Eran las 8.33 de la mañana del miércoles 22 de febrero de 2012. El tren 3772 de la línea Sarmiento, con chapa número 16, ingresó en la plataforma 2 de la estación terminal de Once pero no pudo frenar su marcha. La formación chocó contra los paragolpes de la terminal. La tragedia era un hecho.
El tren estaba repleto de gente. Los tres primeros coches fueron los más afectados. El hecho puso de manifiesto que las condiciones en las que viajaban los usuarios del ferrocarril no eran ni de cerca las mejores. Pero con la tragedia de Once todo eso cobró otra relevancia.
En ese momento, la concesión de la línea Sarmiento era de la empresa Trenes de Buenos Aires, también conocida como TBA, propiedad de la familia Cirigliano. Enseguida, el ojo de la opinión pública se puso en la empresa y en los funcionarios que tenían a su cargo el área: Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime, ex secretarios de Transporte, y Julio De Vido, ex ministro de Planificación.
La Tragedia de Once implicó dos juicios. El primero, con sentencia en el año 2014, condenó a 21 personas, entre ellos 18 empresarios que formaban parte de la concesión, dos funcionarios y el conductor del tren del accidente.
El segundo juicio se hizo en 2018, y en él se absolvió a Julio De Vido, entonces ministro de Planificación de la Nación y principal acusado por su responsabilidad en el accidente. En 2020, la Corte Suprema de Justicia confirmó las condenas a 18 acusados.
En el fallo de 2015, los jueces establecieron que las condiciones de funcionamiento del tren eran malas porque los fondos públicos que se recibían no eran destinados a mejorar el servicio. Y se detalló que los funcionarios no habían controlado el destino de esos fondos.
Más allá de las responsabilidades políticas y empresariales, el foco estuvo en Matías Córdoba, el maquinista de la formación. ¿Por qué? Porque reconoció haber sido el responsable del hecho al desconectar el freno de emergencia.
La Tragedia de Once es, sobre todo, un conjunto de historias de personas cuyas vidas fueron truncadas para siempre. Gente que esa mañana iba a trabajar, o a estudiar, o que llevaba a sus hijos al colegio. Personas que tenían sueños, anhelos, ilusiones. Entre las víctimas de la Tragedia de Once había personas de seis nacionalidades: 42 eran argentinas, 5 paraguayas, 2 bolivianas, 1 chilena, 1 china y 1 peruana. Había desde niños de cuatro años hasta adultos mayores.
A diez años de una de las mayores tragedias ferroviarias de la historia argentina, la sensación sigue siendo de impunidad, a pesar de las 18 condenas. Julio De Vido fue absuelto. Juan Pablo Schiavi, ex secretario de Transporte, obtuvo la libertad condicional por haber cumplido dos tercios de su condena. Marcos Córdoba, el maquinista de la tragedia, recibió el mismo beneficio. El único funcionario vinculado a la tragedia que sigue preso es Ricardo Jaime.