrellevar las falencias"

Esteban Tries tiene una historia especial. Una historia especial en la que el tiempo tuvo un protagónico. Hoy 2 de abril de 2021 se cumplen 39 años del inicio del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas.

Él tardó dos décadas en comenzar a hablar de las vivencias durante el enfrentamiento armado y ahora recuerda la fecha como "un día para celebrar". ¿Qué le pide a la vida? "Solo gracias".

P:Te quiero preguntar cómo recordás este día: qué sentimientos se te vienen a la mente y al cuerpo cuando se acerca el 2 de abril.

E: El 2 de abril para mí, ya sea en el año ’82 -tal vez después de algunos años no- pero hoy nuevamente sí es un día de celebración. O sea, el 2 de abril del ’82 recuerdo que yo había hecho el servicio militar, me había dado de baja; ya estaba trabajando, estaba ingresando en la facultad, en la tecnológica para estudiar ingeniería, estaba de novio y ese 2 de abril –estaba trabajando en Ciudad de Buenos Aires- y por inercia del éxtasis, de la emoción de la gente, de los bocinazos, de las banderitas fui caminando y aparecí en la cercanía de Plaza de Mayo, no directamente porque no pude llegar más, llegué a Diagonal Norte ahí nomás de Carlos Pellegrini, porque era tal la cantidad de gente que hubo espontáneamente que fue un día de fiesta. Después de la Guerra, el 2 de abril fue un momento duro para sobrellevarlo porque uno no entendía bien cómo se encaraba. Lo que uno había vivido no era lo que los medios o el sistema político transmitían. Entonces yo, personalmente, tenía una confusión muy grande en mi cabeza. Si yo sentí pasión por lo que hicimos, emoción en la guerra y realmente honor de haber ido a defender la patria. Y de repente todo un sistema te hablaba de víctimas, de pobrecitos que los mandaron… y hoy, pudimos entender ya con otra edad y casi 40 años después de la Guerra que volvemos al primer día, al 2 de abril del ’82 que realmente es un día para celebrar, es un día para entender que supimos y pudimos recuperar íntegramente nuestro territorio un tiempo determinado, 74 días nada más. Pero que hoy la manera de recuperarlo nuevamente es a través de la paz, del diálogo, del conocimiento, de saber que Malvinas no es la guerra, Malvinas es el futuro y, en base a eso, decimos no somos ex combatientes, somos combatientes porque el combate es a través de la educación, a través del diálogo, a través de la difusión.

P: Lo dijiste recién y es algo que solés repetir, que es que no te gusta que se los recuerde como pobres hombres, como pobrecitos a los combatientes, ¿cómo pensás que tienen que ser recordados? ¿con qué mirada histórica?

E: Los que murieron por la patria son héroes, sin lugar a dudas. Reconocidos por el Congreso de la Nación, o sea, no es que lo decimos nosotros, tienen las medallas de “Héroe que murió por la patria”. Y nosotros somos jóvenes, soldados, que supimos cumplir con la Constitución Nacional que era ir a defender la patria cuando la patria nos los solicitó. Hicimos lo mejor posible , tuvimos superiores que en muchos casos estuvieron a la altura de las circunstancias, otros, como siempre, no. Simplemente eso, decirnos gracias, como nosotros le decimos gracias a los que hoy están en primera línea luchando por nuestra vida.

P: Después de estos casi 40 años, tus sentimientos con respecto al 2 de abril, ¿fue mutando, fue cambiando, fue siempre el mismo a través de las décadas o qué modificación tuviste a la hora de recibir esta fecha? 

E: Para nosotros Malvinas es todos los días porque nosotros llevamos Malvinas a las escuelas, a las empresas y distintos lados, es como nuestra herramienta del día a día. Pero yendo concretamente a tu pregunta, el 2 de abril fue muy difícil en los años posteriores a la Guerra, digamos que 20 años después de la Guerra fueron días o fechas muy tristes porque yo no me encontraba a mí mismo, yo no sabía para qué estaba y siempre me preguntaba por qué tuve que enterrar a mis compañeros, por qué tuve que verle la cara al enemigo, por qué tuve que combatir, por qué padecer todo lo que padecimos. Después de 20 años, justamente, pude entender que el “por qué” no es la pregunta sino el “para qué” estás acá. Cuando yo entendí para qué estaba, yo dije mi misión no es “Esteban que estuvo en la Guerra”, mi misión es recordar a Julio, a José Antonio, a Andrés, a mis compañeros que murieron al lado mío y acompañar a los familiares. Nosotros nos tenemos que hacer cargo de mantener viva esa memoria. No hubo un sistema, ni en el sistema educativo y mucho menos en el político que reconociera a esos héroes, entonces dijimos, tomemos la posta y encontremos la misión que fue darle sentido al haberme preguntado tantas veces el “por qué”. Entonces ahí hubo un giro: cuando vos encontrás sentido a lo que realmente hiciste, convencido de que lo estabas haciendo, sonreís y empezás a levantar la frente y ya empezás a ver toda tu historia de una manera distinta.

P: Tu historia es muy particular porque vos estuviste 20 años sin hablar y después de esos 20 años pudiste empezar a soltar un poco para afuera. ¿Ese proceso sentís que fue más colectivo, individual o las dos?

E: Hubo de los dos. Hubo un puñado de veteranos de Guerra que empezaron, en el mismo momento del regreso, a pelear por nuestros derechos, que era la dignidad: era salud, trabajo y vivienda. Era lo que se le pedía al Estado Nacional. Fueron apaleados, fueron tratados de locos, yo los veía por televisión o a veces los veía en la calle y yo me escondía en otro lado. Hubo muchos que coincidimos aproximadamente a los 20 años. Cuando hoy uno habla y dice: ¿y vos cuánto? Yo 20, yo 18, yo 25… o sea hubo un promedio de 20 años de silencio. Y entendimos que fue porque no hubo jamás durante esos 20 años alguien que te escuchase. Que estuviese realmente compenetrado en escucharte. Por ahí te preguntaban: bueno, “¿qué hiciste? No, a vos te mandó el borracho, en plena dictadura a morir inútilmente por una causa que no vale la pena”. Si vos ya estás respondiendo la pregunta que me hacés a mí sin querer escucharme. Listo, andá tranquilo y yo me quedo callado. Pero hoy tenemos esto, los tenemos a ustedes, los jóvenes, que quieren saber la historia de verdad. Me encantaría saber qué sintió el granadero que cruzó con San Martín Los Andes, no San Martín, qué sintió el granadero, porque yo era el granadero, yo no era San Martín. Entonces, hoy ustedes me lo pueden preguntar y yo se los voy a contar sin ningún tipo de prejuicios ni de juicios. Les voy a contar mi vida, mi historia, mi sentir y qué quisiera, cómo quisiera que se recuerde. Porque hoy no soy yo solo, hoy la gran masa de veteranos de guerra coincidimos en este relato. Entonces, todo lo que se habló, o les enseñaron a ustedes en la escuela, que se enseñó y se divulgó y se tergiversó a través de los medios para que la población hable de Malvinas como las víctimas, los pobrecitos era todo mentira. ¿Hubo maltrato? Hubo ¿Cuánto? Hay 42 tipos que están juzgados por el Juzgado Federal de Río Grande por maltratar, abusar de sus soldados: estaquearlos, patearles la comida, lo que quieras. ¿Tienen que ser juzgados? Pero no solamente por la Justicia: por Dios y por el soldado, porque el soldado no se olvida. ¿Cuántos éramos? 15 mil y hay 42 tipos que fueron malas personas, entonces ¿vos hacés el título de eso y no hacés el título del resto, por los que realmente sintieron el amor por el compañero para volver juntos u honrar a los muertos?

P: Lo que vos querés decir es que Malvinas es mucho más que la crónica periodística que se hizo en estos años, que se recortó…

E: Malvinas es la causa nacional que nos une como argentinos. Si uno empieza a hurgar en los medios, en los mensajes de los distintos partidos políticos: Alfonsín, Menem, Ernesto Sábato, las 62 Organizaciones, los socialistas, ¡¿cómo hablaban del 2 de abril del ’82?! Todos unidos. Los empresarios, las distintas religiones, las distintas clases sociales, los partidos políticos que los milicos los habían metido presos, los propios políticos querían ir a combatir o decían sacame sangre para hacer un banco de sangre para los heridos. Estábamos unidos. Desde el norte al sur. Todo el país estaba unido. Fue la única vez que pudimos estar unidos. Después, obviamente, unidos triunfaremos. Estuvimos a una semana, dicho por los ingleses, por el gran imperio, el poderío inglés que vino con 25 mil soldados, 114 barcos, apoyados por la OTAN, por la comunidad europea y por algunos países latinoamericanos, estuvimos a una semana de ganar. Los argies, los que estábamos en el fin del mundo con las armas obsoletas, sin comida, sin abrigo, en un pozo, peleando contra los satélites y contra las armas nucleares que traían los ingleses.

P: Y volviendo un poco a estos 20 años de silencio que vos tuviste en lo personal y conociste a muchos que lo tuvieron en lo colectivo también, ¿hay alguna responsabilidad? ¿Ustedes señalan hacia algún sector, dicen “los combatientes de Malvinas fuimos olvidados por este sector o por estos sectores”?

E: Yo creo que fue una organización sistemática para desmalvinizar. Si uno lee las críticas de Alfonsín de abril del ’83, cuando dice que Malvinas es el carro atmosférico de la dictadura. Y el carro atmosférico, para los jóvenes que ya tienen cloacas, significa el camión que va sacar la caca de los pozos negros. Entonces, vos analizás que dentro del carro atmosférico somos los soldados los que estamos ahí. Entonces la democracia fue la primera que… o sea, los militares cuando volvimos ya nos empezaron a desmalvinizar. Ya empezaron a hacernos callar. A no reconocer sus falencias. Y la democracia nos terminó de hundir. Cuando pensamos que nos iban a llevar a la cresta, a decirnos “gracias”, éramos eso, el carro atmosférico. Y así sucesivamente, hasta el día de hoy todavía no hubo un gobierno que entendió Malvinas porque todos le tienen miedo, todos se creen que “no, con esto me engancho con los milicos”. No es así: Malvinas es una causa aparte de todo lo que pasó con la dictadura. Totalmente aparte. Malvinas es una causa no nacional, regional. Pregúntenle a los peruanos, pregúntenle a los venezolanos, pregúntenle a los colombianos, con los que colaboraron realmente. Entonces fue una causa regional, fue una causa mundial, sí. ¿Por qué la encasillamos para defenestrarla? Divide y reinarás. Por eso están las grietas.

P: Y ese proceso de desmalvinización que se llevó adelante, ¿por qué pensás que fue? ¿Pensás que fue porque el resultado de la Guerra terminó siendo adverso? ¿Para que la dictadura tape lo que significó para ese proceso? ¿Por qué pensás que fue?

E: Hay un dicho que dice, creo que lo dijo San Martín: “Es más importante una derrota bien peleada, que una batalla ganada fácilmente”. Y Malvinas es una derrota bien peleada. Muy bien peleada, porque se abrió el corazón. Realmente nosotros abrimos el corazón para sobrellevar las falencias que teníamos. Leí, no hace mucho tiempo, a un periodista del periódico ABC de Madrid, Carrascal, José Luis Carrascal, que cubrió la Guerra de Malvinas desde el continente y el hombre expresó que nunca él había visto, a pesar del resultado de la Guerra, una población y un país tan unido como en ese momento estaba siendo la Argentina; que vio que se volvían a construir los tres pilares fundamentales: el amor a la patria, el amor a la familia y el amor a Dios; que eso realmente nos llevó adelante y que el imperio o los países desarrollados, al ver esa gran unión argentina, esa unión nacional y lo que se logró hacer como país estando todos unidos, hacía temblar a las grandes potencias. Entonces, desde adentro y desde afuera comenzó el proceso de desmalvinización. Y es así. Nosotros tenemos los mejores jugadores de fútbol individualmente en las mejores ligas del mundo, pero cuando armamos una selección nos sabemos trabajar en equipo.

P: Vos trazás un paralelismo en ese sentido.

E: Sí, cuando empezas a ver… tenemos premio Nobel de la Paz, Premio Nobel de Matemática o de la Ciencia y se tienen que ir. Entonces, vos decís “¿qué nos pasa?”. Cuando empezó la pandemia estábamos unidos. Estábamos realmente unidos. A las nueve de la noche se aplaudía y se agradecía a los policías, a los bomberos, a los médicos, a los enfermeros, los que estaban en primera línea, los que trabajaban con la alimentación. Y estábamos unidos. Yo vivo en Ciudad de Buenos Aires, Parque Chacabuco, y salíamos al balcón y cantábamos el himno a las nueve y cinco a capella. Éramos treinta balcones todos juntos. Y te emocionabas y llorabas eh. Vos pensá que no hubo guerras en el año de pandemia. Y después termina la pandemia, ¿y tenemos que volver a las guerras, volver a las divisiones? ¿no es un poco estúpido el ser humano cuando razona en vez de sentir? Bueno, en Malvinas estábamos unidos. Yo era compañero de pozo, vivíamos en una trinchera con un compañero que no tenía primer grado hecho. Era analfabeto. Se dedicaba a la vida fácil, había estado preso. Él me abrazó en el pozo. Él me miró a los ojos y me dijo “Esteban de acá salimos juntos”. Y hoy es mi hermano de la vida. No es un amigo, un compañero, es mi hermano de la vida. Y no podemos estar separados. Con él y con cuarenta más que eramos de la sección. Y ahí no había “si tenías plata o no tenías plata, si tenías cultura, no tenías cultura, si tenías la piel blanca o la piel negra, si eras católico o eras judío o eras mormón o eras ateo”. Entonces, pudimos y supimos. Cuando hay un sentido de pertenencia y un sentido de objetivo a conquistar sabemos como país estar. Y teníamos un guía, nosotros teníamos un guía, era un teniente que ordenaba sobre cuarenta hombres. Bueno, tenemos que encontrar un guía que ordene sobre 42 millones de hombres. Nada más, es fácil.

P:Vos recién dijiste “hermano de la vida”. Es un término que te oí decir muchas veces. Vos, desde tu posición, con todos estos años a cuestas, ¿le pedís algo a la vida? 

E: Mirá, yo lo único que hago todo el día desde la mañana hasta la noche en cada cosa que hago es decir “gracias”. Yo hace un año y medio tuve cáncer, estuve 60 días internado y los médicos le decían a mi familia que vengan a despedirme. Y yo dije “no, yo de esta tengo que salir”. Son 10 años de tratamiento. “Está bien, vos quedate tranquilo que yo en un año salgo”. Cuando vos tenés fe realmente y estás convencido. Pero no es decir “bueno, a ver diosito me ayudás en esta, dale, de onda”. No, tenés fe de verdad. Llamalo Dios, Cosmos. Lo único que tenés que decir es “gracias”. Gracias por poder respirar. Gracias por poder comunicarme. Gracias por poder tener alimento. Gracias por poder ser feliz, por disfrutar la vida. Yo no pido nada más. Solamente agradezco. Pedí mucho perdón porque me he mandado muchas macanas a lo largo de mis 59 años. No hay nadie que me deba nada. Ni tampoco siento que debo. Solamente vivir, ser feliz.

Esteban Juan Tries junto con el Sargento Villegas

P: Recién hablabas de Dios. También te escuché decir que durante la Guerra fue muy importante para ustedes, ¿cómo fue tan importante? Me imagino que pedían mucho, pero ¿dónde sintieron esa ayuda celestial?

E: Es una energía que tenés que estar muy concentrado o en una situación muy límite para entenderla y aceptarla. Tenemos un compañero, Julito, que es ateo, no cree en nada. Teníamos otro que era judío. Un mormón. Evangelistas, católicos. Y el teniente primero, todas las tardecitas, noches, nos juntaba en una piedra a rezar. Y cada uno le rezaba al suyo. Yo te puedo garantizar que cuando entrás en combate y estás… te encontraste a vos mismo, tenés una fe muy adentro tuyo no hay miedos, no hay hambre, no hay frío. Hay algo que no sé cómo describirlo. Hay una energía muy linda que te da fuerza, que te da alegría, que te da ese envión para hacer lo que sea. Y eso no solamente pasa en las guerras. Eso pasa en un accidente, en una enfermedad terminal. Pasa. Y vos decís, “es un milagro”. Si le tenemos que poner título a todo llamalo como quieras. Pero hay cosas que son indescriptibles. Yo en la Guerra lo viví con diecinueve años y después no lo apliqué en mi vida. ¿Por qué? Y porque después entras en la vorágine: que tenés que hacer plata, que tenés que casarte, que tenés que tener hijos, que tenés que tener una casa… tenés que hacer tantas cosas que el día no te alcanza para acordarte de esa paz que tenías en un campo de batalla. Hasta hace dos años atrás que otra vez me sacudieron un poquitito. Y ahí dije, “disculpame, eh, no me olvido más”. Llamalo Dios, Cosmos, Sol, Aire, Universo, no sé, como quieras.

P: ¿Y vos sentís que eso fue lo que tal vez los empujó a, como dijiste, estar a una semana de ganar una guerra que en los papeles parecía mucho más complicada de ganar de lo que terminó siendo?

E: Sí, completamente. Y eso te lo dicen los pilotos que se zambulleron contra la flota. Te lo dicen los artilleros que, cuando recibían la artillería en contra, las bombas caían a 5 metros porque teníamos la estampita acá. Te lo dice el padre Vicente Torrens, que es el único párroco que todavía está vivo de la Guerra, que cuando hacía misas y veía que venían los ataques aéreos lo único que decía era “bueno, ahora bajemos la cabeza…”; y de repente explotaban bombas pero a 10, 15 metros de donde estábamos nosotros. ¿Y todo es tanta casualidad? ¿Todo es “ay qué suerte que tuviste”? No seamos tan omnipotentes, hay protección, hay mantos. Había vírgenes enterradas. Alguien enterró una vírgen cerca de la pista del aeropuerto y el aeropuerto fue funcional desde el primer día hasta el último y los ingleses creían que lo habían destruido. Entonces decís, “wow, cuántas coincidencias, ¿no?”. Y después en la vida también. Te ponés a pensar distintas circunstancias límites que tuviste en tu vida, que chocaste… bueno, volvamos para atrás, y ahí decís “gracias… y sigamos”.

P: En algunos momentos se utilizó el término “malvinización” para hablar de los primeros meses de pandemia de forma peyorativa. No sé si lo escuchaste pero se usaba “malvinización” para criticar todo ese apoyo que había sobre las medidas que tomaba el gobierno en ese entonces. Vos, si lo sentiste, ¿cómo lo sentiste?

E: Yo no lo sentí como peyorativo. A nosotros también nos llamaron para hacer un paralelismo y yo lo veía como algo positivo. Ahora me quedé pensando cuando vos me estabas haciendo la pregunta. Es muy importante que el hombre se encuentre en su trinchera, en este caso era su casa, que pudiera parar un poquito, que se encuentre con sus compañeros de pozo o de la vida en este caso, que eran su pareja, o sus hijos o su familia; hay veces que no hay tiempo porque salís a la mañana, volvés a la noche, salís de joda, te vas a hacer deporte y no sabés ni el color de pelo que tiene tu madre. Esto nos hizo parar y reflexionar. Aprender a jugar. En la Guerra también aprendimos a encontrar tiempo para la distracción. La vez pasada me preguntaban, “¿hubo divertimentos en la Guerra?”. Pero permanentemente. Era muy divertido hasta el momento en que entrás en combate, que fueron unas horas muy cruciales. Había veces que te bombardeaban tan cerca que lo único que hacías era rezar o pedir. Pero el resto era divertirte. Teníamos veinte años, dieciocho, diecinueve. Cómo no te vas a divertir a esa edad: soñar, imaginar… Y bueno, yo creo que esta pandemia, el que lo pudo entender como una segunda oportunidad para encontrarte… o por lo menos encontrarte con vos. “Esta pareja se divorció”, y tal vez estaban juntos porque no se veían y no compartían. Es muy fácil estar juntos si no te veo. Pero si tengo que estar, ¿realmente siento que tengo ganas de estar con vos o prefiero estar solo? No sé, preguntátelo. En la Guerra tuvimos mucho tiempo para pensarlo, para preguntarlo. Era encontrarte con vos mismo. Eras vos y era aprender a sobrevivir. Porque la comida no llegaba, porque había que limpiar el armamento con lo que tuvieses, había que meterse en el pozo y hacer la trinchera lo más cómodo y confortable posible porque era tu casa. Y después había que ir a combatir y había que ver cómo ayudar al otro a sobrevivir porque el otro te estaba ayudando a vos a sobrevivir. Y la pandemia fue eso. Sobrevivir, los que estábamos en primera línea en la guerra, y eran los médicos, los bomberos, los policías, todos esos que estaban realmente jugándose por nosotros. Yo creo que la “malvinización” y la “pandemización” pudieron enseñarnos… tal vez lo entendamos después de 20 años como me pasó a mí, pero la pregunta está hecha.

P: La pandemia todavía lamentablemente no terminó, ¿sentís que, tal vez, a un año de que haya empezado, hoy estamos en lo que después fue ese proceso de “desmalvinización” para seguir trazando paralelismos, en lo que hoy parece difícil que haya una respuesta común a la pandemia desde nuestra población porque está más dividido por cuestiones políticas que por una cuestión sanitaria?

E: Es difícil responderte eso. Yo creo que el mundo está dividido también con la pandemia: cómo se hace, qué se hace, te mienten, no te mienten, los medios… Nos preguntaban qué opinábamos de que los medios tergiversaban o mentían con respecto a la Guerra y hoy pasa lo mismo. ¿Es necesario? Y, tal vez en la Guerra era necesario para mantener la moral alta no solamente de los soldados sino de las familias y de la población para que sigan rezando y escribiéndonos cartitas y mandándonos fuerza y energía… ¿Con la pandemia también? No lo sé. Porque ¿qué pasa con la salud en el mundo? ¿se trabajó bien, se sembró bien a lo largo de todos estos siglos o siempre fue una salud muy selectiva para unos pocos? Tal vez el mundo hoy se esté despertando y diga “che, la diferencia es muy alta”. Y en la Guerra la diferencia también era muy alta. Estaban los grandes imperios del mundo contra unos luchadores que decían “vamos a ir adelante”. Y en este país tenemos muchos luchadores, que con sueldo magro o sin medios para comunicarse o movilizarse están llevando la patria al hombro. Confiemos en esa gente para, de abajo hacia arriba, poder construir un país en valores. Creo que es nuestra materia pendiente y fundamentalmente la de ustedes, jóvenes argentinos.

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