El asesinato de José Luis Cabezas conmocionó a la Argentina a finales de la década del 90 y significó el final de una era de corrupción, poderío y excesos de parte del poder político de aquel entonces. El caso presentó sobrados paralelismos con los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar, sin embargo, el país estaba en plena democracia.

Cabezas era un reportero gráfico que trabajaba para la Revista Noticias y buscaba, como tantos otros, fotografiar a uno de los empresarios más poderosos y misteriosos del país: Alfredo Yabrán, un hombre de negocios que desde los años 70 hasta el final de sus días manejó negocios relacionados a la aduana, al correo, aeropuertos y transporte de capitales.

Pero no era un empresario más. Lo que entraba y salía del país pasaba por sus manos. Yabrán, que atesoraba una de las fortunas más grandes de Argentina, manejaba casi todas las vías de aduanas internas y mantenía estrechos lazos con los políticos de turno, desde el presidente Carlos Saúl Menem; el ministro de Economía, Domingo Cavallo hasta el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde.

Su poderío había comenzado en los años de la dictadura cívico militar y desde entonces también mantenía vínculos con la milicia, la policía bonaerense y la Iglesia Católica. Sin embargo su rostro fue un misterio durante décadas hasta que un simple fotógrafo desenmascaró su identidad, sin saber que ese simple flash sería su sentencia de muerte.

El 25 de enero de 1997, casi un año después de haber capturado a Yabrán caminando por las playas de Pinamar en compañía de su esposa, José Luis Cabezas apareció asesinado de dos balazos dentro de un auto que fue incinerado a la vera de un camino en el paraje Los Manantiales, en las proximidades de General Juan Madariaga y a 15 kilómetros de dicho partido de la Costa.

Un 20 de mayo de 1998 Alfredo Yabrán se quitaría la vida de un escopetazo pero, lejos de marcar el final de uno de los casos más oscuros de la historia argentina, abrió la puerta a un sinfín de especulaciones y teorías sobre su muerte.

Por el crimen de Cabezas el 2 de febrero de 2000, en juicio oral y público, fueron condenados a prisión perpetua los cuatro integrantes de la banda "Los Horneros" de La Plata, autores materiales del asesinato.

Horacio Braga, José Auge, Sergio González y Héctor Retana, así como Gregorio Ríos, jefe de Seguridad de Alfredo Yabrán, y los policías Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo. Al día de hoy no hay ningún preso por el asesinato de José Luis Cabezas ya que todos fueron beneficiados y redujeron sus condenas. Otros fallecieron en el camino.

A 24 años de del suicidio del empresario más buscado del país todavía hay quienes afirman que sigue vivo, escondido en algún lugar recóndito del planeta. Otros aseguran que efectivamente Alfredo Yabrán está muerto pero que su sombra perdura sobre la memoria de un país.

El pasado 19 de mayo Netflix estrenó un documental sobre este crimen titulado "El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas". En dicha pieza de una hora y cuarenta minutos las personas más allegadas al caso, como así también amigos y colegas del fallecido reportero, reconstruyen sus últimos días.

Producido por Vanessa Ragone y dirigido por Alejandro Hartmann, (creadores de la docu-serie "Carmel: ¿Quién mató a María Marta?", sobre el caso de García Belsunce) la película hace un repaso cronológico y exhaustivo sobre el crimen que desenmascaró una red mafiosa en la que estaban involucrados los empresarios más poderosos del país, la policía, la milicia y los más altos cargos del poder político.

"Todo lo que tenía que ver con Yabrán, tenía que ver con secretos", es una de las frases más destacadas de documental para comprender el entramado de impunidad. Frase que se suma a la más impactante, dicha en boca del empresario: "Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente".