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Comida

Verónica Zumalacárregui, la periodista trotamundos que invita a viajar a través de los sabores

La conductora de "Me voy a comer el mundo" habló con Filo.news sobre su pasión por viajar y probar desde los platos clásicos hasta los más excéntricos de cada lugar.

Verónica Zumalacárregui, la periodista trotamundos que invita a viajar a través de los sabores

En el pasaporte de Verónica Zumalacárregui hay sellos de más de 70 países visitados y una visa libre para descubrir los secretos de la gastronomía en cada rincón del mundo. Desde los platos clásicos y caseros que se elaboran en las entrañas de un hogar de familia, hasta los sabores y aromas más exóticos de cualquier lugar que planifique conocer.

Con sus miradas a cámara y reacciones ante cada plato que le ponen sobre la mesa, la periodista española que está al frente del programa "Me voy a comer el mundo" le extiende una mano a los televidentes y los invita a viajar de manera virtual, haciéndolos cómplices en el descubrimiento de nuevas comidas.

Mientras disfruta de los días en España, a la espera de la nueva temporada del ciclo que se estrenará el 1° de febrero en El Gourmet y contará con recorridos por Turquía, Croacia, Marruecos y Georgia, Zumalacárregui charló con Filo.news y adelantó que los espectadores se encontrarán con "una Vero que tenga más ganas que nunca de comerse el mundo" después de una pandemia que la dejó con el deseo de "seguir viajando".

En la nueva temporada de "Me voy a comer el mundo", Verónica Zumalacárregui recorre Turquía, Croacia, Marruecos y Georgia. Foto: crédito Pulpo

-¿Qué es lo que más disfrutás dentro de todas las posibilidades que te da el programa?

-Colarme en la casas de la gente. Es algo a lo que no tendría acceso si no hago este programa, creo que pocos turistas tienen acceso a hacer eso y son experiencias muy genuinas. La comida me permite empatizar con la gente para que luego me lleven a sus casas y me enseñen cuales son sus tradiciones, sus costumbres, sus comportamientos, sus religiones. Convivir con ellos y conocerles mas allá de un mero formalismo. Conocerlos de verdad, conocer su identidad y cómo es el carácter de las personas de ese país, aparte de cocinar con ellos de primera mano y saborear esas recetas tan hogareñas.

-¿Tenés algún límite al momento de probar algún plato?

-Mi trabajo implica tener que probar todo lo que me ofrezcan, pero hay muchos platos que me generan recelo. Lo que trato de hacer es liberarlo de prejuicios, de lo que he aprendido por mi cultura, por el país en el que me he criado y por la comida que he comido desde que era pequeña. Intentar pensar que si en ese país se come esa cosa tan extraña es porque está buena. Muchas veces no me gusta, pero no lo pienso desde el lugar 'que asqueroso', sino de que mi paladar no está acostumbrado a probar esto. Son texturas que a lo mejor para ellos son familiares y para mi súper distintas. Entonces no es que esté malo, sino que yo no estoy preparada para valorar esto culinariamente. Y hay otras veces que aunque le de chances e intente liberar de prejuicios, no me gusta en absoluto (se ríe).

-Igual lo terminás probando...

-No hay ningún plato que no haya probado. Hay algunos platos que he odiado, pero después de probarlo. No hay ningún plato que no hayamos sacado en "Me voy a comer el mundo" porque haya dicho 'me niego'. Todo lo que había, lo he probado. En uno de los capítulos nuevos, en Georgia, he probado uno de los platos que menos me han gustado de todo el mundo que es una sopa que se llama Hashi, que está hecha con las pezuñas y tripas de la vaca, agua y sal. Es una sopa que se hace cociendo horas y horas las uñas y tripas de la vaca y eso sabe a establo de caballo. Entonces ya el mero olor de la camarera trayéndolo es nauseabundo. Pero aún así lo tuve que probar y mi reacción creo que va a generar muchas risas.

-¿Y alguna comida que te haya sorprendido para bien?

-Casi todo lo que he probado en Georgia. Es un país poco conocido, poco turístico y con una gastronomía que es la gran joya desconocida. Es una gastronomía enriquecida con influencias de todo el mundo porque está en una ubicación estratégica entre Asia y Europa. Es un lugar por el que pasaba la ruta de la seda, de modo que por ahí se quedaban muchos ingredientes que venían de un continente y de otro como las especias. En Georgia he descubierto una gastronomía riquísima, distinta, variadísima y diversa que no me esperaba. De hecho, creo que gané bastante peso, que no me venía mal porque estaba muy delgada y fue como 'mira estos kilitos de pan y queso que me he tomado aquí, me han venido muy bien'.

-Del otro lado de la pantalla, el público te ve disfrutar de viajar, de comer... más de uno debe pensar que tenés el mejor trabajo del mundo. ¿Es así?

-Para mi es el mejor trabajo del mundo, pero creo que no lo sería para mucha gente que cree que sí. Creo que esto no lo aguanta mucha gente. Primero, para empezar, el cansancio. Imaginate que ahora vuelo a Buenos Aires, llego a las seis de la mañana con unas ojeras por aquí (se señala la mitad de la cara), me tengo que maquillar y ponerme a grabar diez horas seguidas. Para seguir, soy presentadora y tengo que estar contenta siempre. Evidentemente la gente tiene días malos, pero pese a eso yo tengo que estar con una sonrisa en la cara permanentemente. Aparte de eso, para grabar 45 minutos de programa estamos cinco días. ¡Esos son muchos días y muchas repeticiones! Cuando la gente graba con nosotros dice 'Wow, que cansador es esto'. Porque muchas veces hay que repetir un plano, dos planos... Mucha gente por ahí piensa que me estoy comiendo el plato entero y por ahí estoy con una cucharada así (hace el gesto de llevársela a la boca) y me dicen 'Vero, espera que hay que cambiar de plano o quitar la batería'. Y al final me tomo yo el plato frío y todos los demás el caliente. Eso no es la parte mala, quiero decir que no es tan bonito como parece. Es muy cansador, tienes que grabar con humedad, lluvia, nieve, viento... El viento me vuelve un Gremlin, me pone de mal humor. Es decir, está la parte un poco más física del cuerpo que tiene que aguantar muchas horas de pie, muchas horas en la calle grabando con cualquier temperatura y tipo de meteorología, con jet lag, con insomnio. Y al final hay una parte también de psicología que es empatizar mucho con las personas con las que grabo, porque en la mayoría de los países yo estoy con personas locales que hablan español y no es su primera lengua, entonces hay que tener mucha paciencia, repetir muchas veces para que se entienda lo que dicen. Es decir que, tiene muchas otras cosas que a otra gente la agotarían. A mi me encanta, pero no es para todo el mundo.

-¿Cuándo empezó tu gusto por la comida y los viajes?

-Desde pequeña. La gastronomía en mi casa siempre ha sido muy importante. Como todas las abuelas, la mía cocinaba fenomenal, y además mis padres cocinan muy bien y mucho. En mi casa se ha valorado mucho siempre el buen producto, al punto de que los dos siempre han trabajado muchas horas, llegaban de trabajar y se iban directo al mercado a comprar el pescado o la carne fresca que íbamos a cenar esa noche. Entonces siempre he comido una calidad de productos buenísima, porque para ellos era salud y disfrute a la vez. He crecido viendo como mis padres, por ejemplo, se ponían a hacer la Bechamel para los domingos, era su hobby. Entonces estoy acostumbrada a comer muy bien y siempre me ha interesado mucho. Aparte yo soy muy curiosa y esto se vincula con los viajes, porque desde pequeña, no sé explicarte por qué, pero siempre me ha gustado viajar. Yo digo siempre que empecé a viajar siendo un cigoto porque mis padres me engendraron en su luna de miel en Egipto. Entonces yo ya desde cigoto me he pasado la vida viajando. Desde que era teenager, los veranos que me iba afuera a Inglaterra o Estados Unidos, mis padres me llamaban después de un mes y decían 'Bueno, que bien que mañana te vemos', y yo decía '¡Que bien no, yo me quiero quedar'. Una faceta mía es que tengo una capacidad de adaptación más alta de lo normal. Entonces estoy muy cómoda en un hotel en Cancún o en una habitación diminuta de Tokio o Corea del Sur.

-Entre todas las comidas que conociste alrededor del mundo, si tuvieses que elegir un menú ideal para agasajar a alguien, ¿con qué platos lo armarías?

-Qué difícil (dice mientras piensa). De postre, un alfajor. Me encantan los dulces argentinos: las facturas, las medialunas, los alfajores, el dulce de leche, la chocotorta. Todo eso me vuelve local y es lo más fácil porque como soy tan golosa es lo primero que me sale. De entrada elegiría el Ajiaco colombiano que me encanta. Es un plato a base de papa y está buenísimo, y como aquí no lo encuentro nunca, se me antoja mucho. Y de segundo plato, el Paiche, que es un pescado peruano, del Amazonas y que es muy raro y difícil de encontrar también.

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