En la antigüedad, las legumbres eran conocidas como “la carne del pobre”, en alusión a que era la única fuente de proteínas ( 20-30 %) que los pobres podían comer, ya que su costo era menor en relación a la carne.

A pesar del poco “glamour” con el que cuentan las legumbres, lo cierto es que algunas de ellas no sólo son completas en su calidad  de aminoácidos, en comparación con las proteínas animales, sino que además hay legumbres que prácticamente las doblan en cantidad, por ejemplo los lupines contienen hasta un 40 % de proteínas.

Los egipcios veneraban a las lentejas. Se han encontrado inscripciones en ruinas egipcias de rituales que estos realizaban, en las que se las veneraba.

Además, los romanos también las tenían en gran valor, ya que en el mismo barco en el que transportaban un obelisco procedente de Egipto, también llevaban 800 toneladas de lentejas.

Esta legumbre era utilizaba en Grecia para emitir el voto en el Ágora (lugar en el que los ciudadanos discutían el futuro político de la ciudad), las habas blancas representaban un “Sí” y las negras un “No”.

Estos, también conocidos como “altramuces”, se consumen en España como un aperitivo (como en Argentina el maní) para acompañar tragos o vinos.

Otra curiosidad es que los lupines reciben diferentes nombres, según la región de que se trate: “chochos”, “xoxos” o “entremozos”.

Esta deliciosa legumbre se consume desde hace varios siglos, y se le atribuyeron propiedades especiales para el sexo.

Durante el siglo IV bajo el mando del Emperador Juliano, se reunieron unos escritos médicos que decían lo siguiente: “El coito, para ser completo, necesita tres cosas. La primera, un aumento del calor, que se transmita al calor natural y excite el apetito venéreo; la segunda, un alimento nutritivo dotado al mismo tiempo de una humedad que humedezca el cuerpo y acreciente la cantidad de esperma; y la tercera, el desarrollo de corrientes y tumefacción que se transmita a las venas de la verga. Todas estas cosas se encuentran en el garbanzo” (Tratado del Garbanzo).

Lo cierto es que el garbanzo contiene buenas cantidades de Triptofano, un aminoácido esencial precursor de la serotonina, la hormona del placer.