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"¡Ayuda, estamos aquí", el desesperado pedido de una víctima del terremoto en México

Lucía Zamora, una joven de 36 años, fue una tantas de las víctimas del terremoto que pudo salir de los escombros gracias a los rescatistas. El relato de sus 30 horas de miedo y angustia
"¡Ayuda, estamos aquí", el desesperado pedido de una víctima del terremoto en México
(Foto: NA)

Todavía no recuerda cómo pasó, pero a la una de la tarde del 19 de septiembre, Lucía Zamora trabajaba tranquila en su escritorio y, cinco minutos después, estaba atrapada entre escombros del edificio derrumbado de su oficina.

A partir de ahí, esta joven de 36 años pasó más de treinta horas encerrada en un reducido espacio entre los escombros del edificio de seis pisos, en el barrio Roma de Ciudad de México.

A casi cuatro días de salir por el hueco que hicieron los rescatistas, Lucía sigue acomodando sus recuerdos, y después del "shock" dice que ahora busca saber por qué se ganó esta "segunda oportunidad" de vida. Pero eso lo hará con "tranquilidad", señala NA. Por lo pronto, no quiere salir de casa de su hermana.

Foto: NA

Tiene claros varios momentos: "Comenzó a temblar y tomé mi celular y me dirigí a la recepción, y un compañero, Isaac, nos decía que nos dirigiéramos hacia las escaleras de emergencia y no alcancé a llegar, me quedé a la mitad del camino cuando el techo se desplomó encima de nosotros", relató.

"Cuando terminó de caer todo (...) se escuchaban gritos, alaridos, gente llorando, y lo primero que hice fue tomar mi celular, ver si podía hacer una llamada pero no había llamadas, después recuerdo que recé", recordó la joven. La distancia entre su cara y una loza de cemento era de apenas un palmo.

"Estiré un brazo y el rescatista me tomó de la mano y para mí fue un respiro"

  "El rescate fue hasta el otro día, no tengo muy claras las horas, pero como entre cuatro y cinco de la tarde (del miércoles 20 de septiembre) comenzamos a escuchar muchos ruidos y la maquinaria cada vez más cerca. Ahí fue cuando más y más nos unimos para gritar", afirmó Lucía.

"Los rescatistas nos hacían bromas, nos hacían prometerles que les invitaríamos una cena, me decían que ya habían visto una foto mía y que tenía una sonrisa muy linda", contó entre risas, sobre el rol de quienes les salvaron la vida.

Al salir "estaba lloviendo y la lluvia en la cara fue la sensación más maravillosa de la vida, de gratitud, y todos (los rescatistas) aplaudían; cada vida que salvan es una gran celebración, lo toman como un nacimiento", concluye Lucía.

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