Stephen King sigue sumando kiosquitos televisivos, esta vez, de la mano y la superproducción de HBO. Richard Price (“The Deuce”, “The Night Of”) tiene a su cargo la adaptación de “El Visitante” (The Outsider), novela homónima publicada en 2018 que mezcla el thriller de misterio con algunos elementos terroríficos, como bien sabe hacer este maestro del suspenso literario. La miniserie de diez episodios arranca con “Fish in a Barrel” y el terrible descubrimiento del cadáver de Frankie Peterson, un nene de apenas once años, en los bosques de Georgia.

El curtido detective Ralph Anderson (Ben Mendelsohn) tiene la tarea de encontrar al responsable y, para su sorpresa, todas las pistas parecen apuntar a Terry Maitland (Jason Bateman), maestro y entrenador de béisbol muy querido y respetados por sus amigos y vecinos. La reputación es lo de menos cuando hay tantos testigos que pueden identificarlo y pruebas (ADN, huellas) que lo ubican en el lugar, pero Maitland sigue pregonando su inocencia y termina contratando los servicios de Howie Gold (Bill Camp), abogado repleto de mañas y trucos para ayudar a sus clientes.

De un lado, están Anderson, el fiscal y todas sus evidencias. Del otro, Terry, Gold y la certeza de que él entrenador no es responsable porque en ese preciso momento se encontraba en una conferencia educativa a varios kilómetros del lugar del asesinato. Para la parte acusadora no hay incertidumbres, pero el detective comienza a dudar: ¿cómo es posible que un hombre esté en dos escenarios diferentes al mismo tiempo? Esta es la premisa que flota en el aire durante los dos primeros episodios de “The Outsider”, ambos dirigidos por Bateman, que ya tiene varias experiencias detrás de las cámaras.

Director y guionista (el mismo Price) crean un clima de suspenso y tensión que no deja de avanzar sobre la trama, pero que también se toma el tiempo necesario para bucear en los conflictivos presentes de los protagonistas. Sobre todo el de Anderson -un Mendelsohn corrido de su acostumbrado registro de villano-, quien carga con sus propias tragedias personales que no terminan de sanar. Por eso el caso de Maitland lo descoloca y lo obliga a involucrarse más de la cuenta.

Esta “invitación” también va para el espectador que sólo puede sacar conclusiones y esperar a que la narración vaya revelando los misterios que esconde. Enigmas que rodean al sospechoso y a la familia de la joven víctima, además de sumar a un extraño personaje que se mueve entre las sombras. De entrada, la miniserie se nos presenta como un típico drama policial más cercano a “True Detective” que a las historias terroríficas de King. Claro que no faltan los pequeños guiños a su obra, pero en estos primeros episodios el drama y el proceso de investigación toman la delantera, allanado el terreno para cualquier ‘sobresalto’ que pueda (y va a) venir.    

Bateman y Price se toman su tiempo para establecer las reglas del relato, juegan un poco con el tiempo en los primeros minutos, pero este formato no lineal no prospera, justamente, porque resulta un tanto confuso e injustificado. Una vez que nos meten de lleno en la investigación, la historia se acelera y no para, dejando siempre la puerta bien abierta y la curiosidad a flor de piel por saber que puede pasar a continuación.  

Los climas oscuros y la atmósfera de suspenso se refuerzan con una narrativa visual bien llevada -aunque los encuadres asfixiantes se repitan hasta el hartazgo- y actuaciones muy buenas, sobre todo los papeles secundarios. Un conjunto correcto que cumple y nos deja expectantes (claro que necesitamos saber qué anda pasando), pero que no destaca demasiado al compararlo con otros productos similares que intentan hacer una diferencia en un mercado sobrepoblado de propuestas televisivas.