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En su afán de monopolizar el preciado contenido de cine y televisión, la casa de Mickey se convierte en el estudio más grande de Hollywood.
Ya es un hecho: la Walt Disney Company completó su adquisición de la corporación de multimedios 21st Century Fox por 71 mil millones de dólares. El trato fue anunciado a fines de 2017 y debió sortear una cantidad casi telenovelesca de obstáculos, desde una investigación antitrust que estuvo a punto de anular la operación, hasta una oferta paralela de Comcast que obligó a Disney a desembolsar 15 mil millones más de lo que esperaba.
¿Qué compra Disney por este precio? Básicamente, contenido. Decenas de miles de horas de series, películas y documentales. Y además, una serie de valiosísimas marcas y franquicias que Disney puede resetear y utilizar a su gusto, desde los Simpsons hasta las películas de los X-Men. La lista parcial es esta:
Igual de interesante es lo que Disney decidió no comprar. En Estados Unidos la marca Fox tiene ciertas connotaciones negativas. Como vimos mil veces en gags de la familia amarilla, el canal Fox de aire está relacionado con producciones vulgares y de bajo presupuesto, mientras que la emisora de noticias de dudosa credibilidad Fox News es el canal favorito del presidente Donald Trump, una estridente factoría de “fake news”.
Para no tener que lidiar con los aspectos más desagradables del imperio del magnate australiano Rupert Murdoch, Disney excluyó intencionalmente de la compra el canal de aire y el de cable, además del canal deportivo Fox Sports - pero sólo en Estados Unidos.
Este fue otro de los obstáculos de Disney, en especial en México y Brasil, países en los que la empresa aceptó vender inmediatamente sus filiales de Fox Sports para evitar romper regulaciones locales que buscan evitar la formación de un monopolio, ya que Disney es dueña de ESPN.
El interés público por la fusión es grande, y la razón por la que parece tan extraña es el contraste entre la imagen de las dos corporaciones. Disney es cálida y familiar, una empresa cuyo contenido busca evitar todo tipo de polémica, mientras que Fox es una marca que exalta su agresión y rebelde. Una es infantil, la otra es adolescente. Una es Capitán América, la otra es Deadpool.
Pero ¿qué representa la unión de dos grandes empresas para el consumidor de sus productos? ¿en qué mejora o empeora la oferta de Fox y Disney, al menos en el futuro cercano?
Según el CEO Bob Iger la cuestión es simple: el público quiere tener todo en el mismo lugar y la competencia entre dos marcas las devalúa, no las mejora.
“La adquisición de este conjunto de empresas refleja la demanda creciente del consumidor de experiencias de entretenimiento más atractivas, accesibles y convenientes. Estamos entusiasmados con esta oportunidad de aumentar nuestro catálogo de marcas y franquicias queridas para aumentar nuestras propuestas directas al consumidor.”
Con esas "propuestas directas" Iger se refiere al servicio de streaming Disney+, que se presenta el mes que viene y se estrena a fin de año. Esta plataforma similar a Netflix ofrecerá el archivo de Marvel, Star Wars, Pixar, Nat Geo y el contenido animado de Disney por un precio base (según dicen, más barato que el de la competencia) y estará orientada a un público familiar.
Disney no ha sido especialmente clara con sus planes de streaming, en especial en lo que respecta a Fox. Un servicio que incluya de forma exclusiva las películas de Marvel, las de X-Men, cine premiado como “La Forma del Agua”, el contenido de Disney Channel y “Los Simpson” parece irresistible, pero por las mismas cuestiones de personalidad de marca, Disney podría ir en otra dirección.
La adquisición de Fox le dio a Disney el control mayoritario del servicio de streaming Hulu, que tiene 25 millones de suscriptores en Estados Unidos y está relacionado con contenido más adulto, como la premiada serie “The Handmaid’s Tale” y la adaptación de Stephen King “Castle Rock”. El plan, al menos por ahora, es seguir promocionando este servicio, e internacionalizarlo en el futuro cercano, sumando el contenido de Fox a una plataforma apropiada para públicos mayores de edad.
Walt Disney Studios domina el mercado cinematográfico con mano de hierro entre el universo Marvel, el cine de animación, y las adaptaciones de clásicos animados a películas con actores reales. Su “know-how” es invaluable, y al recibir el catálogo de Fox buscarán revivir franquicias en desuso como “Día de la Independencia” o “Duro de Matar”, mientras que divisiones como Blue Sky (“La Era del Hielo”, “Pitufos”) se beneficiarán del conocimiento de los veteranos de Disney/Pixar.
El contenido de las películas no verá muchos cambios, con la excepción del universo Marvel, que podrá por fin incorporar (después del estreno de “Fénix Oscura”) a los personajes de la línea X-Men. La adición a este plantel de Spider-Man (cuyas películas están producidas por Sony Pictures) resultó un soplo de aire fresco, y estos héroes juveniles podrían ser el reemplazo perfecto de los ya avejentados Avengers. Lo más probable es que Disney busque reiniciar ese universo, eligiendo actores totalmente nuevos.
La gran pregunta tiene que ver con lo que pasará con “Deadpool” o proyectos de superhéroes para un público adulto, al estilo de “Logan”, ya que Disney no produce películas prohibidas para menores. Iger asegura que eso podría cambiar, siempre y cuando el público sepa a qué atenerse.
Pero hay otro cine, menos comercial y más ambicioso, en el que Disney no ha podido triunfar. En sus 95 años de historia, la compañía no ha ganado un sólo Oscar a mejor película, mientras que la división Searchlight de Fox se ha llevado cuatro en los últimos 10 años (“Quién Quiere ser Millonario”, “12 Años de Esclavitud” “Birdman”, “La Forma del Agua”). Iger ha prometido que no hará cambios en este estudio y el sitio oficial de Walt Disney Pictures tiene una imagen de la película de Guillermo del Toro en su lugar más prominente. Quizás Disney pelee un Oscar por primera vez, antes de cumplir su primer siglo.
Es difícil saber lo que pasará con los productos televisivos de Fox, ya que son los que menos encajan con esta visión familiar de la empresa del ratoncito. “Los Simpson” ya no son la potencia contracultural que eran en sus primeros años y que les ganaron críticas directas del vicepresidente y la primera dama de Estados Unidos, pero producciones como “Family Guy” y “American Dad” parecen ir directamente contra los valores de Disney.
Quizás la división más vulnerable sea FX Networks, un canal de cable no premium que tiene un estándar altísimo de calidad y ha ganado infinidad de Emmys y Globos de Oro en la última década gracias a series como “Fargo”, “Atlanta”, “American Crime Story” y “The Americans”. El líder de esta división, John Landgraf, está acostumbrado a trabajar sin mucha supervisión y podría resistirse a que Disney se involucre en el contenido.
Además del contenido, Disney compra franquicias valiosas para comercializar a través de ropa, juguetes, y todo tipo de objetos adornados con sus marcas y personajes. La explotación de estas marcas trae entre 4 y 5 mil millones de dólares anuales a la corporación.
Pero el mayor negocio de Disney está en los parques temáticos, y desde hoy, en teoría, todos esos personajes desde Homero Simpson hasta los extraterrestres de Depredador, se pueden sumar a las experiencias actuales y las que están en desarrollo - con ciertos límites.
Disney, a cualquier edad, es sinónimo de destino turístico, y el segmento de parques y resorts genera ingresos descomunales (20 mil millones de dólares, solamente en 2018). Fox nunca mantuvo un negocio propio de experiencias temáticas, sino que las ha licenciado a organizaciones como Universal Theme Parks, que abrió su área temática de Springfield en 2008.
El problema con estos contratos es que los términos suelen ser muy extensos. Parece raro, por ejemplo, que Disneyworld no tenga un área temática de Marvel, y esto es porque la editorial de cómics vendió los derechos a, justamente, Universal antes de ser comprada por Disney. Universal tiene una deslucida Isla de Aventura de Marvel en Orlando, mientras que Disney sólo puede usar personajes creados después del acuerdo, como los Guardianes de la Galaxia, que tienen su propia zona en Epcot Center.
Aunque parece algo positivo para los que prefieran tener un sólo proveedor para sus marcas favoritas, esta fusión tiene efectos negativos cuyo impacto difícilmente se perciba del lado del consumidor.
Disney es un estudio de producción y distribución de contenido que compró a Fox, un estudio de producción y distribución de contenido. Cada división de Disney tiene su organigrama y cada división de Fox la tenía. Y Disney no necesita a dos personas en cada puesto, por lo que se estima que entre 4000 y 10000 empleados de medio y alto rango perderán su empleo en los próximos meses, y varios más en el futuro cuando se restructure cada área.
Además del impacto real e inmediato en las vidas de esos miles de despedidos, este tipo de movimientos suelen afectar la cultura interna de un estudio, en especial cuando hay creativos involucrados.
La reciente fusión de AT&T y Warner, por ejemplo, fue tan dañina para los métodos de trabajo de HBO que en las últimas semanas renunciaron su directora de distribución y el CEO Richard Plepler, que trajo al canal éxitos como “Game of Thrones” y “True Blood”. Por eso varios ejecutivos de Fox renunciaron en los meses previos al fin de la operación, incluyendo a la productora Kira Goldberg que fue contratada de inmediato por Netflix.
Hoy empieza oficialmente la fusión. Será un proceso lento y doloroso internamente, y el público tampoco verá los resultados de forma inmediata. Más allá de la sensación de monopolio que provoca este proceso en la prensa de la industria, Disney promete respetar la esencia de cada una de las marcas y estudios que adquirió. Veremos dentro de dos años si esa promesa se cumplió.
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