La pastelería es casi una ciencia exacta: para que el producto resulte com se espera, se deben que respetar las cantidades y los procedimientos de la receta con precisión absoluta.

Dinara Kasko, ucraniana de 30 años, lleva el concepto más allá y transforma sus preparaciones en un desarrollo tecnológico. Formada en arquitectura, hace cinco años dejó su trabajo en un estudio de diseño por el nacimiento de su primera hija, y al poco tiempo estaba dando luz a otra vida: su original emprendimiento de pastelería con una impresora 3D como protagonista. Kasko imagina las estructuras de sus tortas y postres y las plasma en papel, a mano, o en un programa virtual para luego trasladar la idea a su máquina de impresión. Una vez ahí, imprime un molde de plástico que después reproduce en silicona. El último paso es agregar los ingredientes comestibles de su receta y esperar a que termine la cocción.

Figuras con decenas de aristas y planos geométricos, pliegues perfectos y esferas relucientes: las obras de Kasko parecen construir un render de la superficie del planeta Tierra, con todas sus geografías y recovecos secretos; o bien podrían haber salido del sueño de un artista cubista. Solo se pueden definir como espectaculares. Quienes las han probado, además, aseguran que su arte es delicioso. 

En su cuenta de Instagram y en su página web, la pastelera comparte videos donde muestra el proceso de algunas de sus intrigantes creaciones. También vende sus moldes online (cuestan entre 40 y 80 dólares). En diálogo con The New York Times, aseguró que puede tardar hasta cuatro días en hacer una torta con su método, y que no siempre resulta según sus cálculos. "A veces, movés algo apenas y tenés que empezar todo de nuevo". En breve, un grupo de inversores va a inaugurar un local de pastelería en Doha, Qatar, y va a exhibir algunos de los diseños y recetas de Kasko. A su vez, proyecta que tendrá otras tiendas en Moscú y Boston. Mientras tanto, acá, en el fin del mundo, nos conformamos con admirar su magia desde lejos.