El Gobierno sufrió este viernes un duro revés. El proyecto de Presupuesto 2022 fue rechazado en la Cámara de Diputados luego del voto negativo de la oposición.

El plan elaborado por el ministro de Economía, Martín Guzmán, fue cuestionado desde su presentación por tratarse de un “dibujo”. El calificativo se desprende, principalmente, de una inflación proyectada para el año próximo del 33%, a partir de la cual se ordenan el resto de las variables.

En caso que el nivel de precios sea el proyectado por las consultoras, superior al 50%, garantiza al Gobierno una masa de recursos para direccionar discrecionalmente a partir de la diferencia entre lo presupuestado y lo efectivamente recaudado. Esto fue lo que ocurrió durante 2021: lo aprobado a fines de 2020 proyectaba una inflación del 29%, mientras los precios acumulan una suba del 45,4% en lo que va del año.

Al mismo tiempo, esta divergencia hace que las partidas de gasto público caigan en términos reales, por incrementarse a un ritmo inferior a la inflación. De esta forma se ejecutó el ajuste realizado durante el 2021, denunciado oportunamente por la vicepresidenta Cristina Kirchner en su carta posterior a las elecciones PASO.

El rechazo al Presupuesto 2022 sucedió mientras se discutía la posibilidad de su vuelta a las comisiones del Congreso para rediscutir sus variables. Sin embargo, la votación sobre la Ley de Leyes se apresuró luego de que el jefe de bloque del Frente de Todos, Máximo Kirchner, tomara la palabra y señalara que “el Presidente se comprometió a enviar el acuerdo con el FMI al Congreso. Ojalá (ustedes) hubieran sido tan meticulosos que tamaño endeudamiento pasara por el Congreso para cuidar la democracia, quizá fue la cobardía de no poder mandar ese proyecto acá. Votemos y terminemos el show”.

En respuesta, el jefe de bloque del PRO, Cristian Ritondo, dijo que “iba a acompañar” la moción para que el proyecto vuelva a comisión, pero cambió su parecer luego de escuchar “ la reciente intervención de Máximo Kirchner”.

Lo denunciado por Kirchner es cierto. En 2018, Mauricio Macri anunció el acuerdo con el FMI a través de un mensaje grabado de menos de 3 minutos de duración. El endeudamiento por 44.000 millones de dólares que hoy condiciona la elaboración del presupuesto para el año próximo (y por muchos años más) no pasó por el parlamento. 

Al parecer, mantener las formas dentro del recinto parlamentario es más relevante que discutir el fondo de los problemas políticos y económicos. Sin embargo, el foco de la oposición en el estilo del diputado del Frente de Todos parece más una maniobra para ocultar el contenido de su discurso. De aceptar su responsabilidad, Juntos por el Cambio debería tomar una postura más laxa para discutir este proyecto y los que vienen para acordar con el FMI.

Pero el contenido del Presupuesto 2022 que defiende Máximo Kirchner también fue ocultado por su propia bancada. El ajuste “silencioso” que se esconde detrás de un nuevo programa con el Fondo intentó disimularse a través de un tratamiento express del proyecto de ley. De hecho, el proyecto estaba aguardando desde el 15 de septiembre su tratamiento legislativo, dilatado por el avance en las negociaciones entre los equipos técnicos del gabinete y el organismo internacional. Evidentemente, la responsabilidad del fracaso de este viernes no es exclusiva de la oposición.

Gobernar sin presupuesto

El escenario de un Gobierno sin presupuesto no es inédito. Ocurrió durante el 2020, luego que el recientemente asumido Alberto Fernández decidiera prorrogar el Presupuesto 2019. En 2011 se debió gobernar de la misma forma, aunque no por una decisión del oficialismo de aquel entonces, que también venía de sufrir una derrota electoral de medio término que desembocó en un rechazo parlamentario a la Ley de leyes. 

Administrar los recursos del país prorrogando el presupuesto del año anterior tiene un costado positivo para el oficialismo. En contextos de alta inflación, como el actual, las partidas presupuestarias quedan rápidamente desactualizadas, mientras la recaudación crece por la inercia inflacionaria, dejando un amplio margen de discrecionalidad en la ejecución del gasto.

Pese a esta salvedad, la situación dista por mucho de ser favorable para el Gobierno. Sin el aval parlamentario, la administración de Fernández queda políticamente debilitada para el futuro. Si ni siquiera puede hacer pasar el proyecto ordenador para su gestión, la lógica indica que no podrá sancionar ninguna Ley sin un acuerdo previo con bloques opositores.

El oficialismo esperaba aprobar su proyecto para tratar con mayor margen el prometido “Plan Plurianual”, paso previo para firmar un acuerdo con el FMI, que también deberá ser tratado en el parlamento. Por lo tanto, la postura oficial también se debilita a la hora de continuar las negociaciones con el organismo internacional.

El riesgo de que la debilidad política se traslade a los mercados, particularmente al dólar, será tema de discusión en los próximos días. Mientras el plazo para llegar a un entendimiento con el Fondo se estira, es probable que los operadores pasen el verano contando las escasas Reservas del Banco Central. Al tiempo que se vaya levantando la estacionalidad en la demanda de pesos y nos adentremos en 2022, el debate sobre el futuro del dólar puede trasladarse de las mesas de negociación en Washington a las mesas de dinero del microcentro porteño.

En este marco, la decisión de ir hacia una aceleración en las depreciaciones diarias del oficial sin pasar por una devaluación brusca puede dejar de depender exclusivamente del gabinete económico. ¿Serán conscientes los economistas de la oposición de la fragilidad de este delicado equilibrio?