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¿Es la obesidad una enfermedad?

Actualmente, a la hora de hablar de obesidad se ponen en jaque muchos conceptos y se cuestionan ciertas afirmaciones que, en algún punto, no terminan por demostrarse. ¿Se la considera una enfermedad?

¿Es la obesidad una enfermedad?

Acorde a estudios del Ministerio de Salud de la Nación, actualmente 6 de cada 10 argentinos padecen sobrepeso u obesidad. Entre los niños y niñas en edad escolar, 30% tienen sobrepeso y 6% obesidad. A su vez, se trata de una tendencia en alza: según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2019, el exceso de peso aumentó del 49% al 61,6% entre 2005 y 2018.

Pero… ¿qué es la obesidad o el sobrepeso? La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. El índice de masa corporal (IMC) es un indicador simple de la relación entre el peso y la talla que se utiliza frecuentemente para identificar esta “enfermedad”. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).

Según la doctora Virginia Busnelli (MN: 110351), especialista en nutrición, tanto el sobrepeso como la obesidad surgen de la interacción de un trastorno genético múltiple y un medio ambiente claramente favorecedor que potencia un aumento de la ingesta y una reducción del gasto energético al disminuir de forma alarmante la actividad física espontánea y programada. “Lo cual se agrava debido a una cultura que celebra la delgadez como éxito social y la presión constante por adaptarse a eso”, destaca Busnelli.

Un tratamiento para la obesidad debe ser integral porque, al ser una enfermedad, tiene signos y síntomas que debemos atender y con los que debemos trabajar enfocadamente para reducirlos lo más posible o, en el mejor de los escenarios, eliminarlos por completo”, explica la especialista y agrega: “Su tratamiento no puede ser bajo ningún punto de vista una dieta imposible de sostener con una duración corta y un final sino que, por el contrario, requieren tratamientos prolongados”.

“Por ejemplo, el exceso de peso en un paciente con obesidad es tan sólo uno de los síntomas que puede tener. Al bajar de peso, estoy manejando sólo ese síntoma, pero es fundamental seguir poniendo el foco en los restantes. Lo que se  busca conseguir, mediante la reeducación y el acompañamiento psicoemocional, es un cambio en los hábitos alimentarios y un aumento de la actividad física diaria”, indica Busnelli.

Desde la psicología el abordaje será trabajando diversas cuestiones: las características singulares de cada paciente, como se ha estructurado su psiquismo, su lugar dentro del marco familiar, laboral y social y por sobre todo la relación que establece o ha establecido a través de su historia con su cuerpo y la comida. Porque hay que comprender que en la obesidad interactúan diferentes factores: genéticos, ambientales, psicológicos, sociales, culturales”, cuenta la licenciada en psicología Nicole Balchman.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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“En estos casos se piensa en el comer como un modo de llenar un vacío. Desde nuestra profesión intentamos llenar ese vacío con palabras para lograr ponerle un límite al acto impulsivo de comer. Estas entre otras cuestiones, entendiendo siempre que desde la psicología cada paciente es singular, entonces no hay un único abordaje posible”, detalla Blachman. 

Así como la obesidad es multicausal, el tratamiento también debe contemplar y atender múltiples variables: “El factor psicológico de la enfermedad también tiene una considerable incidencia. Por eso es importante abandonar pensamientos errados y simplistas que asocian a la obesidad con falta de voluntad, debilidad de carácter, pereza o gula desmedida. Estigmatizar de esta manera a una persona que la padece no hace más que sumarle sentimientos de culpa, llevándolos a tomar medidas drásticas o dietas extremas que empeoran su situación”, sostiene Busnelli.

En conclusión, “la finalidad del tratamiento es un cambio de estilo de vida que debe mantenerse para siempre, sin fecha de vencimiento, por eso no debe ser prohibitivo o insostenible. Sin embargo, por desconocimiento o por desesperación, quienes sufren estas problemáticas pueden convertirse en víctimas crónicas de “dietas mágicas” que prometen soluciones y serán perjudiciales para su verdadera recuperación. Esto, junto con todas las alteraciones metabólicas que ocurren en el síndrome de renutrición, implica un alto índice de abandonos y la recuperación del peso perdido que, en la mayoría de las ocasiones, acaba superando con creces el inicial”.

¿Qué pasa con la cultura de la dieta inmediata y el éxito a corto plazo?

“Este tipo de planteo supone para el paciente un gran esfuerzo, principalmente porque debe despojarse de la idea de que es gordo solo por lo que come y que la solución es la dieta estricta, transpirar haciendo ejercicio envuelto en papel film (o el ejercicio de moda) para perder calorías al máximo para luego de tanto esfuerzo pesarse y que nada haya cambiado”, manifiesta Busnelli.

Implica mucho esfuerzo el trabajar para conseguir un peso saludable y la gente en la desesperación termina creyendo o comprando soluciones inexistentes, que llevarán únicamente a más frustración y angustia, que terminarán a largo plazo generando desmotivación. Mismo en las publicidades u hoy en día en redes y con los influencers se genera mucho esto de ‘el otro puede y yo no, veo que el otro come bien, entrena siempre, hace tal dieta y consigue la figura ideal y yo que me esfuerzo y me cuesta mucho, fallo y no puedo’, y termina siendo muy contraproducente para los tratamientos porque carece de realidad objetiva. Se muestran únicamente los logros y hay que entender que en la obesidad el comer tiene un por qué, no es únicamente el ‘no puedo cuidarme’ si no que realmente faltan límites y ningún producto ‘mágico’ va a lograr ponerlos”, agrega Blachman.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Y resalta: “Por suerte hoy en día se está visibilizando mucho la multiplicidad de cuerpos, creo que esto es fundamental. Mismo la visibilizacion de la ‘gordofobia’ para generar cambios e igualdad de posibilidades, dejando de lado la discriminación por no tener un cuerpo considerado hegemónico. Creo que es necesaria la difusión de información de las consecuencias en la salud de la obesidad, como se sabe no es únicamente un tema de ‘belleza’, es realmente impactante cómo se ve disminuida la salud de las personas obesas y lo necesario que es tratarse para mejorar la calidad de vida. Desde el estado hay pocos recursos, los hospitales que tienen equipos que trabajan en estas problemáticas tienen cupos reducidos y no llegan a atender a todos los que lo solicitan”.

¿Existen diferencias entre la obesidad y los cuerpos gordos?

“Si! Hay grandes diferencias entre la obesidad y los cuerpos gordos. Las problemáticas en la salud en un cuerpo obeso a diferencia de un cuerpo considerado gordo son muchísimo más severas. En la obesidad hay una problemática plasmada en la comida y en el desenfreno que no es sin consecuencias”, expresa la licenciada en psicología egresada de la UBA.

Entonces… ¿Se considera a la obesidad como una enfermedad?

“Esto es un tema que tiene muchas opiniones diferentes. Creo que lo importante es entender que hay una persona que está padeciendo, sea considerado o no una enfermedad, no hay una elección por ese comer desmesurado y es necesario un tratamiento! Hay algunos que lo nombran como síndrome, trastorno, enfermedad, patología. No está del todo establecido un criterio”, remarca Blachman.

Por su parte, Raquel Lobatón, nutrióloga incluyente, expone que “la obesidad se declaró enfermedad en 2013 por la Asociación Médica Americana, pero antes no se consideraba una enfermedad”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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“Se sabe que el comité científico que evaluó la decisión recomendó que no se le nombrara enfermedad, sin embargo la decisión de la cúpula fue declararla como enfermedad. Y se sabe que fue bajo la presión de la industria farmacológica que vende medicamentos para bajar de peso y de las compañías de seguro u obras sociales, para poder cobrarle más a las personas de cuerpo grande”, aclara Lobatón.

“No podemos definir que una persona por tener cierto índice de masa corporal, porque la obesidad se define en base a un índice de masa corporal mayor a 30, esté necesariamente enferma, ni que una persona que esté en un índice de masa corporal más bajo este necesariamente sana”, sentencia y además dice que “no existe ni una sola enfermedad que solo se presente en personas de cuerpo grande”: “Es decir, no podemos decir que hay una relación causal entre el peso y ciertas enfermedades, si bien puede haber una asociación; asociación en ciencia no es causalidad”.

El problema es que se ve como una enfermedad entonces es muy difícil visibilizar los cuerpos gordos porque se toma como una enfermedad. Las activistas gordas el mensaje que dan es que en realidad la obesidad no es una enfermedad, es el cuerpo que tenemos”, afirma Silvana Garibotto a sus 55 años, quien lucha por la inclusión de los cuerpos gordos.  

“Yo tampoco estoy de acuerdo con que sea una enfermedad. Y mucho menos estoy de acuerdo con cómo se trata a la gordura. Yo viví la presión social por ser gorda y hasta llegué a consumir anfetaminas. El daño psicológico lo tengo, estoy tratando de repararlo hace dos o tres años”, reconoce además.

“El tema es que cuando vas a un médico lo primero que te piden es que adelgaces. Por suerte ahora los médicos con los que me atiendo respetan mis decisiones, pero no es lo común. Entonces si el sistema de salud todavía no dio una solución a esto, no sé si realmente es una enfermedad. Los médicos no quieren gordos pero ellos no te dan la solución. Me parece que hay que revisar muchas cosas antes de decir que es una enfermedad, y creo que el sistema de salud es bastante cruel con estas cosas”, se sincera Silvana.

Decirle a una persona que pierda peso por salud, a largo plazo se le está perjudicando la salud. Porque finalmente va a volver a ganar ese peso y los resultados en la salud metabólica van a ser desfavorecedores”, asegura Lobatón. 

Y apunta: “El gran error conceptual de esta cultura es hacernos creer que debemos hacer que la gente baje o regule su peso. El peso está determinado por variables que no podemos controlar y la creencia de que todas las personas deberían de situarse en un peso establecido por una tabla arbitraria o un índice arbitrario solamente ha llevado a la frustración, a mermar la salud física y emocional”.

¿En qué otra cosa influye la cultura o la sociedad?

El principal problema que aqueja a las personas de cuerpo grande es la gordofobia, es la principal razón por la que sufren. Realmente si pudiéramos respetar la diversidad corporal, si termináramos con el estigma que hay hacia las personas de cuerpo grande, si termináramos con la discriminación y la violencia que implica la gordofobia, la vida y el estado de salud de las personas gordas sería mucho mejor”, asevera la nutrióloga.

“Es muy incómodo ser gordo. Cuando comencé a subir de peso me costaba mucho conseguir ropa, y ahora, un ejemplo cercano, hace un año nos vamos a Nueva York y en el avión no me cerraba el cinturón de seguridad y tuve que pedir un expansor”, recuerda Silvana y exterioriza: “Es inevitable no pasar vergüenza en esos casos. A los flacos no les pasa esto, llegue a no querer volver a subirme a un avión”.

¿Y qué opina Lobatón de las dietas? ¿Sirven?

“Las dietas no funcionan a largo plazo. Está documentado que el 95% de las personas que pierden peso con dieta lo recuperan, y que ⅔ suben más de lo que habían bajado. Esto tiene que ver con que el cuerpo percibe a la restricción calórica como una amenaza, una agresión, porque el cuerpo no sabe que esta hambruna es voluntaria entonces el cuerpo se defiende resistiendo esta pérdida de peso o para recuperar el peso una vez que la dieta termina”, enuncia Raquel Lobatón. 

Fue por eso que ella desarrolló un programa llamado Nutrición Incluyente, el cual pretende tener “un abordaje mucho más amoroso, incluyente y compasivo hacia la alimentación”. “Es conectarnos con ella desde un lugar de placer, de tradición, de conexión, de disfrute, alejado del peso. No se centra en absoluto en el peso. Trabajo bajo la filosofía de salud en todas las tallas, que habla de respetar y celebrar la salud corporal. Y también trabajo bajo el modelo de alimentación intuitiva que tiene que ver con reconectarnos con nuestro cuerpo. Es una forma de ejercer la nutrición alejada de reglas, de etiquetas, alimentos malos o buenos, y reconectándonos con el placer y el goce”, explica.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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