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Análisis | Perry Mason S1: un policial oscuro que se revela ante nuestros ojos

La primera temporada de "Perry Mason" llegó a su fin y analizamos lo mejor y lo más flojo que nos dejó esta nueva encarnación del clásico personaje. 

Análisis | Perry Mason S1: un policial oscuro que se revela ante nuestros ojos

El final de “Game of Thrones” dejó un vacío bastante grande para llenar en la pantalla, sobre todo la de HBO, que sigue buscando la alternativa ideal para enganchar a sus televidentes. Esta no fue la mejor temporada para la cadena premium, aunque el último tramo del año se puede optimizar gracias a los estrenos de “I May Destroy You”, “Lovecraft Country”, “We Are Who We Are” y otros lanzamientos que se vienen. En el medio quedó “Perry Mason”, drama policial que gana terreno con el avance de sus episodios y ya se aseguró una segunda entrega, ahora sí, centrada en el famoso abogado creado por Erle Stanley Gardner.

Aclaración: esta reseña contiene spoilers.

A no confundirse, la adaptación televisiva pergeñada por Ron Fitzgerald (“Boardwalk Empire”) y Rolin Jones (“Westworld”) se concentra de lleno en el personaje titular, pero cuando conocemos a este hosco protagonista todavía está a años luz de aquel litigante perspicaz que canalizó RaymondBurr en la pantalla chica, entre 1957 y 1966. El drama criminal de HBO nos lleva a principios de la década del treinta -escenario de su verdadero nacimiento en las páginas de las novelas pulp-, donde Mason (Matthew Rhys) se dedica a investigar a las órdenes de su gran amigo y mentor Elias Birchard “E.B.” Jonathan (John Lithgow), respetado abogado de la ciudad de Los Ángeles.

Paralelamente, Perry usa sus destrezas detectivescas -y se aprovecha de la sociedad con Pete Strickland (Shea Whigham)- para espiar a maridos infieles y a estrellas de Hollywood propensas a todo tipo de escándalos, ingresos no tan santos que lo ayudan a mantener en pie la destartalada granja familiar, además de pagar los alimentos de una ex esposa (Gretchen Mol) y un hijo pequeño al que no ve con frecuencia. Su suerte podría cambiar gracias a un truculento caso que sacude a la ciudad: el secuestro y asesinato de Charlie Dodson, el bebé de Matthew (Nate Corddry) y Emily Dodson (Gayle Rankin), cuyo cuerpo apareció sin vida en el Angel's Flight, unos días después de la víspera de Navidad de 1931.

Los Dodson -en apariencia, inocentes- son miembros de la Radiante Asamblea de Dios (Radiant Assembly of God) liderada por la hermana Alice McKeegan (Tatiana Maslany), un enorme conglomerado religioso que transmite sus multitudinarias ceremonias a través de la radio. La congregación se compromete a buscar la mejor representación legal para la pareja que, además de perder a su hijo, también perdió los cien mil dólares de un rescate que salió bastante mal.

Las intenciones de la hermana Alice son sinceras, pero...

Las primeras sospechas de la policía, sobre todo de los corruptos agentes Joe Ennis (Andrew Howard) y Gene Holcomb (Eric Lange), recaen sobre el señor Dodson, pero éste pronto consigue el apoyo de su padre ricachón (Robert Patrick) y se desentiende del asunto. Lamentablemente, Emily está mucho muy complicada, más cuando el propio Mason descubre que la afligida madre tenía un romance con uno de los secuestradores. Los pormenores de la investigación no favorecen a la defendida de Jonathan, quien debe combatir sus propios problemas personales al enfrentarse con el fiscal de distrito Maynard Barnes (Stephen Root), predispuesto a colgar a la acusada.   

Esta primera temporada de “PerryMason” se rige por los tropos y la estética del neo noir, y nos presenta un relato descarnado que no deja ningún tema coyuntural fuera de la agenda, más allá de que estemos lidiando con la prosperidad de Los Ángeles en la década del treinta. En este escenario, donde Mason todavía sufre las consecuencias (y los traumas) de su paso por las trincheras de la Primera Guerra Mundial -aunque los guionistas pronto pierden el interés en este tópico-, el racismo dice presente de la mano de Paul Drake (Chris Chalk), patrullero afroamericano con grandes habilidades y dedicación, pero poco futuro en un departamento de policía que nunca va a dejarlo progresar, ni mucho menos que se corra de los reportes “oficiales”.

La discriminación vuelve a decir presente 

Drake es el agente que, azarosamente, descubre los cuerpos de los supuestos secuestradores y encuentra varias pistas que no concuerdan con la investigación de Ennis y Holcomb. Temiendo por su bienestar y el de su esposa embarazada, Paul decide callar restando posibilidades para la defensa de Emily. Justamente, la visión (y demonización) femenina es uno de los puntos más interesantes de la serie dirigida por Timothy Van Patten y DenizGamzeErgüven. Los realizadores entienden el lugar secundario que ocupa la mujer en esta época, pero también nos regalan grandes personajes como Della Street (Juliet Rylance): mucho más que la secretaria de E.B., la verdadera responsable del salto de Perry hacia los juzgados, y la única que cree en la inocencia de Dodson. 

Es ella quien ve el potencial litigante en este detective privado propenso a la bebida y a romper más de una regla para cumplir sus cometidos. Cuando Jonathan ya no puede hacerse cargo del asunto, Della mueve algunas de sus influencias y logra poner a Perry en la barra de abogados, dándole una nueva oportunidad a una acusada que, para ese momento, ya había perdido casi todas sus esperanzas. La jugada parce un tanto arriesgada (e inverosímil para la narración), pero calza a la perfección dentro de un panorama donde las leyes tienden a romperse con facilidad y la corrupción rige cada institución. ¿Qué le hace una mancha más al tigre?

Della y Perry, juntos a la par

Tenemos que ubicarnos en un 1932 y una ciudad que todavía se sigue recuperando (y atravesando) las consecuencias de la Gran Depresión, florece gracias a la industria cinematográfica y eventos como los Juegos Olímpicos, explota los negocios turbios entre las grietas de la Ley seca y busca redención en lugares como la Radiante Asamblea de Dios. Esta trama y los delirios místicos de la hermana Alice son lo más flojo de una historia que empieza a ganar terreno cuando entra en la corte y se apega a los lineamientos de cualquier drama procesal, mucho más con la carismática figura de Mason/ Rhys a la cabeza: un abogado imperfecto y un tanto escéptico que, a pesar de estar rodeado de esa misma podredumbre que intenta combatir, todavía cree en la búsqueda de la justicia y la verdad.

Sin dudas, esta primera entrega funciona como “precuela” para entender el trasfondo de un personaje harto conocido en la TV, y deja el terreno bien allanado para lo que venga a futuro. Perry ya se ubicó en la vieja oficina de su mentor y tendrá a Della como compañera de aventuras -esta vez, de igual a igual-. Ya tiene un nuevo caso por resolver, pero también varios cabos sueltos en torno a la muerte de Charlie y esos verdaderos culpables que, por ahora, no pagaron sus cuentas.            

Las habilidades socia les de Mason no son su fuerte 

A “PerryMason” le cuesta encontrar el camino en sus primeros episodios, un tanto densos y atolondrados, pero logra conquistarnos con un protagonista ‘incorrecto’ que va descubriendo sus verdaderas habilidades y ejercitando sus músculos sociales. Una puesta en escena impecable, un gran elenco secundario, aunque no siempre le atina con sus momentos más exagerados. Gana en el equilibrio entre lo dramático y lo policial, y consigue sumar cierto análisis coyuntural, a través de una historia lejana que no para de repetirse.    

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