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Olga Cossettini, la mujer que sacudió los pilares de la enseñanza

Con su apuesta, considerando la educación desde un sentido amplio e innovador donde se priorizaba la experiencia y la solidaridad, logró conformar uno de los proyectos de enseñanza que marcaron a la educación argentina del siglo XX, y dejó huellas en quienes la conocieron.

Olga Cossettini, la mujer que sacudió los pilares de la enseñanza
Olga Cossettini, la mujer que sacudió los pilares de la enseñanza

Si mencionamos a Olga Cossettini indefectiblemente nuestro pensamiento se traslada a la educación escolar; pero no cualquier tipo de educación. La rosarina nacida en San Jorge, una localidad de Santa Fe, fue maestra y pedagoga, y dedicó su vida a transformar la escuela tradicional.

Lo que la distinguió fue cómo logró trocar los formatos ortodoxos potenciando la estimulación y la creatividad de los niños y niñas. Aunque no estaba sola. Si bien Olga era la cabeza de esta propuesta, su hermana Leticia, era las manos, y en dicha práctica educativa aportó artes como el coro, teatro, los títeres, la danza, poesía y música.

Bajo esta doctrina los alumnos tenían contacto con la naturaleza, ya que fue ella quien impulsó las famosas excursiones a parques y plazas. Pero además del trabajo escolar fuera de las aulas, Olga propiciaba el diálogo permanente entre el barrio y la escuela, el empleo del arte como recurso didáctico, la vinculación estética de los niños y niñas con el entorno, y lo hacía con el objetivo de que se convirtieran en agentes de la cultura.

"En esa sociedad que es la escuela, el niño se mueve, actúa, es una célula viva; ser individual nutrido del elemento social que es la clase, la comunidad escolar. Al actuar adquiere conocimiento de sí, de sus fuerzas internas y forma su personalidad que cada día se manifiesta con perfiles propios, originales, distinta de la de los demás; pero al mismo tiempo se acentúa en él la necesidad de vincularse, de buscar contacto, de formar parte de la sociedad", decía Olga en el libro ‘En El niño y su expresión’, editado en 1938.

Esta corriente que adoptó la mayor de las hermanas Cossettini y que comenzó a desarrollarse en la bisagra de los siglos XIX y XX por más de que su mayor densidad gravitó en las entreguerras, lleva el nombre de Escuela Nueva, Escuela Activa o Escolanovismo, la cual propone una aguda crítica respecto a la pedagogía tradicional como así también el privilegio otorgado al infante como sujeto y no como objeto o tabla rasa del aprendizaje.

Olga Cossettini comenzó esta experiencia con una prueba piloto en la Escuela Normal "Domingo de Oro", ubicada en la ciudad de Rafaela, Provincia de Santa Fe y luego se concretó en la Escuela Nº 69, "Dr. Gabriel Carrasco", de la ciudad de Rosario situada en el corazón del barrio Alberdi, cuando Olga logró el cargo de Directora, allá por el año 1935.

Un día en la escuela de Olga Cossettini

"Mis recuerdos allí son felices. Una escuela con patio de tierra, gallinas, conejos, huerta, un Centro Cooperativo importante, plantas... Allí fui muy feliz. Realmente éramos siempre recibidos con una sonrisa, con buen modo, invitándonos a no faltar", cuenta Amanda Pacotti, ex alumna de la histórica Escuela Carrasco y heredera del legado de Cossettini.

"Allí me encontré por primera vez con un microscopio y una lupa...todo un mundo para mí. Era maravilloso poder observar los caracoles que juntábamos en el patio los días de lluvia y ver el agua correr por los bordes de las hojas", detalla y continua: "No teníamos pupitre sino mesas hexagonales y una mesa de arena que nos servía tanto para jugar como para poder armar el cauce de un río. Todos compartíamos, todos participábamos", recuerda en diálogo con Filo.News.

En ese sentido, Amanda cuenta que "Olga decía que el cuaderno era un documento del niño y que para corregir había que pedirle permiso al niño. Usaba mucho la autocorrección o si no la corrección de tu compañero. La estrategia de ella era la escucha, la reflexión y ese profundo respeto por cada uno de los chicos".

Amanda Pacotti, ex alumna de la histórica Escuela Carrasco y heredera del legado de Cossettini. Foto: Amanda Pacotti

"Había una biblioteca abierta donde íbamos por el placer de leer no para cumplir con una tarea. Aún hoy puedo describir el perfume que yo sentía, el olor de esos libros viejos que después supe que eran libros personales de la biblioteca de Olga y Leticia que ellas ofrecieron a la biblioteca popular durante su gestión", explica y con su relato nos traslada al 1948.

Por quebrar la barrera del enciclopedismo que proponía la escuela tradicional "se decía que  no aprendíamos nada, pero no era cierto, nos preparaba para enfrentar las cosas de la vida", refuta Amanda. Y afirma: "Yo pude ingresar al Normal 1 y cursar los 5 años de maestra normal nacional sin inconvenientes. Sin brillo pero sin fracaso. Pude recibirme contenta y así fui maestra".

Claro que Olga, aquella mujer alta y de pelo blanco, elegante, a quien define como "hermosa", "muy gentil" y "siempre leyendo", tuvo que ver en su decisión de elegir la docencia como el medio para "ganarse la vida". "Me marcó. Ella en la dirección donde trabajaba siempre tenía la puerta abierta. Era una escuela de puertas abiertas, no de vallas. Fue un puente tanto para los alumnos como para la comunidad. Me gustaba pasar para espiarla, para verla", cuenta Pacotti.

Más tarde, la propuesta pedagógica que la maestra santafesina implementó en la escuela Carrasco comenzó a recibir los embates de las políticas propias de los años cuarenta. En 1944 la escuela perdió el carácter experimental y en 1950 Olga abandonó las aulas. Desde ese entonces, su labor se afianzó en la escritura y publicación de libros, en la gestión editorial y también en la administración educativa en distintas provincias argentinas. 

"Olga una vez me dijo que yo tenía la obligación de mucho o poco, bien o mal, devolver a la comunidad lo que yo había recibido", recuerda Amanda, quien actualmente es coordinadora de la Red Cossettini, un medio a través del cual se difunde la experiencia de las docentes Olga y Leticia. La idea surgió a raíz de la muerte de Olga el 23 de mayo de 1987. Aquel día, junto al féretro se dio cuenta que "el sistema no iba a reconocer fácilmente lo que fue aquella experiencia si no la retomábamos los ex alumnos".

Las hermanas, con sus perfiles conservadores, nacionalistas y católicos, fueron las caras visibles de un proyecto educacional que se expandió más allá de los límites del barrio Alberdi, de la provincia y del país. Fue el éxito el que las llevó a su expulsión, siendo su posicionamiento ideológico de "izquierda progresista" contrario al gobierno "populista y nacionalista" de turno. Se quedaron sin trabajo y sin hogar pero con el cariño de los pobladores del barrio Alberdi, quienes de modo solidario, les construyeron una casa.

Revolucionar la enseñanza

"Ellas no corregían con rojo y escribían o enseñaban a leer y a escribir en mesas de arena lo que permitía que los chicos pudieran borrar para que no quedara el error en un cuaderno como suele ser hoy. Había una valoración del error del niño. Se respetaba lo diferente y la afectividad. Además, rompieron con esa escuela rígida que venía planteándose en cuanto a horarios y espacios, y propusieron flexibilidad", analiza Carina Cabo, la Secretaria de Cultura y Educación de Rosario, en diálogo con Filo.News.

Y destaca: "Otro elemento importante es que el maestro se corre de ese lugar para transformarse en un maestro guía que respetaba el interés del niño, su personalidad y valoraba lo que el niño hacía en su aula, estimulándolo, potenciando su creatividad y, a su vez, teniendo un contacto muy fuerte con la naturaleza".

Si bien Olga y Leticia no fueron las fundadoras de esta experiencia pedagógica, ya que hay docentes de distintas partes del mundo que marcaron antecedentes sobre estas prácticas en el siglo XIX, sí fueron las responsables de mostrar un cambio de paradigma para poder pensar diferentes experiencias relacionadas a la enseñanza en la Argentina. Y aunque muchas maestras hoy aplican esas temáticas, sigue habiendo vestigios de la escuela tradicional.

"Hoy seguimos teniendo a los maestros al frente, los alumnos sentados mirando uno detrás del otro la nuca del compañero. Eso hace que el maestro se siga poniendo en el lugar de poder saber. En cambio, ellas se corrieron y se pusieron más en el lugar de autoridad pedagógica y no tanto de autoridad en el saber", explica la Secretaria.

En ese sentido, Cabo hace una profunda reflexión sobre los cambios que deberían impulsarse en las metodologías de la enseñanza actual: "Creo que deberíamos haber usado de puntapié toda la propuesta de las Cossettini y esta mirada de la escuela activa porque pueden provocar bienestar en los estudiantes. Lamento que no se haya podido viralizar esa experiencia que yo creo que fue maravillosa y que la escuela crítica, a partir de la década del 60, se haya podido complementar con ellas. Obviamente que lo vemos en la práctica, ya que hay muchos docentes que entre todas sus lecturas pueden apropiarse de esas ideas y llevarlas a cabo, pero dependen de la buena voluntad del docente. Es fundamental que desde el Estado nacional y los gobiernos provinciales provoquen un cambio radical en la escuela”.

Y continua: “La escuela debe servir para desarrollar la creatividad, para enseñar a hablar, para aprender a escuchar, para que los niños desarrollen todas sus potencialidades, para que respetemos sus limitaciones y, a su vez, para desarrollar las inteligencias múltiples. Todo esto que impulsaron las hermanas Cossettini y que se impulsó desde el mundo con algunas experiencias, debemos retomarlas y que los estados tomen cuenta de esto para poder hacer un cambio de paradigma en cuanto a espacios y tiempos en la escuela. Hay que romper con esta mirada tradicional de las clases de 40 minutos, si hoy sabemos que una persona no puede prestar atención más de 20. Hay distintas maneras de ver la inteligencia. Y creo que hay que poder incentivar al niño para que desarrolle inteligencias en función de sus intereses y su contexto. Es ahí donde el Estado tiene que potenciar y servir de mediador. Es fundamental que podamos tomar las teorías pedagógicas y trabajarlas con la buena voluntad de los docentes y con un Estado que pueda reflexionar sobre las características de su contexto. Todos los recursos materiales que nosotros podemos tener, como un afiche, una lámina, una película o un video, el docente tiene que valorarlo y ver cómo le sirve ese material en su clase para provocar una construcción del conocimiento. Creo que todavía nos falta ver esta posibilidad y no ver al niño como un vago o inoperante. Tenemos que adecuarnos y adaptarnos a las infancias actuales".

Encontrar en el pasado nuevos caminos para el presente y el futuro

Sumergirse en la obra de Olga Cossettini es una invitación a pensar en que si se quiere, se puede enseñar y aprender de una manera diferente, más amigable y ponderando a los alumnos, la naturaleza y el arte como protagonistas. Y, por qué no, también es un llamado de atención a la formación que reciben los chicos y chicas por estos tiempos.

"Ese legado está prendiendo lentamente: se está recuperando el orgullo de ese viejo oficio de enseñar, el orgullo de ser maestra. Esta pandemia nos va a obligar ahora o nunca a cambiar lo que debe ser la escuela lo que debe ser un maestro. Los maestros han sido heroicos de asumir como pudieron la situación: de repente la escuela se virtualizó y no tuvieron más los chicos adelante. Hay que trabajar mucho en formación docente" analiza Amanda Pacotti.

Y concluye: "Estamos a tiempo. Creo en los jóvenes. Pero también creo que a el maestro o equipo directivo que quiere innovar no le resulta fácil, pues se los chupa el sistema. Hay un abandono de infancia y educación pero no todo está perdido por toda la gente que está haciendo algo".

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