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Ecuador busca presidente: las elecciones que se vienen, explicadas

Poniendo en marcha el calendario electoral latinoamericano del 2021, este domingo 7 de febrero algo más de 13.000.000 de ecuatorianos irán a las urnas para comenzar a definir al sucesor de Lenín Moreno al frente del Palacio de Carondelet. Los detalles, en esta nota. 

Ecuador busca presidente: las elecciones que se vienen, explicadas

Exhaustos, políticamente dispersos y tras una campaña atípica acorde a los tiempos de época, Ecuador puso en marcha el calendario electoral latinoamericano de un 2021 que va a contar con elecciones presidenciales en Perú, Chile, Honduras y Nicaragua, así como departamentales y municipales en Bolivia y Paraguay, respectivamente, además de las legislativas en nuestro país y México. 

Este domingo 7 de febrero algo más de 13.000.000 de ecuatorianos de entre 18 y 65 años van a ir a las urnas para elegir un nuevo binomio presidencial, los 137 miembros de la Asamblea Nacional y 5 representantes del Parlamento Andino. 

Lógicamente laz miradas estarán puestas en las candidaturas presidenciales que por un lado darán cierre al penoso paso de Lenín Moreno por el Palacio de Carondelet, al tiempo que abrirán el interrogante sobre los modelos de país para una Nación que si previo al arribo de la pandemia proyectaba un escenario más que sombrío, tiene y tendrá en los próximos años perspectivas económicas y consecuentemente sociales por demás complejas. 

El protagonismo de los órganos electorales como síntoma del desorden institucional de época, la dispersión partidaria evidenciada en sus 16 candidatos a la Presidencia, el factor Correa como (al menos hasta este llamado) único espasmo de continuidad política nacional y los dilemas tras el tránsito de Moreno por el Ejecutivo, en esta nota. 

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Correa, la pandemia y la campaña

La campaña presidencial del Ecuador tuvo inicio ni más ni menos que el día 31 de diciembre del 2020, estando desde esa primera jornada lógicamente marcada por una pandemia en la cual se profundizó el peso que las redes sociales han sabido acumular en las últimas décadas.

Esto bajo la omnipresencia de Rafael Correa quien tras sugerir su candidatura como vicepresidente, finalmente vio sus aspiraciones de regresar al país (en 2017 se radicó en Bélgica, de donde es oriunda su mujer) erosionadas por la ratificación en tercera instancia de su condena a 8 años de prisión y 25 de inhabilitación política tras ser encontrado culpable, junto a otros 15 ex funcionarios, de haber formado una red delictiva para obtener aportes de campaña a cambio de contratos públicos.

Según el Ministerio Fiscal, la red delictiva operó entre 2012 y 2016 y movió más de siete millones de dólares, a través de intercambios de favores entre las autoridades y contratistas del Estado. A cambio de la financiación ilegal, los empresarios recibían grandes proyectos de infraestructura. 

En adición a este punto quedó en evidencia la altísima fragmentación partidaria que el Ecuador transitó durante buena parte de su historia política. División que entró en pausa durante el período correista pero que tras la salida de quien estuviera al frente del Palacio de Carondelet entre 2007 y 2017 volvió con creces ¿El resultado? 16 candidatos a Presidente. 

Como bien explica Ospina Peralta, la razón es fácil de comprender. El desbande del partido que dominó el escenario electoral ecuatoriano por una década alienta el cálculo de que casi cualquiera puede ganar las elecciones en medio de la confusión.

La campaña, sus formas y protagonistas alentaron a un ciclo electoral al ritmo de las tendencias donde el bullicio de temáticas como la pena de muerte o la castración química desestimó los dilemas y perspectivas que la pandemia y sus efectos multidimensionales significan al Ecuador. 

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16 candidatos, 3 aspirantes

No mencionar el pleno de los candidatos a la Presidencia en una nota que titula “las elecciones que se vienen, explicadas” sonar contradictorio pero lo cierto es que, atentos a la mencionada dispersión partidaria, si bien hay 16 anotados, los aspirantes a asumir funciones el próximo 24 de mayo son 3 (el listado completo y sus perfiles lo podes ver acá): Guillermo Lasso, Andrés Araúz y Yaku Pérez. 

Lasso, banquero, perdedor del ballotage del año 2017 frente a Lenín Moreno y representante de un modelo empresarial crítico al correísmo y su atrofia estatal, busca desde la reducción de impuestos, la inversión extranjera, y el petróleo y la minería como motores económicos, recomponer la imagen de Ecuador ante el sistema internacional. 

Al extremo de la polarización a Lasso figura Andrés Aráuz, economista, ex funcionario nacional y quien con 35 años se presenta como el delfín de Rafael Correa. El discurso de Aráuz es bien concreto y se basa en su eslogan “Recuperar el futuro”, es decir que sus promesas las considera viables porque ya tuvieron lugar durante las dos administraciones de su mentor político. 

En este llamado la novedad pasa porque la polarización la rompe o dobla la candidatura de Yaku Pérez, una alternativa que evidencia el peso político que ha ido ganando el movimiento indígena en las últimas décadas. 

La agenda de Pérez surge de las revueltas sociales que tuvieron lugar en octubre de 2019 con la sanción de impuestos a los grandes grupos económicos y la ejecución de lo que la Constitución de Montecristi incorporó como el concepto de sumak kawsay o “buen vivir”, que apunta a una mayor armonía y respeto hacia la naturaleza.

Entonces, Aráuz, Lasso y Pérez: ¿pueden ganar este domingo? Objetivamente, es muy difícil que eso ocurra. Los 13 que restan no tendrán chances pero participan y para evitar ir a segunda vuelta alguno de los candidatos debería llegar al menos a un 40% de los votos, sacando a su vez un diferencial de 10% con su inmediato perseguidor. 

Para rastrear una victoria en primera vuelta no hay que irse muy lejos. En 2013 Rafael Correa renovó su mandato con un 57% de los votos. Pero cerca en el tiempo pero lejos de la realidad todo indico que habrá un ballotage programado para el 11/4 (misma fecha en que Perú y Chile van a las urnas). 

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La dispersión y sus dilemas

Hablábamos hace algunos párrafos de la dispersión de este llamado. Nuevamente Ospina Peralta desde Nueva Sociedad lo ilustra con la realidad del presente. Para las elecciones de este domingo 7 de febrero la coalición de izquierdas opositoras al gobierno de Correa, que presentó dos candidaturas unitarias en 2013 y 2017, se encuentra ahora dispersa en cinco candidaturas diferentes. 

El mismo panorama de dispersión se constata entre los pedazos que todavía se mueven del antiguo Alianza País: al menos cuatro candidaturas encabezadas o promovidas por antiguos funcionarios del correísmo.

Es por eso que con una buena dosis de criterio podemos plantear que a partir del año 2007 con la elección de Correa  y la reforma constitucional impulsada para 2008 se inicio un tránsito de reforma en las pautas de comportamiento electoral existentes desde la vuelta a la democracia sobre finales de los setenta.  

Así, podemos señalar como primera característica del sistema político democrático del Ecuador una consolidada fragmentación de la representación política, expresada fundamentalmente en el alto número de partidos y organizaciones políticas que en cada llamado electoral pueden alcanzar un lugar en la Asamblea Nacional. 

Es ese mismo sistema de partidos el que se fue convirtiendo cada vez con mayor fuerza en múltiples sistemas subnacionales de partidos, algo que en parte se explica a partir de la existencia de espacios intrarregionales claramente diferenciados en términos económicos, sociales y culturales, así como del diseño institucional del sistema político que traduce estas diferencias en clivajes.

En esa línea es posible advertir un marcado desequilibrio entre los poderes del Estado, con claro predominio del Poder Ejecutivo nacional sobre el legislativo en términos constitucionales aunque con la carencia de un correlato en el plano político, lo que explica la reiteración de ejecutivos constitucionalmente fuertes pero políticamente débiles. 

Estas características se traducen en el Ecuador de la democracia: bloqueo político permanente ocasionado por las pugnas de poder entre Legislativo y Ejecutivo, prácticas clientelares generalizadas y la constitución del Gobierno central como asignatario de recursos y potencial foco de conflicto distributivo. 

Así, desde el fin de la dictadura, estas condiciones llevaron a la configuración de dos tipos de problemas simultáneos y simbióticos: las crisis de representación y de gobernabilidad. 

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