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Los narcos van a pensarlo dos veces antes de tener "sexo" con menores de edad

Finalizó el segundo juicio por el asesinato de Lucía Pérez y Matías Farías fue declarado culpable por su femicidio. En esta nota algunas reflexiones sobre ese veredicto y los feminismos como motor ¿oxidado? de cambios sociales. 

Los narcos van a pensarlo dos veces antes de tener "sexo" con menores de edad
Matías Farías, condenado a prisión perpetua por el asesinato de Lucía Pérez.

Esta semana el asesino de Lucía Pérez, después de un segundo juicio con perspectiva de género, obtuvo perpetua por el crímen. El caso de Lucía marcó un antes y un después en la lucha de las mujeres y dicidencias por sobrevivir. Después de conocer detalles escalofriantes de que lo le habían hecho a la menor, (detalles que meses después la misma Justicia negó), marchamos de forma espontánea al Congreso pidiendo Justicia y nos abrazamos bajo la lluvia angustiadas y con rabia. Se le estaba poniendo por primera vez en nuestra historia, palabras a tanto dolor.

Del 2016 hasta acá pasaron muchos años y pandemia mediante, la irascibilidad por los femicidios se entibió. La sociedad parece haberse acostumbrado a estos crímenes que recién desde el año 2012 tuvieron una figura legal que los hizo existir como tales. Y si bien antes del 2015 muchas no sabían sobre sus derechos ni sobre las luchas feministas, hoy la cantidad de información que existe es abrumadora. Si todo es feminismo, ¿nada es feminismo? me pregunto mientras redacto.  

Pero las razones por las cuales parecemos habernos acostumbrado a la violencia machista como hecho fáctico son multifactoriales: crisis económica, crisis de representatividad, crisis política, crisis climática y el aborto, objetivo unificador, como una realidad legal ineludible. Las olas se llaman olas porque así como avanzan, intempestivas y brutales, retroceden. ¿Estamos acaso en ese momento?

Hace diez años el mundo era negacionista respecto al machismo y aseguraba que eso era una fantasía producto de nuestras hormonas. Hoy, con mujeres asesinadas en manos de varones violentos cada 30 horas, desigualdad económica y social y millones de denuncias de abusos sexuales, muy pocas personas se atreven a la violencia de género. Ahora, así como pasa con el clasismo y con el racismo, la sociedad acepta al machismo casi como una marca nacional. “Sí, somos machistas”, afirma una cultura que aún no toca de raíz la matriz de la desigualdad. 

Pero en el medio de esta reflexión desesperanzadora, la Justicia da un batacazo y consigue reafirmar que con convicción e insistencia, las cosas pueden cambiar. “Esta sentencia va a hacer que nunca más un narcotraficante le rompa el culo a una adolescente como se lo hicieron a Lucía”, dijo después del juicio Marta Montero, su mamá y la principal convencida de que lo que le sucedió a su hija en el 2016 fue un femicidio.

Matías Farías, el chico con quien mantuvo relaciones sexuales antes de morir, tenía en ese entonces 23 años y Lucía 16. Este segundo juicio analizó de forma cautelosa lo que antes no hizo: una menor de edad muerta durante una cita con un narcotraficante. La primera vez que se examinó lo sucedido (2018), la lupa estuvo puesta en los gustos, deseos y limitaciones de la víctima. Fue un juicio violento y hostil, no sólo para Lucía sino para toda su familia y amigues. El tribunal había decidido que si estaba muerta era porque ella había tomado malas decisiones. Los jueces argumentaron, entre otras cosas, que una persona que quisiera matar a otra no compra una leche chocolatada para compartir antes de cometer el crimen. Fue un escándalo y hoy Facundo Gómez Urso y Pablo Viñas atraviesan un jury por "Negligencia, incumplimiento del cargo y parcialidad manifiesta".  

Uno de los escollos más grandes a la hora de señalar al culpable como un femicida fue no poder asegurar el consentimiento sexual de Lucía. Un artículo redactado por dos antropólogas enfureció a Montero quien les dedicó algunas palabras cuando la Justicia decidió la perpetua. “Canallas esas dos académicas que aseguraron sin pruebas que Lucía había querido morirse”, sostuvo con los ojos furiosos de lágrimas en la puerta de los tribunales.

La nota planteaba un problema real: el consentimiento y sus complejidades. Además de sostener que, si no había signos de resistencia, pensar que el consentimiento no estaba dado era, tal vez, paternalista. "¿Toda diferencia o jerarquía será denunciada como violencia?", se pregunta el artículo que intenta alejarse del feminismo punitiista y que enfureció al entorno de Lucía. En España la Ley de Garantía de la Libertad Sexual elimina la distinción entre abuso y agresión, regula la necesidad del consentimiento expreso y tipifica el acoso callejero. “Solo sí es sí”, asegura. Pero, ¿qué pasa cuando el consentimiento no puede probarse? La Justicia suele entender que si un cuerpo no tiene marcas de resistencia, fue un sí. Pero a su vez son millones los casos en donde los abusos suceden sin un mínimo grado de defensa por miedo, amenaza, estado de shock o, en el caso de Lucía y según la sentencia, por el uso de sustancias. 

Eso se puso en juego en este juicio histórico. Histórico porque nunca antes se había repetido por completo una instancia en donde había ya un fallo. Ese primer juicio fue anulado y este segundo contó con una mirada de género y dio una sentencia completamente distinta a la anterior. Y digo "una mirada de género" porque feminismos hay miles y todavía en el oficio penal ese lente parece estar bastante empañado. 

Aún así, después de ocho años, Farías es para la Justicia culpable del abuso sexual y el femicidio de Lucía Pérez. Y Marta Montero a la cabeza y todos los movimientos feministas que acompañaron en las puertas de los tribunales demostraron, una vez más, que la perseverancia da resultados y que el silencio no es ya impunidad para nosotras.  

P.d: La palabra "sexo" en el título tiene comillas porque, si sos mayor de edad y tenés relaciones sexuales con una menor, aunque sean consentidas, para la justicia es abuso sexual. 

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