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De la cárcel al ring: el sueño de un equipo de boxeo tumbero

Máximo Simón Acosta cumple una condena de 16 años y desde que llegó, se armó un gimnasio para enseñar, practicar y formar a futuros talentos a los que les quiere cambiar la vida con el deporte.

De la cárcel al ring: el sueño de un equipo de boxeo tumbero
Máximo Simón Acosta, el sueño de volver a pelear como convicto

Jab derecho, jab zurdo. Esquive, cintura y jab derecho. La repetición en el espacio mínimo es el loop que amansa los días. El escudo de Gimnasia y Esgrima de La Plata está pintado en las paredes de la celda. A un costado de la puerta de chapa con la pequeña abertura para que los penitenciarios pasen la comida, se lee "La 22", denominación que recibe la barra brava del Lobo platense. Cerca de la ventana que da al patio, aparece el póster de una de las peleas entre Marcos "Chino" Maidana y Floyd "Money" Mayweather. En el piso, los bidones de agua.

La cumbia, como siempre, a todo volumen. No importa el día ni la hora. En ciertos lugares, el tiempo es otro. Lo sabemos ahora, que convivimos encerrados por riesgo sanitario. Lo sabe Máximo Simón Acosta, que golpea el cielo y tierra con la visera echada hacia atrás, como el personaje de Sylvester Stallone en Halcón, cuando busca fuerzas para ganar el camión cero kilómetro y así recuperar a su hijo de las garras del suegro millonario. 

Simón está acostumbrado al encierro, no quiere un camión nuevo. Simón tiene un sueño: formar una selección tumbera de boxeo. 

Para lograrlo, el bonaerense de 44 años armó un gimnasio en su propia celda durante la pandemia. Nacido y criado en La Plata, quiere reunir a los boxeadores de todas las cárceles bonaerenses y formar futuros profesionales y entrenadores. Esta es la historia de un hombre que aprendió a sufrir el round y no se dejó comer por la reja.

Máximo Simón Acosta en su celda.

Cuarta generación de boxeadores, su hermano Santiago "El Vendaval" Acosta, fue campeón argentino y sudamericano de peso mosca, además de pelear por el cinturón del mundo. 
"Con mis hermanos Pablo y Santiago –recordó Simón- ganamos los torneos provinciales. Dicen que fue un caso inédito en La Plata".

Simón lleva 9 años detenido y hace 8 que enseña boxeo a los internos. Entre guantes, recorrió 12 penales. Está convencido de que el boxeo es la salida de los presos a los problemas de la cárcel y de la calle. Antes de la pandemia, entrenaba al aire libre junto a sus compañeros de pabellón. Ahora trabaja en el gimnasio que armó en su propia celda y al que bautizó El Deportivo de la 30

"Tengo un cielo y tierra en la celda. Entrenamos con mi compañero, estamos engomados mucho tiempo. Porque acá –explicó- todavía no hay gimnasio para todos".  

"Acá" es la Unidad 30 de Alvear, cárcel de máxima extrema seguridad, de donde se fugaron los hermanos Martin y Cristian Lanatta, acusados de participar del crimen narco que conmovió al país décadas atrás. "Acá" todavía existen métodos que remontan a las mazmorras de otras épocas, con regímenes de 23 horas de encierro en celda y sólo una hora al aire libre. 

Simón no llora sobre su destino. "En Canadá" recordó su infancia y adolescencia, cuando su padre, primer entrenador de boxeo tumbero de la familia, iba a la Unidad 9 de La Plata a enseñarle a los presos. En su biografía, encontró la salida.

"Papá –recordó- sacó a varios pibes de la Unidad 9 de La Plata y los llevó a pelear. Ahora está en silla de ruedas, con artrosis, ya no puede hacerlo. Mis hermanos también hicieron lo mismo. Yo quiero formar una selección de boxeadores privados de la libertad. Hay muchos pibes que pueden cambiar su vida". 

Simón tiene siete hijos y nueve nietos. Esta es su segunda condena. La primera fue por robo. La actual, a 16 años de prisión, es por homicidio. Según el Tribunal Oral Criminal II de La Plata, Acosta y su hijo mataron a Carlos "El Chancho" Rodríguez de un disparo por la espalda, en la medianoche del 2 de junio de 2011 en la localidad de Altos de San Lorenzo. 

"Pensé que no volvía nunca más. La segunda –confesó- fue por homicidio, por defenderme. Maté al marido de la asesina de mi cuñada. Me condenaron a 16 años".

Simón jura que el boxeo es una oportunidad única para los presos. Lo nota en la mirada de sus pupilos. Por eso confía que los jóvenes que se sumen a su proyecto puedan ganarse la vida como entrenadores o boxeadores al regresar a la calle. 

Marcos Arienti, Secretario Internacional del Consejo Mundial de Boxeo

Hay antecedentes que respaldan el sueño de Simón. Marcos Arienti es Secretario Internacional del Consejo Mundial de Boxeo. Además es referente de Boxeo Sin Cadenas, proyecto que se realiza en distintas cárceles bonaerenses y que nació para dar respuesta a la problemática de los encarcelamientos tempranos en jóvenes de distintas barriadas populares. 

En diálogo con Filo.news, Arienti señaló que "el boxeo es una excelente herramienta para la formación y la incorporación de valores. Tanto en la calle como en una cárcel. Es un deporte pedagógico, en la medida que puede aportar a la formación educativa del sujeto y que propicia la integración social. El entrenamiento total de boxeo significa muchísimo más que lo que se puede ver dentro de un ring. Se trata, como en cualquier otro deporte, de la adquisición de una destreza física y deportiva privilegiando la vida activa y sana. Esta es una práctica de formación física, técnica y psicológica colectiva". 

Sobre la vida intramuro, Arienti aseguró que "el boxeo logra atraer a internos e internas por la adrenalina que genera practicarlo, por el respeto que despierta, y porque al finalizar cada entrenamiento los cuerpos quedan un poco más cansados y las mentes un poco más livianas".

Simón sabe que el boxeo es un camino difícil, de mucho sacrificio. También entiende que es una de las pocas herramientas para contener a la población carcelaria. Sus compañeros, agradecidos de su lucha. "Sé que les hace bien. Lo veo en su mirada. Este proyecto –se esperanzó- es un beneficio para las familias". 

Horacio Damián Zarza es de la zona norte del conurbano y comparte algo más que la celda con Simón. Rogelio Zarza, su padre, fue boxeador de la categoría superwelter entre 1972 y 1983, y peleó dos veces con el cordobés Juan "Martillo" Roldán, célebre púgil argentino de la década del 80, que combatió con colosos de la talla de Tommy Hearns y Marvin Hagler. 

Horacio también se animó a calzarse los guantes y atravesó la pandemia esquivando piñas. 
"Acá privado de la libertad, me habló Simón. Mi récord son todas peleas callejeras. Me gustaría darme una oportunidad de boxear", contó Horacio a Filo,news.

Walter Sosa trabajó en Estados Unidos junto a Mickey García, ex entrenador de Marcos Chino Maidana. Sus hijos son boxeadores profesionales. Sosa también da clases en cárceles y vive en Villa Hidalgo, San Martín, uno de los territorios más ásperos del conurbano. 

"Después de ir tantos años a la cárcel a través del boxeo, tuve buenas y malas experiencias. Todavía –explicó Sosa- hay pibes que vienen a entrenar a mi gimnasio y algunos hasta se animaron y pusieron sus gimnasios en sus barrios. Pero no es sólo dar clases a presos. Siempre que hacemos festivales en las cárceles, incluimos a los liberados y coordinamos con los detenidos la entrega de juguetes que ellos hacen para los jardines de infantes de la zona. Nos vinculamos a través del boxeo y así nacieron iniciativas solidarias. Juntamos alimentos, medicamentos". 

En la última semana, las autoridades de Alvear abrieron el patio para que los presos entrenen al aire libre. Después de estar "engomados" tanto tiempo, los internos lo agradecieron. En especial Simón, que hace un año renovó su licencia como boxeador profesional y quiere tener su última oportunidad en el ring. Sabe que será difícil, que no va a lograr un título del mundo.

No le importa. El quiere volver a combatir para que sus hijos lo vean en acción y así ganar la pelea estelar de su vida.

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