En estos días cumpliría 69 años el querido Luca Prodan. Murió el 22 de diciembre de 1987, y nos dejó un vacío enorme. El cantante de Sumo tenía solo 34 años. Por algún motivo, Luca es una figura de la cultura popular que suele asociarse a la muerte. Incluso cuando estaba vivo.

Su tumba en Avellaneda es, desde hace mucho tiempo, un lugar de peregrinaje. A más de tres décadas de su muerte, la cara de Luca sigue presente en remeras, tatuajes y paredes. Por supuesto también en la música.

La muerte de Luca fue un caos tanto como su vida. Los músicos de Sumo fueron a la comisaría para preguntar qué tenían que hacer con el cuerpo. La pregunta que se hacían era “¿dónde lo metemos?”.

Luca no tenía domicilio formal y ninguna casa velatoria quería recibirlo. Los cementerios estaban atestados. Al final lo pudieron llevar al cementerio de Avellaneda.

La tumba de Luca se convirtió en un lugar muy visitado. Un caso único en el país para un músico, solo asimilable, tal vez, a Carlos Gardel o a mitos populares como Gilda o Rodrigo. Es posible que el ejemplo internacional más cercano sea Jim Morrison, cuya tumba en París está llena de obsequios, adornos y ofrendas de sus fans.