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En medio de la pandemia, el terror surcoreano sigue sumando historias de apocalipsis, muertos vivos y supervivencia.
Corea del Sur empezó a redefinir el género de terror -y sobre todo el subgénero de muertos vivos- gracias al suceso de “Invasión Zombie” (Busanhaeng, 2016), su precuela animada y su reciente secuela, “Estación Zombie 2: Península” (Train to Busan 2, 2020). La supervivencia y el factor humano le ganaron al gore y la espectacularidad de los comecerebros, un enfoque que vuelve a decir presente en “#Vivo” (#Saraitda, 2020), debut del realizador Il Cho, quien coescribió el guion junto a Matt Naylor, responsable de “Alone” (2020), versión norteamericana de esta misma historia.
El relato de Cho cobra (todavía) más relevancia en medio de la pandemia de COVID-19 y el distanciamiento social. Todo arranca en un complejo de departamentos del área metropolitana de Gangbuk donde vive Joon-woo/Morris62 (Ah-In Yoo), muchachito afecto a los videojuegos y los streamings. El jovencito despierta solo en la mañana tras la partida temprana de sus papás y comienza su rutina gamer como si nada, hasta que algunos de sus suscriptores y compañeros de juego lo alertan sobre lo que ocurre en el exterior. Afuera, en las calles, la gente entró en pánico debido a que muchos individuos se tornaron violentos y empezaron a atacar a sus conciudadanos, sin razón aparente.
En un principio, nadie puede explicar esta conducta, pero pronto aparecen indicios de un extraño virus que mutó. La aparente enfermedad ataca el cerebro de las víctimas, convirtiendo a las personas en caníbales inconscientes y agresivos. Desde su ventana, Joon-woo logra atestiguar la carnicería que se desarrolla en las calles, e imposibilitado de comunicarse con ninguno de sus seres queridos, decide atrincherarse en la vivienda. Los días pasan y el vecindario se empieza a transformar en tierra de nadie. Los “muertos vivos” inundan cada rincón del edificio, dificultando aún más el ingreso de las fuerzas de rescate.
En medio del aislamiento y la escasez de comida, nuestro protagonista recibe un mensaje de su papá advirtiéndole que, por el momento, el reencuentro no va a poder concretarse, pero él “debe sobrevivir”. Este es el mantra de Joon-woo que, a pesar de cierta inexperiencia y falta de sentido común, intenta seguir adelante, en contra de las adversidades, los infectados que tocan a su puerta y las falta de suministros. La soledad y la desesperanza, finalmente, hacen mella en su cordura, y ante la imposibilidad de un rescate, el joven decide tomar medidas más extremas.
En ese preciso momento, la salvación llega en forma de puntero láser y una jovencita atrincherada en su departamento, al otro lado de una calle atestada de zombies. A Yoo-bin (Shin-Hye Park) se la ve más preparada para la ocasión, distribuyendo sus raciones y bien alerta ante cualquier intruso, pero la falta de compañía y el desaliento también dejaron huellas psicológicas con el paso de las semanas. El encuentro a la distancia los ayuda a pasar mejor este mal rato, totalmente ignorantes de lo que sucede más allá de sus paredes.
Como muchos relatos modernos con ‘trasfondo’ de muertos vivos, Cho y Naylor aprovechan a las hambrientas criaturas como excusa para hablar de la naturaleza humana y el comportamiento ante la supervivencia extrema. Imposible no pensar en la realidad que estamos atravesando en cuarentena, más cuando entendemos la importancia de las comunicaciones, el contacto humano, Internet y las redes sociales ligadas a ese hashtag que propone el título. “#Vivo” no suma nada nuevo al espectro, ni se acerca a los parámetros dramáticos de “Invasión Zombie”, pero logra mantener la tensión y el enfoque en su (ahora) pareja protagonista, mientras se abren camino como los únicos sobrevivientes.
Los realizadores eligen monstruos ágiles y deformes que se desfiguran ante nuestros ojos. Susceptibles a los ruidos y para nada tontos, ya que muchos lograron retener recuerdos de acciones que llevaban a cabo en sus “vidas pasadas”. Esto los convierte en una amenaza más palpable y constante para los protagonistas a la hora de intentar escapar de la seguridad de sus respectivos refugios.
Director y guionista no se alejan demasiado de los tropos y la comodidad del drama de acción, pero usan la realidad tecnológica a su favor, con mucho mensajito de texto en pantalla y drones que sobrevuelan la zona. “#Vivo” termina siendo una propuesta entretenida y cargada de tensión (por momentos), aunque no cuenta con las mejores actuaciones, y pierde la cadencia del ritmo inicial, cuando se apresura demasiado hacia un desenlace genérico. Tampoco se anima a los subtextos sociopolíticos de los mejores exponentes del género, incluyendo la mencionada “Invasión Zombie”. Tampoco lo necesita porque no es la intención de sus realizadores. El resultado final sigue siendo correcto y muy llevadero -más para los aficionados al gore-, pero puede que a esta altura del año, los ánimos no estén tan dispuestos para una historia apocalíptica.
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