El mismo J.J. Abrams arrancó la odisea de Rey y nos regaló uno de los personajes más frescos y sinceros del universo SW. Rian Johnson la dotó de muchísimos matices y la terminó enfrentando con Kylo, solamente para que midiera sus fuerzas y todas esas virtudes que los diferencian. “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” tiene sus fallas, pero consigue cerrar el trayecto de esta aspirante a Jedi que nunca quiso serlo. Rey sólo busca pertenecer, encontrar su lugar en el mundo, y al final nos demuestra que ningún apellido nos define, sino las decisiones que tomamos. Nos queda saber qué será de ella en el futuro, pero esa, definitivamente, es otra historia.

Uno de los ataques más injustificados a “Los Últimos Jedi” estuvo dirigido hacia el personaje de Rose y, más precisamente, a su intérprete, Kelly Marie Tran. La actriz terminó abandonando las redes sociales debido al acoso de los fans más tóxicos (y racistas), pero volvió para este desenlace con la frente bien alta. Lamentablemente, J.J. Abrams, el guionista Chris Terrio y los ejecutivos de Lucasfilm decidieron minimizar los daños y mandar a esta valiosa integrante de la Resistencia a un rincón para no herir la susceptibilidad del fandom. En esta entrega, Rose Tico queda reducida a un mero personaje secundario que apenas tiene un par de líneas intrascendentes, algo muy parecido a lo que ocurrió con Jar Jar Binks después el bochorno de Episodio I. Shame on you, Star Wars.

“El Ascenso de Skywalker” introduce demasiados personajes nuevos que no siempre cumplen una función de peso… más allá de vender más figuras de acción. La breve participación de Keri Russell -como una astuta criminal- resulta un desperdicio, pero la química que establece con Oscar Isaac nos da esperanza para el futuro, si pensamos en la posibilidad de un spin off protagonizado por el mejor piloto de la Resistencia antes de convertirse en un hombre honesto. El temerario y desobediente Dameron tuvo su camino de aprendizaje bajo el mando de la general Leia Organa. La nueva trilogía nos muestra su aguerrido presente, pero nos gustaría conocer un poquito de su pasado. El cómic “Star Wars: Imperio Destruido” (Shattered Empire) se sitúa entre los acontecimientos de “El Regreso del Jedi” y “El Despertar de la Fuerza”, haciendo hincapié en la relación de Shara Bey, piloto de la Alianza Rebelde, y el temiente de las fuerzas especiales Kes Dameron, por si no se dieron cuenta los padres de Poe, quien decidió seguir los pasos de su mamá.

Uno de los mejores planteos de Rian Johnson fue que la Fuerza no necesita de conteo de midiclorianos ni un apellido importante para manifestarse. La orden Jedi siempre se nos presentó como una élite, y los Skywalker como sus más grandes representantes, hasta que llegó Rey, esa chatarrera de Jakku que, en teoría, no es “nadie”, pero cuya sensibilidad nos demuestra que ‘cualquiera puede ser un Jedi’… al igual que ese pequeño esclavo de Canto Bight. Los realizadores de Episodio IX se olvidan casi completamente de estos detalles, dejan al esperanzado niñito de lado, y vuelven a caer en el pecado de la sangre, el legado y “la Fuerza que corre fuerte en tu familia” colocando a Rey en la vereda de enfrente y convirtiéndola en la nieta de Sheev Palpatine, el Sith más poderoso que conoció la galaxia.     

Había que cerrar una saga después de 42 años y nadie podía faltar a esta fiesta. Los realizadores se aseguran de tocar cada una de nuestras fibras nostálgicas y, de paso, rescatar a esos clásicos personajes de la franquicia. Entre ellos, el más destacado es Lando Calrissian, quien después de la batalla de Endor termina en Passanna, ahora, auxiliando a los nuevos héroes. En el momento cumbre, Lando tiene la misión de recorrer la galaxia y reclutar a todos aquellos que quieren seguir luchando por la libertad, y salvar el día en el último minuto, un guiño para los fans de la vieja escuela, y una salida digna para Billy Dee Williams, cuyo alter ego no lo pasó tan bien durante su propia película.

Somos hijos del rigor y de las eternas referencias pop. La saga intergaláctica nunca estuvo exenta de ello, pero la necesidad de complacer a todos los fanáticos provocó, en esta oportunidad, que Abrams y Terrio no se midieran a la hora de colocar todo tipo de guiños a la franquicia de George Lucas. El director ya había testeado este terreno en “El Despertar de la Fuerza” con buenos resultados, admitiendo su gran parecido estructural con “La Guerra de la Galaxias” (Star Wars, 1977). Igual, en aquel comienzo de la nueva trilogía, el fan service ayudó a reconquistar a los seguidores desilusionados con las precuelas, aprovechando una historia conocida para introducir nuevos personajes. Acá, el abuso de nostalgia embarra una cancha que ya no está en buen estado, tratando de sumar puntos con chistes repetidos y algunos golpes bajos.

“La Fuerza es muy intensa en mi familia. Mi padre la tiene. Yo la tengo. Mi hermana la tiene”. Desde “El Imperio Contraataca” (1980) quedó claro que Luke no era la única esperanza para Alianza Rebelde. George Lucas nunca entró en muchos detalles en cuanto a Leia y su sensibilidad a la Fuerza, pero la nueva trilogía finalmente le hizo justicia. Johnson abrió la puerta de par en par, demostrando los poderes de la princesa convertida en general de la Resistencia, y a Abrams no le quedó otra (porque se siente forzado, más allá de sus buenas intenciones) que seguir este camino y mostrarnos su entrenamiento ‘Jedi’. A falta de Luke, es ella quien toma el testigo a la hora de guiar a Rey por los misterios de este campo de energía que lo une todo. ¡Cómo se te extraña, Carrie!

En ninguna de las dos primeras entregas de esta nueva trilogía tuvimos indicios del regreso del fallecido Emperador de la galaxia. No sabemos cómo llegó hasta acá, cómo se mantuvo escondido por más de tres décadas desde la caída de su dictadura pero, de repente, Palpatine es el responsable de todo, el que maneja los hilos de la Primera Orden, y de Kylo Ren, desde las bambalinas de Exegol, un planeta tan recóndito que ni parece en los mapas. De alguna manera logró sobrevivir a la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte y tener un hijo (pillo), detalles sacados de una galera narrativa. En este caso no fue un hechicero, sino un Sith el que lo hizo.Y Darth Sidious no es el único muerto de Episodio IX que se rehúsa a quedarse así. A la Parca le toca hacer jornada doble cuando se trata de esta galaxia muy, muy lejana.         

Para bien o para mal, “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” cumple la función de cerrar esta saga familiar que se extiende a lo largo de cuatro décadas y nueve películas. No es una tarea fácil, y apenas podemos imaginar la presión sobre los hombros de J.J. Abrams, quien a pesar de los tumultos logra ponerle UN fin a esta epopeya intergaláctica. Dicen que lo importante no es el destino, sino el camino y, en ese aspecto, Star Wars nos dejó un montón de aventuras, momentos memorables y personajes queribles. Este último tramo tiene un poquito de baches, pero no desluce la impronta de una historia que trascendió la pantalla para convertirse en el fenómeno cultural más importante de todos los tiempos.     

Viendo ciertas escenas, sobre todo al final de la película, no podemos evitar pensar que Terrio y Abrams se dieron una vueltita por Reddit para tomar nota de las hipótesis y fantasías de los fans. ‘Reylo’ es una imagen que se formó en la cabeza de los admiradores, pero no un camino a seguir cuando se trata de esta epopeya. En este desenlace termina habiendo muchas similitudes entre Rey y Kylo y Jon y Daenerys, y ese momento que debería ser culminante y dramático, se pierde entre el asombro y (sí) las carcajadas del público, con ciertos toques shakesperianos. ¿De quién fue la idea de que Star Wars se convirtiera en una remake de Romeo y Julieta en el espacio?