Un artículo científico publicado en el Journal of Experimental Biology trata de explicar algo que nunca te preguntaste, pero que no deja de ser raro: cuando caminás, tus brazos suelen estar estirados, mientras que cuando corrés, se doblan a la altura del codo.

¿Por qué podría ocurrir esto? El mecanismo, según los investigadores, no había recibido hasta el momento la suficiente atención. La hipótesis que barajaron es que existe una especie de compensación mecánica entre la unión del hombro y la del codo. Doblar el codo reduce el radio de giro del brazo y, por ende, el esfuerzo de torsión del músculo del hombro, pero incrementando el esfuerzo de torsión del propio codo.

Esta compensación mecánica favorecería que tuviéramos los brazos estirados mientras caminamos y doblados mientras corremos. Los investigadores pusieron a prueba su hipótesis haciendo que ocho individuos caminaran y corrieran tanto con los brazos estirados como con los brazos doblados, mientras ellos medían la mecánica del movimiento de brazos y el consumo de oxígeno. 

Y la hipótesis de la compensación energética fue confirmada, al menos en parte: los brazos doblados reducen el esfuerzo de torsión de los hombros y aumentan el esfuerzo de torsión del músculo del codo tanto cuando se camina cuando se corre. Además, los brazos doblados incrementan el consumo de oxígeno un 11 por ciento cuando caminamos (lo cual explica por qué lo hacemos con los brazos estirados) pero también cuando corremos. 

Si caminar con los brazos estirados es una manera que encontró la selección natural para que optimicemos energía, queda la incógnita de por qué doblamos los brazos cuando corremos.