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Cine y series #The handmaids tale

The Handmaid's Tale regresa, pero su impacto se ha reducido

Hulu estrena hoy la tercera temporada de la serie, pero la crítica ya no la aclama como antes

The Handmaid's Tale regresa, pero su impacto se ha reducido

La popular adaptación de la novela de Margaret Atwood en formato televisivo superó las expectativas de sus propios creadores y se transformó en un fenómeno cultural, trascendiendo los límites de la pantalla para articularse con el contexto social. Los trajes rojos concebidos por la autora en su distopía se convirtieron en un símbolo de protesta alrededor del mundo y la serie alcanzó gran reconocimiento entre el público y la crítica.

Pero la primera temporada, tan fiel al material original, terminó en el mismo lugar donde finaliza el libro, dando paso a una segunda libremente basada en el mundo concebido por Atwood. Ahora llega una tercera temporada que explora todavía más el sombrío universo de Gilead y la miseria combativa en que se ha convertido la vida de June, su protagonista.

Es difícil sostener un mundo tan distópico como este sin caer en un círculo vicioso, especialmente cuando los personajes principales tienen la posibilidad tan latente de escapar o de morir, pero vuelven a quedar cautivos. June decide no huir de Gilead en el final de la segunda temporada por su hija, sin embargo ya no estará confinada a la casa de los Waterford.

El foco de la serie estuvo puesto hasta ahora en la ciudad de Boston, pero aún falta explorar mucho cómo se sostiene este perverso sistema en la Capital y sus repercusiones en el exterior. Por eso, esta temporada pretende ampliar su narrativa hacia la ciudad de Washington DC y el vecino país de Canadá, a donde se exilian los que logran escapar.

El equipo de producción de la serie se trasladó a Washington en febrero de este año para filmar algunas escenas de la nueva temporada

Sin embargo, el futuro que anhela June parece estar cada vez más fuera de su alcance y su voluntad sigue sometida a los perversos juegos de los poderosos. Esta nueva temporada pasa más tiempo explotando las dinámicas que ya conocemos, que arriesgándose a llevar la historia hacia esos nuevos lugares que propone. Las críticas incluso señalan un uso abusivo de los recursos estéticos que fueron tan elogiados en la primera temporada, como los primeros planos y la cámara lenta.

Los comentarios más positivos apuntan al desarrollo de los personajes secundarios y las consecuencias de sus traumas fuera de Gilead, pero aparentemente la tercera temporada les dedica poco tiempo. En lugar de explorar estas nuevas aristas o darle una historia de trasfondo a personajes que la necesitan, la serie elige jugar con la dualidad de sus co-protagonistas, de quienes nunca se puede estar seguro si son aliados o enemigos.

Esto puede haber funcionado para construir un clima de tensión en la primera temporada, pero alarga lo innecesario a esta altura. La falta de crecimiento de su protagonista y las dilatadas injusticias que sigue sufriendo, hacen que sea bastante intolerable seguir con una serie que se revuelca en el sufrimiento pero otorga pocas recompensas.

Tal vez la segunda mitad de la temporada repunte. Desafortunadamente, seis horas es mucho tiempo para esforzarse con una historia que parece ser cada vez más deprimente.

Algunos afirman que a esta altura la serie se ha quedado sin nada para decir. A pesar de contar con la asesoría de Margaret Atwood, que tiene un nuevo libro en camino ampliando el mundo de la novela original, las ideas de la autora no alcanzan para sostener una serie que no sabe escribirse a sí misma. Al menos en los primeros seis episodios que la crítica tuvo la oportunidad de reseñar, la trama sigue recayendo en lugares que ya le son comunes y no le permiten avanzar.

Falta ver si la última parte de la temporada logra compensar estos defectos y remontar el espíritu de esta serie que supo aprovechar un momento coyuntural para narrar su historia y dejar una marca.

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