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Dólar: los incentivos económicos y políticos detrás de la corrida cambiaria

Para frenar la disparada de los dólares paralelos y la presión devaluatoria, la prioridad del Gobierno es impulsar a que el agronegocio venda su cosecha para darle vida a las reservas del Banco Central.

Dólar: los incentivos económicos y políticos detrás de la corrida cambiaria
Miles de millones de dólares aguardan en silobolsas por una devaluación del tipo de cambio oficial.

Pueden ensayarse numerosos argumentos secundarios para explicar la disparada de los dólares paralelos, pero la corrida tiene una causa principal: la falta de reservas del Banco Central. Sin divisas disponibles, la autoridad monetaria cuenta cada día con menos herramientas para defender el valor del peso. Por lo tanto, la única forma de frenar la estampida es recuperar el flujo de dólares hacia las arcas del BCRA.

En este sentido, el cierre al financiamiento de importaciones que aplicó Martín Guzmán en sus últimos días como ministro de Economía apuntó a frenar la salida de dólares de las reservas. Pero es imposible, salvo que se decida dejar sin electricidad a buena parte de la población, frenar la salida de divisas para importar gas licuado.

Esta semana se anunció la creación de una ventanilla para que los turistas del exterior liquiden sus dólares a la cotización financiera, con el objetivo de que los billetes ingresen a las reservas del BCRA en lugar de mantenerse en el canal informal. La medida es de aplicación dudosa (se intentó algo similar el año pasado sin éxito) y la cantidad de divisas que podrían ingresar a las arcas del Banco Central por este canal es exigua.

Los dólares de la cosecha

Es sabido que el grueso de las divisas que ingresan al país provienen del agronegocio. En el marco de lo que fue una cosecha con elevados precios internacionales para los cultivos que exporta nuestro país, los productores frenaron las ventas de soja a niveles mínimos desde 2009. Según el titular de CIARA-CEC, Gustavo Idígoras, hay guardados en silobolsas “entre 28 y 29 millones de toneladas, que a precio de exportación representan cerca de 14.000 millones de dólares”.

Tomando los números del presidente de la Cámara de la Industria Aceitera, que muy probablemente estén subestimados y no incluyen lo almacenado por las cerealeras, resulta evidente que la solución a la corrida cambiaria está en resolver la retención de la cosecha.

El motivo del cese de la comercialización de los granos es simple: el sector apuesta por una fuerte devaluación del dólar oficial que le permita ampliar sus márgenes de ganancia por exportaciones.

Cada día que pasa sin una coordinación visible del oficialismo que establezca un rumbo político definido, crece la fortaleza de los sectores que apuestan por un salto del tipo de cambio. Los anuncios de anuncios, medidas tomadas a medias y el inmovilismo del gabinete en medio de la corrida solo profundizan la merma de reservas del Banco Central, sin señales de respuesta a la vista.

Las medidas económicas son políticas

En este marco, hay medidas que podrían ser tomadas. La más obvia es una suba en la tasa de interés del Banco Central. No tanto por el incentivo para que los ahorristas dejen de comprar dólares y pasen a invertir sus pesos, esto no suele funcionar y menos en medio de una corrida.

La clave de la cuestión está, nuevamente, en el sector agropecuario. Con tasas que corren sensiblemente por debajo de la devaluación diaria que realiza el BCRA (en los últimos días supera el 80% anualizado), los productores no tienen incentivos para liquidar la cosecha. Por la diferencia de tasas, lo financieramente óptimo es endeudarse en pesos para hacer frente a sus gastos corrientes mientras su cosecha se valoriza al ritmo de la devaluación mientras descansa en silobolsas.

La contracara de una suba de tasas es el traslado a los intereses que debe pagar la autoridad monetaria por la montaña de Leliqs y Pases que tiene en su pasivo. Asimismo, encarece el crédito para toda la economía, lo cual puede frenar la actividad. Todas las medidas económicas que se tomen benefician a un sector y perjudican a otros. Por ello, el gobierno debe establecer prioridades políticas.

El delicado panorama evidencia que con medidas económicas aisladas difícilmente se pueda ordenar el panorama económico. Y si lo hacen, será por un período relativamente corto de tiempo. Todos los actores reconocen la debilidad del oficialismo, que retrocede frente a las demandas de los sectores con mayor poder económico, como el agronegocio o el financiero. La filtración de que el Gobierno prepara medidas con beneficios económicos para que los productores vendan su cosecha es una muestra clara.

Hacer abstracción de este escenario y proceder exclusivamente bajo la teoría de los incentivos económicos puede ser un camino peligroso, que ha fracasado sucesivamente en la historia reciente. Con la crisis de la coalición oficial irresuelta, intentar mostrar fortaleza para forzar al agro a liquidar la cosecha es una tarea casi imposible. Otorgar facilidades para que ciertos sectores continúen acumulando capital puede ayudar a paliar la falta de reservas, circunstancialmente. Pero una reducción de retenciones o un tipo de cambio más favorable para el sector puede encarecer aún más los alimentos en el mercado interno.

Con todo, si el foco del Gobierno continúa puesto exclusivamente en "el mercado" y no se atienden las necesidades de una población dónde el 40% vive en la pobreza, los incentivos se alinean hacia movilizaciones más masivas y recurrentes en las calles y rutas del país, en el caso de quienes están organizados. Por ahora, está claro que para gran parte del arco político y económico algunos incentivos valen más que otros.

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