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Cine y series #stephen king#Doctor sueño

Análisis | Doctor Sueño es una digna secuela de El Resplandor

Stephen King sigue copando las pantallas, esta vez, con la adaptación de la secuela de "El Resplandor", película que trata de amalgamar su obra con la visión de Stanley Kubrick.

Análisis | Doctor Sueño es una digna secuela de El Resplandor

No es ningún secreto que Stephen King odió con toda su alma la adaptación de “El Resplandor” (The Shining, 1980) a cargo de Stanley Kubrick. Kubrick convirtió la película en una tragedia doméstica con algunos toques sobrenaturales. Como no podía creer, no logró que la película fuera creíble para otros”, opinaba el propio autor sobre una de las obras más emblemáticas del género terrorífico. Más allá del disgusto de King, el film prevalece en el tiempo como un clásico indiscutible (y discutible), cuyos elementos característicos trascendieron la trama para formar parte de ese entramada nostálgico conocido como la cultura pop.

Para sacarse el mal sabor de boca, en 2013 Esteban se despachó con “Doctor Sueño” (Doctor Sleep), secuela de aquella celebrada novela de 1977 que ahora contaba las peripecias de un crecidito Danny Torrance, décadas después de los eventos ocurridos en el hotel Overlook. Ni lento ni perezoso, Hollywood tenía que echar mano de dicha historia, y en un año (lustro, década) recargado de adaptaciones del maestro del terror literario, nos llega esta continuación homónima.

Mike Flanagan es el encargado de esta tarea, un realizador con varias historias de horror en su haber (“Oculus”, “Ouija: El Origen del Mal”, “The Haunting of Hill House”) y “El Juego de Gerald” (Gerald's Game, 2017), su propia versión de un relato de King, celebrada por el autor. De ahí el voto de confianza para este director, guionista y montajista que decidió tomar como fuente tanto la novela como la película de Kubrick, amalgamándolo todo con la intención de expandir el universo resplandeciente con nuevos elementos y personajes, así como apelar al conocimiento (y, una vez más la nostalgia) del espectador sobre ese terreno tan conocido.

El resultado es un híbrido que entretiene (a pesar de sus dos horas y media), pero no siempre funciona, mucho menos cuando se empeña en recalcar lo establecido por Kubrick, olvidándose que el público puede construir sus propias conclusiones. Flanagan arranca en 1980 con un pequeño Dan y su mamá Wendy dejando atrás los horrores vividos, en su nuevo hogar de Florida. El nene todavía debe lidiar con su don, perseguido por los fantasmas del Overlook, pero con una ayudita encuentra la forma de hacerles frente.

No lejos de ahí, un culto de seres casi inmortales conocidos como True Knot (el nudo verdadero), y liderados por la carismática Rose the Hat (Rebecca Ferguson), se dedica a rastrear a otros niños que ‘resplandecen’ para alimentarse de su poder, fuente de su perpetuidad, o convertirlos y sumarlos como miembros de su familia.      

Años después, en 2011, Dan sigue sin superar sus traumas y se entrega a la bebida para suprimir su resplandor, en parte, siguiendo los oscuros pasos de su papá Jack. Después de tocar fondo, algo lo lleva a instalarse en el pequeño pueblo de Frazier (New Hampshire), donde enseguida conoce a Billy Freeman (Cliff Curtis), futuro amigo y sponsor de Alcohólicos Anónimos, cuya relación lo va a ayudar a rehabilitarse y conseguir un trabajo en un asilo para ancianos donde sus poderes serán bienvenidos: de ahí su nuevo apodo, Doctor Sueño.  

Fantasmas del pasado 

Ocho años después, los miembros de True Knot están hambrientos y desesperados en busca de víctimas. Pronto van a sentir la presencia de Abra Stone (Kyliegh Curran), una jovencita cuyos poderes son enormes y que en los últimos tiempos anduvo en contacto telepático con Dan, una relación sin muchos riesgos, hasta que la nena decide buscarlo para pedir su ayuda. Esta es la verdadera cuestión del asunto, y aunque quiera esquivarlo, Torrance va a tener que convertirse en guía y protector de Abra, mientras buscan la manera de derrotar a Rose y su grupo.     

Flanagan tiene mucho para contar, salta de lugar en lugar, de año en año hasta que logra sentar las bases de su relato. Su punto más alto es el establecimiento de estos nuevos villanos y sus motivaciones, un grupo de seres sobrenaturales que mete miedo con poco y sin necesidad de extenderse en los detalles de su contexto. Son el nuevo enemigo a vencer y ahí es cuando la película se instaura como la clásica lucha del bien contra el mal, sin las sutilezas de Kubrick. Ferguson es, sin duda, el personaje más rico e interesante de este conjunto, mientras que el Dan de Ewan McGregor pasa a un segundo plano, opacado por el protagonista de Abra, una nena demasiado confiada para el beneficio de la narrativa.      

“Doctor Sueño” no es “El Resplandor”, ni pretende serlo, pero cuando se estanca y ya no sabe qué más agregarle a este universo de sectas inmortales y niñitos con poderes, cae en la tentación (y la repetición) de volver a recorrer todos esos lugares conocidos (física y metafóricamente). La historia de Abra vuelve a convertirse en la de Danny para intentar darle un cierre a sus propios traumas.

La nueva villana de este universo

Se celebra el detallismo con el que el director homenajea a Kubrick sin perder su propio estilo estilístico (tan marcado y recurrente en “The Haunting of Hill House”) y el no caer en la tentación del rejuvenecimiento digital cuando las escenas necesitan volver al pasado. Pero estas decisiones artísticas no siempre ayudan a una trama que parece dividir la película en secciones que deben ser superadas para seguir avanzando.

Igual, y a pesar de la incesante banda sonora de The Newton Brothers que intenta marcar el pulso, Flanagan sale airoso con una secuela correcta que logra concluir una etapa y, con suerte, abrir un nuevo capítulo para este universo sobrenatural que deja bien en claro que tiene mucho más para ofrecer más allá de Dan, Abra, Rose y el siempre diabólico hotel Overlook.       

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