Año impar es año electoral y si bien el gobierno quisiera exhibir sus logros económicos el escenario para este año tiene de estrellas la incertidumbre y variables macroeconómicas que preocupan.

Tras las caída de entre 2,5 y 3% en el producto bruto interno en 2018, un número que tal vez parece lejano pero que se observa en el día a día en la caída del consumo, consecuente con la pérdida de poder adquisitivo, y un uso de la capacidad instalada cerca del 60%, con el aumento del desempleo correspondiente. 

El sector privado orientado al mercado interno esta en crisis, desde las pymes denuncian un estado terminal y las políticas públicas no parecen ir al meollo de la cuestión: el modelo productivo. 

En el intento de lograr el equilibrio fiscal, propuesto como objetivo central del presupuesto de 2019, la economía local se ajusta y la estabilización tarda más de lo prometido. Incluso, los efectos de la recesión sobre la recaudación tributaria muestran que será difícil alcanzar el tan preciado equilibrio este año. 

La ficha esta puesta en el sector orientado al sector externo, favorecido por un crecimiento del valor del dólar de más del 100% en el año que termino. La recuperación económica de Brasil y aparentes acuerdos de comercio bilaterales dan esperanza a una parte de la economía.

Sin embargo, si sabemos de historia argentina sabemos que los sectores tradicionalmente atados al sector externo no tienen un gran poder de derrame y las ganancias no suelen evidenciarse para el ciudadano a pie. Es por esto que en las propias estimaciones del gobierno si bien se espera un crecimiento histórico de las exportaciones, esto no es acompañado por un crecimiento de las demás variables sino que compensa la caída en el consumo, público y privado, y en la inversión. 

En todas estimaciones el movimiento del dólar es central, con una economía con los ojos afuera esta variable cobra un protagonismo mayor al que ya tiene históricamente en nuestro país. 

Si bien la inflación discursivamente se vinculo casi unilateralmente con la emisión monetaria el 2018 fue la muestra de que el aumento en el tipo de cambio también tiene efectos en el incremento generalizado de precios siendo que las corridas cambiarias nos dejaron con el saldo inflacionario más alto en 27 años. 

La economía actual no puede aguantar otra corrida cambiaria. Para que la inflación siga creciendo cada vez menos es necesario que se mantenga el valor de la divisa norteamericana y aumente de forma progresiva, sin saltos. Esto en un contexto internacional adverso, atravesado por las políticas de fortalecimiento del dólar de parte de la Reserva Federal y la guerra comercial entre Estados Unidos y China, también trae incertidumbre.