Tras su debut en la cumbre del G-7 transcurrida desde el sábado al lunes último en Francia, Boris Johnson parece haber captado dos mensajes: no hay tiempo para renegociar la salida de Gran Bretaña con la Unión Europea y que las fronteras interiores de Irlanda se tienen que mantener abiertas. 

A partir de esto es que el primer ministro planea una estrategia por lo menos inusual para poder lograr sus propósitos: finalizar el período de sesiones del Parlamento. 

Según lo dispuesto por el cronograma oficial, el legislativo británico termina sus funciones en dos semanas y retoma actividades el 14 de octubre en el marco del famoso discurso que la Reina Isabel II suele dar ante el cuerpo, esto es 17 días antes de la fecha límite que la Unión Europea dispuso para concretar la salida del bloque. 

De esta manera, y a tono con una gran cantidad de capítulos que nos está dando el sistema internacional, nos encaminamos a una situación sin antecedentes en la siempre referencial historia legislativa británica. 

Johnson va a solicitar la para muchos desconocida "prórroga parlamentaria" que paradójicamente significa que se cierren las sesiones ordinarias del Parlamento. 

Según lo dispuesto por la ley, la Reina queda obligada formalmente a ordenar el cierre del periodo de sesiones si así se lo pide el Gobierno. 

La maniobra busca entonces sacarle tiempo a los sectores de la oposición que quieren trabar la posibilidad de que el Reino Unido se retire de la Unión Europea sin acuerdo.

De esta manera, salvo algunas excepciones que restan definirse, todas las iniciativas legales en trámite hasta ahora quedan disueltas y para recuperarlas va a ser necesario iniciar un nuevo proceso en un nuevo periodo.