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Ciencia

Lenguas indígenas, el sexo de las cucharas y las adicciones

¿Qué es verdaderamente la lengua? ¿Y por qué debería preocupar la desaparición de las lenguas indígenas? 

Lenguas indígenas, el sexo de las cucharas y las adicciones

La lengua no es un medio de comunicación.

Es decir: no es algo que usamos para intercambiar ideas o información con otras personas, sino que es lo que le da forma a esas ideas. ¿Cómo lo sabemos? Hay muchas pruebas científicas.

En un experimento de 2002, por ejemplo, un equipo investigó a nenes y nenas de diferentes edades que eran hablantes de alemán y español. Les dijeron que iban a hacer una película en la que los objetos cobraban vida (tipo La bella y la bestia, pero con menos presupuesto) y que debían asignarles voces.

Los resultados fueron clarísimos: los hablantes de español le atribuían una voz masculina al tenedor (de género gramatical masculino) y femenina a la cuchara (de género gramatical femenino). En cambio, quienes hablaban alemán le atribuían una voz de mujer a la Gabel (“tenedor”, pero de género gramatical femenino) y de varón al Löffel (“cuchara”, pero de género gramatical masculino).

Esto significa, entonces, que la gramática incide en nuestra visión del mundo; que las cucharas tienen pollerita para los hablantes de español, pero usan bigote entre los hablantes de alemán.

La lengua es, además, lo que nos hace ser quienes somos; una parte central de nuestra identidad. Por un lado, nos permite diferenciarnos de los demás (yo vs. vos), integrar grupos (nosotros vs. ellos) y crear una perspectiva subjetiva sobre lo que nos rodea (lindo vs. feo; bueno vs. malo). Por otro lado, nuestra manera de hablar dice mucho acerca de nosotros: acerca de dónde vivimos, con quiénes nos relacionamos, a qué grupo socioeconómico pertenecemos, qué edad tenemos. Podemos determinar el origen y la trayectoria de una persona a partir de su pronunciación. 

Con todo esto en mente, se entiende por qué es tan importante conocer y revitalizar las casi 3000 lenguas indígenas amenazadas en todo el planeta. Por una parte, porque cada lengua tiene una manera única de ver ese mundo, de entender el lugar de las personas en él y darle significado a través de historias, saberes y, también, categorías gramaticales. Por otra parte, porque la identidad, el bienestar y hasta la salud mental de 370 millones de personas están en juego.

Mitos sobre las lenguas indígenas

Hay decenas de mitos y malentendidos sobre las lenguas indígenas. No, los esquimales no tienen 50 palabras para la nieve (según el dialecto, pueden ser 40, 53 o 70). Sí, también se hablan constantemente en las grandes ciudades (aunque muchos no las escuchemos).

En el Año de las Lenguas Indígenas podemos aprovechar para descartar alguno de los prejuicios más frecuentes:

1) Las lenguas indígenas son muy pocas y no las habla casi nadie.

En realidad, prácticamente la mitad de las lenguas habladas en todo el mundo son indígenas, es decir, son habladas por pequeñas comunidades autóctonas vinculadas a un territorio determinado. Lo que sucede es que tienen, en general, menos de 100.000 hablantes y reciben poca atención y reconocimiento por parte de los estados nacionales, que prefieren fomentar algunas pocas lenguas europeas (como el español, el inglés, el portugués, etc.) o nuevas lenguas internacionales (como el chino) sin intervenir en la revitalización de lenguas indígenas. Según quién haga las cuentas, las lenguas en peligro de extinción son alrededor de 2680.

2) Las lenguas indígenas no tienen escritura.

Aunque las lenguas indígenas eran, en su mayoría, ágrafas hasta el momento de contacto con los colonizadores europeos, desde entonces sus hablantes han incorporado el alfabeto y formas de escritura occidentales para la documentación y comunicación. El guaraní, el wichi, el aymara y el quechua tienen escritura desde los siglos XVII y XVIII, cuando misioneros jesuitas y franciscanos hicieron traducciones de textos religiosos.

En la actualidad, los hablantes escriben mensajes de Whatsapp, Facebook y Twitter en su lengua, e incluso desarrollan materiales impresos y audiovisuales para la revitalización lingüística. Cada lengua se encuentra en constante movimiento y adaptación a la experiencia; y si los hablantes de castellano desarrollamos nuevas palabras (como “computadora” o “avión”) para nuevas realidades, no hay motivos para que esto no suceda en cualquier otra lengua.

3) La revitalización lingüística es muy cara y no trae beneficios para toda la sociedad.

Cuando una lengua se encuentra en riesgo de desaparición, porque es hablada por muy pocos hablantes y no es conocida por los más jóvenes, se pueden iniciar procesos de “revitalización”, destinados a enseñar y ampliar su uso en una comunidad. La inversión estatal en estos casos suele ser marginal, puesto que con frecuencia son los actores comunitarios, académicos y culturales quienes inician y sostienen el proceso, aún cuando necesiten el apoyo institucional y material del Estado.

Los beneficios, sin embargo, exceden a la propia comunidad indígena. Un estudio de 2016 muestra el impacto de la vitalidad de las lenguas indígenas australianas en el descenso de las tasas de prevalencia de diabetes, suicidios y abuso de drogas. Algo parecido se demostró en Canadá.

Así, la identidad lingüística y las formas de ver el mundo asociadas a ella pueden llegar a ser, entre otras cosas, una política de salud pública.

*Lingüista. Investigador del CONICET y profesor en UNSAM. 

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