Otto Adolf Eichmann nació en la ciudad alemana de Solingen el 19 de marzo de 1906. Cuando tenía ocho años su familia se mudó a Austria, donde, desde muy chico, él trabajó en una empresa petrolera. En 1932 se unió al Partido Nazi austríaco y un año después volvió a Alemania. 

En 1938, cinco años después de haberse incorporado a las filas nazis, Eichmann fue designado como responsable del departamento de emigración, que no era otra cosa que el órgano para expulsar a los judíos de Alemania y la recién anexada Austria. Antes de ser echados, los detenidos pasarían por campos de concentración. Se suponía que luego serían enviados al este de Europa, pero los planes cambiaron. Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el plan de expulsión derivó en un plan de exterminio de judíos en los campos de concentración. A ese plan, a cargo de Eichmann, se lo llamó “Solución final”. 

Adolf Eichmann se convirtió en asesino de miles y miles de personas, y al mismo tiempo no era más que un burócrata. Un engranaje más en la estructura nazi, poco respetado por sus colegas e ignorado por los jerarcas. Inclusive se decía de él que era demasiado débil psicológicamente como para pertenecer a la elite de los grandes criminales alemanes. 

En 1945, con la derrota de la Alemania nazi en la guerra, Eichmann fue capturado por fuerzas estadounidenses, pero logró escaparse. Durante cinco años estuvo escondido, trabajando como leñador, hasta que huyó a un lejano país: Argentina.

Después de vivir en Tucumán, la familia del líder nazi se mudó a la provincia de Buenos Aires. Pero ya no era la familia Eichmann. En Argentina, él adoptó el nombre de Ricardo Klement. Y con ese nombre vivió largos años. Sin embargo, su hijo mayor, Klaus, no quiso cambiarse el apellido. Y esa decisión sería el comienzo del fin de su padre.

La noticia de que alguien había encontrado a Eichmann en Argentina llegó hasta Alemania, pero la fiscalía prefirió que fuera directamente el gobierno israelí el que se ocupara de detener al criminal. Fue detenido en nuestro país y llevado a juicio en Israel donde enfrentó 15 cargos criminales, incluyendo crímenes de guerra, de lesa humanidad y contra la población judía. Era un juicio histórico. Por primera vez iba a juzgarse a un criminal nazi en Israel. 

El juicio duró ocho meses. Por el estrado pasaron decenas de sobrevivientes de los campos de concentración, que hicieron su aporte para que se conocieran los horrores perpetrados por el nazismo. El 15 de diciembre de 1961 se dio por terminado el proceso, pero la sentencia se conoció el 31 de mayo del año siguiente: Eichmann fue condenado a morir en la horca. 

Se cumplen 60 años de la muerte de uno de los más sanguinarios criminales nazis. Su “solución final” fue una máquina de matar que terminó con la vida de miles de judíos. Su paso por Argentina y su captura dieron un agregado cinematográfico a una vida marcada por la sangre, el dolor que infringió y la muerte.