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"Preso" por amar y no por matar: la historia del boxeador gay que marcó un hito

Emile Griffith mató a golpes a Benny Kid Paret, quien lo llamó "maricón" arriba del ring durante una pelea. Ernesto Cherquis Bialo habló del histórico combate con Filo.News y analizó: ¿Podría existir un caso similar en la actualidad?

"Preso" por amar y no por matar: la historia del boxeador gay que marcó un hito

A veces pasa. Las opiniones ajenas sobre las decisiones y acciones que cada uno elige y hace en su vida vuelan por la mente, al menos hasta que quien las recibe toma la determinación de aceptarlas o, simplemente, desprenderse de ellas. Pero hay excepciones. Como la del boxeador Emile Griffith, quien hasta que la demencia desencadenada por tantos golpes recibidos lo dejó, se preguntó una y otra vez por qué la sociedad le perdonó haber matado a un hombre arriba de un ring y no haber amado a otro.

Lo que ocurrió la noche del 24 de marzo de 1962 sobre el ring del Madison Square Garden, en Nueva York, cambió la historia para siempre. Griffith mató a Benny "Kid" Paret, quien fogoneó su ira al llamarlo "maricón". En el duodécimo round fueron uno, dos, tres… 29 golpes consecutivos, 18 del ellos en apenas seis segundos. Una salvajada que contó con la complicidad del árbitro Rudy Goldtein, que no paró a tiempo el combate y, claro, después de esa pelea no dirigió nunca más. Diez días después del enfrentamiento, el cubano permaneció en coma y murió como consecuencia de la paliza.

La vida del boxeador nacido en las Islas Vírgenes cambió para siempre luego de aquella noche. Y la de muchos otros que no fueron Emile Griffith, también.

"La pelea entre Paret y Griffith tiene un hito fundamental: el reconocimiento implícito del primer boxeador que se reconoce homosexual a posteriori de lo ocurrido. El hecho de que su rival sobre el ring, para provocarlo psicológicamente y llevarlo a un terreno fuera del equilibrio emocional, sea decirle 'maricón', homosexual o como se pudiere decir en el argot de los boxeadores de la raza negra, marcó un punto de inflexión", le contó Ernesto Cherquis Bialo a Filo.News.

Además, el periodista agregó que "a raíz de la muerte de Paret, otros boxeadores comenzaron a hablar. Fue una salvajada lo ocurrido y una reacción que Griffith no había tenido antes con ningún adversario y no tuvo después".

Hoy… ¿Podría existir otro Emile Griffith?

Si estuviese vivo, probablemente, el boxeador que fue campeón del mundo en las categorías mediano y welter podría haber derribado la icónica frase que confesó en su biografía Nine, ten and out, the two worlds of Emile Griffith (Nueve, diez y fuera, los dos mundos de Emile Griffith): "Sigo pensando qué extraño es todo. Maté a un hombre y la mayoría de la gente lo entiende y me perdona. Sin embargo, amo a un hombre y para mucha gente eso es un pecado imperdonable que me convierte en una mala persona. Nunca fui a la cárcel, pero he estado preso casi toda mi vida".

"Nunca fui a la cárcel, pero he estado preso casi toda mi vida", Emile Griffith.

Claro que el avance de la sociedad en cuanto al respeto por las libertades y la legalización de los derechos no fue de un día para el otro. Tal como ocurrió en la mayoría de los países del mundo, la aceptación de la homosexualidad en Estados Unidos varió notoriamente en sus estados. De ser considerada un pecado o una enfermedad, hasta ser observarla como un hecho natural. Esa conversión se produjo de manera escalonada en los 50 estados que componen la nación norteamericana. Mientras a fines de los 80 y principios de los 90 hubo ciudades que comenzaron a aceptar registros de parejas homosexuales, en algunos estados, incluso en 2003, castigaban los actos entre dos personas del mismo sexo. Hasta que en junio de 2015, todos los estados del país reconocieron el matrimonio homosexual, una decisión de la que ya gozaba la Argentina hacía cinco años.

"Se tomaría de otra manera porque hay una cultura diferente. El homosexual no es un objeto de degradación. Un boxeador considerado homosexual en aquella época era avergonzante. Hoy Griffith diría que lo es, lo asumiría, cosa que no pasaba en los comienzos de los 60. No existiría la exacerbación de furia que desató en él decirle 'puto' arriba de un ring, porque hoy está admitido afortunadamente por la sociedad como un hecho casi natural", explicó Cherquis Bialo, de 78 años, que conoció a Griffith cuando el boxeador vino a Buenos Aires a pelear con Carlos Monzón, en 1971.

Y concluyó: "No sólo fue un avance de la sociedad, sino de los millones de placares abiertos que ganaron la batalla de que la comunidad los acepte tal como son y de que cada uno puede elegir su sexo".

"No sólo fue un avance de la sociedad, sino de los millones de placares abiertos que ganaron la batalla de que la comunidad los acepte tal como son y de que cada uno puede elegir su sexo", Ernesto Cherquis Bialo.

En un mundillo emparentado históricamente con los "machos" como lo fue el boxeo, Griffith rompió una puerta que muchos fueron cruzando con el paso de los años. Se trató de la entrada a un mundo que deja ser, pensar y vivir a cada cual como lo siente. Un mundo en el que viven millones, como lo haría Griffith, que habita Cherquis, y que todavía tiene lugar para aquellos que están del otro lado.

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