La vida política en la Argentina la dará el marchar de una economía que durante todo el 2018 caminó por el precipicio. 

Y es que un año para la economía en nuestro país no es poca cosa. Recordemos que en el 2018 que se acaba de ir, el dólar comenzó valiendo poco menos de $20, llegó a $43 y cobrándose dos presidentes del BCRA, cerró cercano a los $40.

Medalla de bronce en riesgo país, el cual llegó a los 832 puntos, quedando la Argentina sólo detrás de Venezuela y Zambia.

A su vez, el acuerdo con el FMI es el préstamo más grande firmado por el organismo internacional. Sin embargo, el primero de ellos no alcanzó. Tras la nueva corrida cambiaria de agosto tuvo lugar una renegociación que llevó el monto total a 57 mil millones de dólares y se tradujo en el diseño del Presupuesto 2019. 

Inflación = Emisión: Lo que esta detrás de la gestión Sandleris es que la emisión de dinero causa inflación. Entonces, si no se emite hasta junio de 2019, como se planifica, el incremento de precios tiene que cesar. No obstante esto, mantener la emisión pero subir las tarifas no parece ser una política eficiente.

La caída de la actividad económica continuaría en el último trimestre del año 2018, confirmando una caída en el producto cercana al 3%.

¿Algo más? Sí, muchas. Un tercio de la población en situación de pobreza, una sequía pero de inversiones y la inestabilidad como marca registrada de un gobierno cuyos niveles de endeudamiento (así como su modelo) no se presentan sostenibles en el largo ni mediano plazo. 

Entendemos por oposición a los dos espacios que al momento se presentan con la mayor intención de voto entre el electorado: El Frente para la Victoria de Cristina y la Alternativa Federal de Massa y compañía.

No obstante, no quitamos relevancia al poder que puedan representar la izquierda y alguna construcción federal de cara a lo que se estima será una segunda vuelta asegurada.

Recordemos que por fuera del espacio Macri - Scioli, la 1° vuelta en 2015 tuvo a Massa con el 21,39% de los votos, a Del Caño con casi el 4% y un millón de votos repartidos entre Stolbizer y Rodríguez Saá. El redireccionamiento de estas casi 7 millones de voluntades fue clave en los algo más de 700.000 votos que el actual presidente sacó de ventaja al candidato kirchnerista. 

El Frente para la Victoria muestra un partido donde Cristina es plataforma y techo de un espacio que en función a los atributos de su líder y sustento político, no evidencia posibilidad alguna de renovación ni fidelidad ante un eventual resultado adverso.

A esto se suma la situación judicial de la ex presidenta, quien ve su futuro, político y civil, en manos de un Poder que con Bonadio a la cabeza, parece decidido a presionar lo necesario para que el debate por sus fueros esté en agenda.

El peronismo dialoguista por su parte, Alternativa Argentina, continúa con grandes incertidumbres respecto de su capacidad de reorganización. Posicionalmente parece ubicado entre dos extremos del “no”, donde resalta una imagen no kirchnerista y no macrista, pero sin una identidad captadora de votos.

El proyecto parece decidido a ir a un ballotage, donde el gobierno, a pesar de los pésimos resultados de estos tres años, parece mejor plantado que en el 2015.

No tanto por su fortalecimiento, sino por el debilitamiento de sus rivales políticos. Ahora bien, este estado no es infranqueable y será en noviembre donde el redireccionamiento del tercio funcional sea el que decida la suerte de Macri y compañía.

En este punto, el pulso interno de Cambiemos tendrá que ver con el vínculo que sepan tener y mantener con la Coalición Cívica-ARI y la Unión Cívica Radical. 

Las tensiones siempre han sido disminuidas. No obstante, no sería prudente para el Gobierno desestimar la importancia y el alcance nacional que el Radicalismo continúa representando para la alianza ni el poder mediático de las acusaciones de la actual diputada nacional, Elisa Carrió.