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Ciencia #animales#Biología#Comportamiento

Animales con sociedades matriarcales

Los humanos no somos los únicos animales que nos agrupamos en sociedades con ciertas reglas que es necesario cumplir.  

Animales con sociedades matriarcales

Aunque el slogan “supervivencia del más apto” con el que se sintetizó popularmente la teoría darwiniana condujo a algunos malentendidos -especialmente, a aquel que supone que todos los individuos de una especie son necesariamente egoístas y que viven aislados, porque el egoísmo es la estrategia que conviene siempre -, los animales construyen sociedades muy complejas, con reglas propias que contribuyen a su supervivencia. 

Se les llama “animales sociales” a aquellos que interactúan de manera especialmente activa con otros miembros de su especie, al punto que, si se observan estas interacciones en detalle, pueden reconocerse los rasgos de una verdadera sociedad (ciertos comportamientos estereotipados, el respeto de determinadas prohibiciones, una economía específica de los vínculos, etc.).

 Los animales sociales viven en entornos muy complejos: tienen que estar siempre alertas para poder generar respuestas rápidas a partir de la información que reciben de su medio ambiente y del resto de la sociedad. Una de las respuestas más importantes frente a estos estímulos son los cambios comportamentales

En las sociedades animales existen rangos: no todos los individuos tienen la misma jerarquía dentro del grupo, y el respeto del estatus se vuelve fundamental para la convivencia. El lugar que cada miembro detenta en el grupo regula su acceso a la reproducción y a diversos recursos fundamentales para la supervivencia: alimentación, territorio, refugio. Si bien la mayoría de los mamíferos son solitarios (se aparean y si te he visto no me acuerdo), un menor número de especies son sociales, y esta sociedad puede ser simple (una pareja) o compleja (un grupo). 

La función de la agresividad y su diferencia con la violencia

El acceso a los recursos se organiza a través de la competencia entre individuos. Es en este punto donde surge el concepto de agresividad, que tan mala prensa tiene dentro de la especie humana. La agresividad, sin embargo, es una conducta adaptativa y ampliamente extendida, que participa de la resolución de conflictos y determina la distribución espacial de las poblaciones animales.

En un momento del conflicto agresivo, uno de los animales se somete al otro y emite señales de sumisión que son atendidas y respetadas por el individuo que resultó ganador de esa contienda y que finalmente será el dominante. Esos conflictos, por más desagradables que se vean a nuestros ojos, contribuyen a organizar la sociedad

A menudo se suele confundir la agresión con la violencia, pero no son lo mismo. Mientras que en la primera hay una serie de códigos implícitos que se toman en cuenta y que contribuyen de algún modo al establecimiento de una sociedad (como, por ejemplo, que ante las señales de sumisión el ataque se interrumpe y se establece, como resultado de la contienda, una jerarquía), el comportamiento violento dentro de una misma especie, que no es común en animales en estado natural, es puro costo: las señales de sumisión son desatendidas por parte del dominante, la interacción es muy fuerte y, por tanto, los daños que se infligen los individuos son mucho mayores, al punto que resulta frecuente que el individuo que pierde, muera. El valor adaptativo de los comportamientos propiamente violentos es nulo.  

Sí se explora la literatura, se encontrarán pilas de artículos acerca de los conflictos agresivos entre machos en relación a la reproducción y el territorio y los tipos de organizaciones sociales patriarcales que de allí surgen. No es casualidad, dado que la agresividad entre machos es muy frecuente en la naturaleza. Pero son mucho menos numerosos los trabajos científicos en donde se analiza, desde una perspectiva ecológica y evolutiva, la agresividad entre hembras, que sin embargo se da en muchas especies por diversos motivos, y no solamente en aquellas que tienen una organización social claramente matriarcal (como las orcas, suricatas, elefantes, lémures y bonobos). Veamos tres ejemplos. 

La rata topo desnuda: eusocialidad en mamíferos

La eusocialidad es el nivel más alto de organización social que se puede dar en los animales. Los animales eusociales cooperan en el cuidado de la cría y suelen tener castas estériles y castas reproductoras claramente diferenciadas: o sea, algunos individuos no pueden dejar descendencia. En estos casos, suele haber superposición de generaciones por la longevidad elevada de la casta reproductora.

Este tipo de socialidad es más común en artrópodos como hormigas, abejas y termitas, pero también existe en unos pocos mamíferos. Entre ellos, se encuentra el animal más feo del mundo: la rata topo desnuda (Heterocephalus glaber).

 La rata topo desnuda vive en sistemas complejos de  galerías construidas por los individuos de la casta estéril, que no sólo no dejan descendencia sino que tienen que trabajar para que las crías de otros puedan sobrevivir. En la colonia, la reina monopoliza la reproducción y se aparea con hasta tres machos a la vez. El resto de los machos y todas las hembras están inhibidas sexualmente por la reina y se encargan del mantenimiento de los túneles, de la defensa del territorio y de colaborar con el cuidado de las crías. 

Los sistemas de túneles poseen zonas comunes donde las ratas orinan y se revuelcan para mantener el olor común de la colonia y se supone que el contacto con la orina de la reina es lo que mantiene estéril al resto de los individuos

Si la reina muere, es reemplazada por una de sus hijas, que sufre importantes cambios cerebrales y hormonales mientras se prepara para ocupar el poder. El camino al trono, sin embargo, no es simple: para llegar, suele combatir hasta la muerte con algunas de sus hermanas.

La hiena moteada: un sistema reproductor y social complejo

Existen cuatro especies de hiena, pero la hiena moteada Crocuta crocuta presenta una particularidad que confunde a muchos: tiene un clítoris tan grande como el pene de un macho. Es el único mamífero que orina, cópula, descarta esperma no deseado y pare a través de su clítoris, lo que genera una alta mortalidad para las madres primerizas (hasta 30%) y para las crías que quedan atascadas en ese estrecho canal (hasta 60%).

La cópula es muy compleja porque el macho tiene que introducir su pene en el clítoris largo y estrecho de la hembra: debe realizar esta tarea con sumo cuidado, lo que requiere práctica y un buen tiempo de acicalamiento de la hembra. 

En el caso de esta especie, los niveles de andrógenos en circulación (hormonas que, en general, se detectan en mayor cantidad en los machos) son superiores en las hembras, y las máximas concentraciones se encuentran en las hembras dominantes. 

Las hienas moteadas se organizan en grandes clanes que se dividen por momentos en pequeños grupos y muestran diversos tipos de ceremonias de encuentro. Las interacciones agresivas y el respeto a la jerarquía de las hembras dominantes suele verse en su máxima expresión cuando pasan un tiempo sin alimentarse. Muchas ceremonias se relacionan con la pacificación del clan a través de contactos sexuales y exhibición de los clítoris erectos.

Más allá de la jerarquía, todas las hembras se reproducen y crían a sus hijos en espacios comunitarios aunque, en general, cada una se ocupa de sus cachorros. Las hembras suelen permanecer en el grupo en el que nacieron con una jerarquía similar a la de su madre y los machos, en cambio, suelen abandonar el grupo cuando alcanzan la edad reproductiva. 

Lo que se denomina risa de la hiena es un importante factor en su comunicación: a través de ella, los individuos se brindan entre sí información sobre su edad, su identidad individual y sobre el lugar que ocupan en la jerarquía social. 

El fosa: masculinización de las hembras antes de la pubertad

El fosa Cryptoprocta ferox es el carnívoro más grande de Madagascar. Lo poco que se conoce de este animal proviene de ejemplares embalsamados de museos o de individuos en zoológicos. 

Se trata de una especie solitaria en la que las hembras son más territoriales y agresivas que los machos. En cautiverio, las madres se vuelven particularmente agresivas con las hijas cuando cumplen un año.

Parecería que, para evitar enfrentamientos con hembras adultas (incluso con su propia madre), las hembras juveniles se masculinizan hasta sus tres años, que es cuando se vuelven fértiles. Sin elevar sus niveles de testosterona, adoptan sin embargo una apariencia masculina: por ejemplo,  desarrollan un clítoris grande y espinoso que se parece mucho al pene de los machos adultos, lo que genera una obvia barrera física que evita que sean copuladas por los machos antes de alcanzar la pubertad. Al llegar a adultas, el tamaño del clítoris se reduce y sus espinas desaparecen.

Si bien los niveles de testosterona en esta especie son menores que los de los machos, son muy altos en comparación con otras hembras de mamíferos.

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