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Análisis | Nasha Natasha y un fenómeno que sí tiene explicación

Natalia Oreiro llega a la pantalla de Netflix con un documental que muestra la pasión de la artista y por la artista en lugares tan remotos como Rusia. 

Análisis | Nasha Natasha y un fenómeno que sí tiene explicación

“Lo que te pasa en la infancia, te queda marcado en el corazón”. Así intenta definir Natalia Oreiro su propio suceso en lugares lejanos como Rusia, y la inquebrantable relación que estableció con los fans quienes, a simple vista, parecen tan ajenos a la idiosincrasia latinoamericana. Pero tiene toda la razón. Esos leales seguidores que la esperan en cada aeropuerto, puertas de hoteles o llenan estadios monumentales crecieron junto a ella y ese sentimiento es común a cualquiera que haya experimentado una pasión similar.      

“Nasha Natasha” (2020) lo muestra de primera mano, pero también se concentra en el recorrido de la actriz y cantante, desde su Montevideo natal (el origen del camino) hasta la vuelta a casa en Buenos Aires, tras una gira que realizó en el año 2014, a lo largo de 16 ciudades de la ex Unión Soviética. El documental escrito y dirigido por Martín Sastre -quien ya tenía experiencia trabajando con Oreiro en “Miss Tacuarembó” (2019)- tuvo su estreno internacional en 2016, en el 38° Festival de Cine de Moscú, como parte de la selección oficial, pero ahora llega a la pantalla de Netflix para recordarnos que, en Rusia, Natalia es más grande que Maradona y Evita.

Sastre va y viene en el tiempo, intercalando imágenes de archivo de la infancia de Natalia y sus sueños de estrellato, los testimonios de sus padres (Carlos y Mabel), su hermana Adriana y sus amigos y compañeros que dan fe de esa energía, carisma, espontaneidad y cariño desbordante que también se ve arriba del escenario de ciudades tan lejanas como Rostov del Don (a buscar en el mapa). Así, NashaNatasha” (nuestra Natalia) crea un paralelismo entre la vida de la persona (privada y pública) y ese fenómeno que se esfuerza en dilucidar.

Al final, la explicación es sencilla y llega de la mano de los propios fans, mayoritariamente femeninos, muchos de los cuales encontraron en Carlitos/Milagros Esposito el modelo de mujer a seguir que andaban necesitando, sobre todo en una república socialista donde el individualismo -y las mujeres- no cortan ni pinchan. El éxito de “Muñeca Brava” (1998-1999) en Rusia fue el punto de partida para que Oreiro se convirtiera en ese lazo definitivo entre el frío (pero pasional) país europeo y la fogosa América Latina. Miles de jovencitas corrieron a aprender el idioma de su ídola, imitarla en todas sus formas y, por su puesto, comprar esa entrada para cantar y bailar al ritmo de la uruguaya (y argentina por elección).

Muñeca rusa

Entre los testimonios y el tour por algunos de los lugares más helados del globo, el realizador se mete en la intimidad de la estrella: su vida como madre y esposa, y el peso de dejar a la familia por un larguísimo mes para cumplir con sus obligaciones de artista. Los momentos sinceros “detrás de las cámaras” reflejan la falta de divismo y la naturalidad de Natalia, pero aquellos más “ensayados” rompen el clima intimista que Sastre intenta concretar. Igual, el documental cumple su cometido, entretiene y festeja la conexión entre la estrella y su público porque “Nasha Natasha” es para ellos.

Todos creemos conocer a Natalia Oreiro a través de sus películas, sus novelas y sus canciones gancheras. La idea de Sastre y su crónica es mostrar un lado menos trillado, y hacerlo desde esta faceta internacional, remarcando el alcance de un suceso que excede las fronteras de Argentina y Uruguay, incluso las de América Latina. Pero Naty no se conforma con Rusia y prueba que la fascinación llega a hasta Polonia, República Checa, Rumania, Filipinas, Israel, Tahití, Grecia e Italia, como para nombrar algunos ejemplos.

Todo es potencia sobre el escenario

En el camino que señala el realizador -un círculo transformador con principio y final para la chica- están los anhelos, la dedicación y atención a cada detalle del show, la temprana partida hacia Buenos Aires en búsqueda de cumplir esos sueños de fama, lejos de la familia y los afectos, aunque con la constante capacidad de crear nuevos lazos. Esta es la Natalia que adoran los rusos como si fuera una rusa más, el eje de esta película que recorre los momentos más significativos de su vida personal, siempre entrelazados con lo profesional como si fueran elementos indivisibles que se retroalimentan constantemente. Un fuego que arde y devuelve esa misma calidez que sale desde el corazón de esos fanáticos absolutos.   

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