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Nuevo blog de denuncias: esta vez, Cielo Razzo

La banda está en silencio pero las fanáticas, en un blog similar al que hicieron hace una semana otras mujeres denunciado a Onda Vaga, relataron situaciones de violencia y abuso de menores en la camioneta de la banda. 
Nuevo blog de denuncias: esta vez, Cielo Razzo

Nuevamente un blog aparece en escena y cuenta, en testimonios anónimos, los abusos y violencias vividos por adolescentes fanáticas de una banda de rock, en este caso, el grupo Cielo Razzo. 

Son siete los testimonios que se parecen bastante uno de otro y que culpan y señalan a todos los integrantes de la banda de acostarse sistemáticamente de menores de edad, drogarlas y maltratarlas en la combi que los trasladaba a todos sus shows. 

La banda, por su parte, aún no emitió ningún comunicado al respecto, pero los testimonios continúan sumándose al blog de denuncia pública. 

Aquí, el primero y más impactante: 

Testimonio 1. Sacar la mierda de adentro.

Como lo dice el título. Así. Pasaron muchos años. Ya ni me acuerdo cuántos. Lo que sí recuerdo es la angustia y el miedo que sentí la noche que quedé varada en un pueblo que no conocía, a los 17 años sin saber cómo volver. Sin conocer a nadie. En el medio de la noche. Después de que uno de los integrantes de la banda Cielo Razzo decidió que ya se había cansado de jugar conmigo. Borracha, llorando. Con frío. Gracias a Dios encontré gente buena en el camino y llegué a mi casa sana y salva. Pero esta historia recién empieza. Ponete cómodx. 

Anoche no pude dormir leyendo los testimonios de las víctimas de Onda Vaga y finalmente tomé la decisión de contar mi historia.

No voy a revelar mi nombre ni mi procedencia. Tampoco a especificar nombres de los integrantes de la banda porque ya los saben y TODOS han sido parte de lo que voy a contar. ABSOLUTAMENTE TODOS. 

La primera vez que me subí al colectivo de Cielo Razzo era una piba. No había terminado el secundario. Un grupito de chicas del colegio escuchaban su cassette. El primero que habían sacado. “Buenas”. Me gustó. 

Fuimos a verlos con una amiga, lo recuerdo como si fuese ayer. Salimos de la terminal ilusionadas. Yo llevaba una mochilita como si nos fuésemos de excursión. 

No conocía las caras de los que tocaban. No había internet. En el cassette no había fotos porque era grabado. Nos sentamos tranquilas a tomar una cerveza cuando llegamos. Se acercaron, nos invitaron a seguir tomando. Dijimos que sí y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos adentro de la prueba de sonido. Se sentía bien, se habían fijado en nosotras. Más tarde nos invitan a subir al colectivo. Era un antro donde en el televisor ponían películas porno. Donde la droga corría como moneda corriente y las pibitas desfilaban buscando aprobación de sus ídolos. Donde subías siendo una y bajabas siendo otra. En ese colectivo de mierda dejé parte de mi adolescencia. 

Esa noche terminé teniendo relaciones sexuales con un tipo que me doblaba en la edad. No supe decir que no. Me manipuló. A mi amiga le pasó lo mismo. Habíamos caído en la red de perversión. Iba a ser muy difícil salir. Generaba como una adicción ser parte del círculo. 

La relación fan/banda tiene algo muy raro y particular. Enamoramiento, fascinación, admiración. Por la música, por el talento. Los roles están bien marcados. Cuando uno está arriba del escenario haciendo gala de sus virtudes, el otro abajo embelesado canta, ríe, vibra con las letras, se siente identificado y a veces hasta se enamora…

Yo: 17 años, sin demasiada experiencia en nada. Venía de una casa rota, muchos problemas de violencia familiar. Siempre había querido escaparme de todo y esto me venía como anillo al dedo. Estaba sensible, muy herida. No tenía construída mi personalidad ni a palos. De más está decir que no sabía lo que era decir que NO. En ese momento creía que me merecía lo que me estaba pasando. Que no servía para nada más que para satisfacer con mi cuerpo a los demás. Que no valía nada. 

Ellos: tipos de más de 30. Con familia. La habían empezado a pegar con la música y salían a los pueblos a tocar. Se descontrolaban. Eran pendejos fiesteros por una noche. Donde nadie los veía. Nadie los juzgaba. Sexo en grupo. Faso. Merca en bolsa. Todo estaba permitido en ese recreo cómplice dentro del bendito “colectivo”. Lo pongo entre comillas porque si ese colectivo hablara irían todos presos… Por suerte para ellos nunca nadie se enteraba. Llegaba el domingo a la mañana, echaban a las groupies como perros y volvían a sus hogares. Con sus mujeres, sus hijos. A ser padres normales con la estela de la vida paralela que dejaban atrás. Seguramente nunca se percataron que lo que hacían podía traer consecuencias. 

Hasta hoy. 

Quiero que entiendan lxs que leen por qué esperé tanto. No es fácil hablar. Siempre me culpé. Siempre tuve vergüenza. Me juzgaban a mí. Jamás a ellos. Hoy en día siguen tocando como si nada hubiese pasado. Son los ganadores que tienen relaciones con pendejas. A nosotras nos exhibían, nos elegían como objetos. A cambio, entrábamos gratis a los shows. A los camarines a drogarnos con ellos y tener sexo si así lo requerían. Si eras muy afortunada podías compartir algo más. Una zapada. Una canción que recién se estaba gestando. Un juego de cartas. Una noche de hotel gratis. 

El tema es cuando se cansaban. Ya no servías. Te habías involucrado demasiado y ya no era piola porque era riesgoso. Podías hablar y quemarles el rancho. Entre la niebla de alcohol y drogas se pasaban las chicas unos a otros  como muñecas inflables. Todos teniendo sexo en la misma habitación o en la parte trasera  del bondi. Es fuerte la imagen.

La noche disfrazada de fiesta. Todos jugaban. Había un “sensei” que disfrutaba de liderar la batuta. Hasta el que era bueno y “no hacía nada” pero era CÓMPLICE participaba mirando. Tocaba. Filmaba. Vaya uno a saber qué hacían después con eso. 

Visitaban distintos pueblos, provincias. En cada lugar tenían el grupito de pibitas que los seguía. Si caías justo vos que habías viajado y se les juntaba el ganado elegían. A ver con quién les gustaba coger más. Recuerdo una vez en una provincia del interior una pibita joven. Menos de 20 tenía. El guitarrista, casado él como todos los demás, la describía como la “diosa del sexo”. Cada vez que tocaban allá estaban juntos. Pero ojo, el descontrol siempre era afuera. No se te ocurra ni saludarlos en Rosario si viajabas, porque no te conocían. Es territorio de “las mujeres” y a ellas se las respeta. Vos sos un gato y te tenes que ubicar. Porque claro, la culpa es de las pibas. De nosotras. De las menores que estábamos alcoholizadas. Algunas drogadas. De las que nos gastábamos hasta lo que no teníamos para irlos a ver. De las que nos habíamos enganchado con el casado. Cuando estábamos juntos siempre me recalcaba que tenía la conchita como una nena (y sí, 17 años) y lo volvía loco. Una verdadera mierda. Porque a veces hasta se cogía otra chica ahí adelante tuyo y vos no podías hacer nada más que esperar que te vuelva a mirar. Mientras los otros de la banda te buscaban, te manoseaban. Porque ellos como buena familia compartían todo, eso incluía las chicas porque éramos su pertenencia. Hasta le indicaban lo que te gustaba en la cama cuando vos ni sabías identificar tu propio deseo. Total no decís que no. Por supuesto acababan y vos no, ni una vez. Y ellos miraban extasiados tu cuerpo adolescente y desnudo. Vos, pendeja, boluda. Sola. Entre 10 tipos. Inconsciente. Dejándote hacer cualquier cosa. Nos decían que eran nuestros amigos personales. Que yo sepa los amigos no te piden un pete a cambio de una entrada. 

En ocasiones nos hacían escabullir por puertas traseras para estar con nosotras antes de tocar. Caminos que llevaban a camarines. Una de las tantas noches recuerdo que me acorraló el manager. Un tipo asqueroso. Un impresentable. Me encerró en el baño de un bar donde tocaban y me manoseó todo el culo, me quiso besar a la fuerza. Me dijo al oído: -vos cogés con todos putita y conmigo no? Ya te voy a agarrar vas a ver. Por suerte logré escaparme. Porque no era solamente la banda. El sonidista, cuarentón, otro baboso desagradable. Una vuelta llevó al hijo para hacerlo “debutar” con las groupies y el pendejo se fue virgo como vino. Nos trataba como si fuésemos sus prostitutas contratadas. Nunca sentí tanto asco. Los plomos, el que hacía las luces, los amigos cercanos que iban  y músicos de otras bandas que tocaban con ellos. TODOS HACÍAN LO MISMO. Todos eran y SON cómplices. Cagaban a sus novias y esposas con cualquier chica que se cruce a querer estar cerca de Pablo Pino. 

Pablito era el rey. Todas morían por el cantante y los demás monigotes del grupo se aprovechaban de la situación. La que podía estar con él se hacía la importante porque claro…Pino era la figurita difícil y sabía elegir muy bien. Si no encontraba una que le gustaba se sentaba a mirar cómo los demás se garchaban a sus fans. Vaya líder. 

Después cuando ya todos estaban satisfechos y cansados, las bajaban del colectivo o sacaban de la habitación del hotel. A veces les preguntaban cómo volvían y las tiraban cerca de la terminal. A veces ni eso. Si había pertenencias arriba del bondi de alguna chica, las tiraban por la ruta en el camino. Si las esposas y novias descubrían lo que estaban haciendo se les caía la careta. Y Dios no permita eso, porque ellos eran buenos hombres de familia y ejemplo para sus pequeños hijos. 

Fiestas sexuales con menores. Drogas de todo tipo. Alcohol. Esto siempre pasó en el rock. Se asombran de Onda Vaga? Les vengo a decir que NO es la única banda que hace e hizo esto. Los backstages llenos de pibitas inconscientes abusadas no es de ahora señores.

Supuestamente ahora Cielo Razzo está “más calmado”. Ya no manosean pibitas de 15 años. Ya no las hacen besar entre ellas para calentarlos y después garchárselas. Todo eso pasó. Ahora que la pegaron en la radio y sacaron varios discos están tratando de limpiarse y ser lo que aparentar ser. Me importa un carajo lo que quieren mostrar. Yo sé lo que vivimos con ellos. La humillación. El dolor. El miedo. El daño psicológico irreparable. Muchos años pensando que la culpa era mía cuando en realidad era completamente manipulada y sometida a un juego perverso de un grupo de psicópatas. 

No fui la única. Había muchas chicas que estaban en la misma situación. Y algunas deben seguir hasta hoy. Algunas deben haber guardado en su memoria los recuerdos como aventuras disfrazadas de consentimiento para no sentirse mal, para no darse cuenta que fueron usadas y abusadas por un grupo de monstruos. 

Respeto las que no quieren hablar pero a las que sí las invito a hacerlo. Las acompaño porque no están solas. Porque no tiene que seguir pasando. En algún momento esto tiene que parar. 

Los músicos tienen que entender que sus fans no son objetos de placeres ocultos y fantasías sexuales. 

Que no tienen derecho a robarle la adolescencia a las pibas que los escuchan. Que no está bien mantener relaciones sexuales con menores. Porque tienen hijas, y seguramente no les gustaría que encuentren tipejos como ellos que les caguen la vida. Que las haga sentir culpables de algo que ellas no provocaron. 

No me quedan dudas que se victimizarán. Dirán que las chicas se les tiraban encima. Que no supieron cómo manejarlo.

Que agarres una pendeja de 17 años y la pongas en 4 mientras otro le introduce el pene erecto en la boca no está bien. Que la manipules a tener relaciones con tus amigos mientras vos filmás cuando está inconsciente no está bien. Que la dejes tirada en el medio de la ruta y se tenga que volver a dedo no está bien. Que la humilles contándoles a todos lo que hiciste con ella no está bien. Y así puedo seguir escribiendo mil ejemplos más. NINGUNA chica se merece pasar por esto. NINGUNA. 

Mi objetivo es que la gente empiece a saber lo que pasa detrás de lo que idolatran. De lo que escuchan. De lo que compran. De lo que se tatúan en la piel. Que sepan que detrás de una banda de música se esconde un grupo de machirulos que hace años viene abusando de chicas. Engañando sus familias. Quienes no tienen idea de las fiestas negras que organizan cada vez que salen a tocar. Que hay todo un sistema cómplice detrás. De managers, productores, patovicas, dueños de hoteles, boliches y bares que saben lo que pasa. 

Mi mayor deseo es que las pibas hablen. Que sanen. Que entiendan que no fue ni es su culpa. Que caminen con la frente en alto por la vida y no se dejen manipular por ningún macho más. Que saquen toda la mierda de adentro y puedan ser felices. 

Y ellos, bueno…la gente lo decidirá. 

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