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Cine y series #Netflix#El irlandés

Análisis | El Irlandés de Martin Scorsese es la mejor síntesis de su obra

Entre revuelos, polémicas y estrenos limitados llega la nueva película de Martin Scorsese y ya la vamos sumando a lo mejor de 2019. 

Análisis | El Irlandés de Martin Scorsese es la mejor síntesis de su obra

Mucho se habló de “El Irlandés” (The Irishman, 2019), el último opus de Martin Scorsese, sobre todo después de los dichos del realizador sobre Marvel y su incisivo análisis del estado actual del arte cinematográfico; pero es hora de hablar de la película en sí, una síntesis perfecta de todos esos temas que lo apasionan y lo acompañan a lo largo de su filmografía. ¿Marty se homenajea a sí mismo? No, más bien reflexiona sobre su trabajo y cómo esa visión de joven cineasta del NuevoHollywood fue madurando y mutando a través de los años sin perder su esencia.

Scorsese vuelve al género gansteril adaptando “I Heard You Paint Houses: Frank ‘The Irishman’ Sheeran and Closing the Case on Jimmy Hoffa” (2004) de Charles Brandt, una obra de no-ficción que se mete en la vida de Sheeran (Robert De Niro), veterano de la Segunda Guerra Mundial devenido en camionero y asesino a sueldo de la mafia, que decidió confesar los crímenes que cometió bajo el mando de la familia Bufalino, incluyendo el del famoso sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino). El crimen de Hoffa todavía no fue esclarecido del todo (aunque fue declarado muerto en 1982 tras siete años de desaparecido), pero Brandt, Scorsese y el guionista Steven Zaillian -ganador del Oscar por “La Lista de Schindler” (1993)- nos dan mucho en qué pensar sobre Norteamérica y su política durante las décadas del cincuenta, sesenta y setenta.

“El Irlandés” arranca en un asilo de ancianos con un frágil y decrepito Frank rememorando sus días como asesino. Sheeran no le habla a nadie en particular, pero sabemos que es a nosotros. En su relato no hay remordimiento porque su consciencia está tranquila. Como lacayo hizo el trabajo que le correspondía sin cuestionar las implicancias morales, incluso cuando le tocó apretar el gatillo contra uno de sus más queridos amigos.

Saltamos a la década del cincuenta, en algún lugar del Norte de Pennsylvania, donde el joven Frank cruza caminos con Russell Bufalino (Joe Pesci), sin saber que está ante uno de los hombres más prominentes del crimen organizado local. A la larga, y después de algunas metidas de pata en su labor como transportista de carne, Sheeran comienza a trabajar bajo las órdenes de Russell ‘pintando casas’ a su manera. Frank es un hombre leal y de confianza que hace sus encargos sin chistar, es por eso que se convierte en el indicado para acompañar y resguardar a Hoffa cada vez que lo necesite.     

Yo soy tu amigo fiel

A nadie le sorprende que el líder sindical tenga estrechos lazos con la familia Bufalino, entidad que lo ‘financia económicamente’ y lo respalda ante sus competidores como Anthony ‘Tony Pro’ Provenzano (Stephen Graham) o las presiones del gobierno federal. Con el tiempo, Frank y Jimmy entablan una verdadera amistad, obligando a Sheeran a convertirse en intermediario cuando las ambiciones de Hoffa empiezan a chocar con los negocios de la mafia.

La historia es conocida para muchos, intuida para otros y totalmente desconocida para las generaciones más jóvenes que hasta se perdieron las referencias de “Los Simpson”. Claro que siempre se puede googlear al respecto pero, igual, Scorsese logra meternos de lleno en los climas de suspenso que se crean a cada vuelta de la esquina, obligándonos a anticipar eso que sabemos que va a pasar. Acá, la violencia es moderada y nunca se exalta como en muchas de sus obras, porque el punto de vista está puesto en Frank y para él, el ‘pintar casas’ no es tan diferente a pintar casas. A De Niro le toca ser el narrador contenido, el nexo entre los demás personajes. Un trabajo tan delicado como la exuberancia de Pacino, la figura carismática y magnética que a todos les cae bien, incluso a la pequeña hija de Frank.

El líder carismático

Por su parte, Pesci decidió volver a la actuación (sí, estaba retirado) para darnos uno de sus mejores trabajos, uno que engloba muchas de esas cualidades que ya lo vimos representar, pero desde una óptica y un registro muy diferente. Scorsese habla de la edad (y desde la edad), del paso del tiempo y las responsabilidades. De la experiencia, la lealtad, la amistad, la moral y ese mismo tiempo que viene a cobrar sus deudas.       

Scorsese da una clase de cine a lo largo de tres horas y media (porque puede y le sale bien), dejando en claro a qué se refiere cuando se mete con Marvel y su falta de visión artística. “El Irlandés” es pura visión y no por ello deja de ser una superproducción de 150 millones de dólares, una que debió buscar el financiamiento y distribución de Netflix cuando los grandes estudios le dieron la espalda. Así, ‘la última película de Scorsese’ apenas se va a pasear por las salas del mundo y terminará muriendo en la grilla del sistema de streaming, pero esta es una obra que la Academia no podrá ignorar así nomás a la hora de los premios por venir de una plataforma no convencional.

El trabajo y la familia no se mezclan 

El ritmo, la crónica, la construcción de la anticipación para llegar a ese clímax inevitable provocan que esas tres horas y media ni se sientan y que esos 150 millones se vean reflejados en la pantalla, ya sea en una maravillosa puesta en escena que apoya el paso del tiempo sin necesidad de cartelitos literales, o los efectos digitales que necesitaron para rejuvenecer y envejecer a los protagonistas, un truco que pasa desapercibido en la mayoría de los casos.      

¿Se le puede reprochar a Marty la falta de lucimiento de sus personajes femeninos? Sí se puede y ahí reside el punto más flojo de la película. Se entiende que Frank no tiene palabras cuando trata de relacionarse con sus hijas, pero nos queda gustito a poco en cada una de las escenas donde se cruza con la crecida Peggy interpretada por Anna Paquin.

“El Irlandés” es, por lejos, una de las películas más acabadas y sinceras de Scorsese, al menos, en esta última década. ¿Una obra maestra? Eso, el tiempo lo dirá, pero por ahora se merece su buena pasada por el cine donde demuestra qué es esto del arte de las imágenes en movimiento.    

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