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Cine y series #Robert evans

El adiós a Robert Evans, legendario productor de "El Padrino"

Hollywood despide a una de sus figuras legendarias: un ejecutivo y productor carismático, cuya impronta trascendió la pantalla. 

El adiós a Robert Evans, legendario productor de "El Padrino"

La historia personal de Robert Evans, legendario productor y ejecutivo de Hollywood, tranquilamente podría haber sido el eje central de cualquiera de sus exitosas películas. Actor frustrado, chico problemático, pero todo un visionario a la hora tomar las riendas de algunos proyectos independientes dentro deParamountPictures, y darles la oportunidad a esos realizadores emergentes responsables de cosas como “El Bebé de Rosemary” (Rosemary's Baby, 1968), “Barrio Chino” (Chinatown, 1974), “El Padrino” (The Godfather, 1972) o “Love Story” (1970), aunque no siempre haya tenido el debido reconocimiento.

Este es, en parte, el legado de Evans, todo un ícono de la meca del cine, ya sea por sus producciones o por su carismática persona. Robert nació en Nueva York y antes de cumplir los 18 años ya había participado en más de 300 shows radiales, algunas series televisivas y obras de teatro buscando esa fama que, a pesar de su porte y sex appeal, le resultaba esquiva. Algunos problemas de salud lo alejaron del mundo del entretenimiento y lo forzaron a desempeñar trabajos más mundanos, pero como fénix, revivió de sus propias cenizas y logró colarse entre las estrellas más famosas y brillantes del firmamento hollywoodense.

El visionario

Cuenta la leyenda, que junto a la piscina del Hotel Beverly Hills, la actriz Norma Shearer le pidió que interpretara a su difunto esposo -el ejecutivo de MGM Irving Thalberg- en la película “El Hombre de las Mil Caras” (Man of a Thousand Faces, 1957). También la negativa que sufrió por parte del resto del elenco cuando Darryl Zanuck lo eligió como el torero de “The Sun Also Rises” (1957), a lo que el productor respondió con el telegrama: “El chico se queda en la película”, frase que se convirtió en el título de su autobiografía y del documental que la adaptó en el año 2002.

A pesar de otras incursiones cinematográficas como “The Fiend Who Walked the West” (1958) y “Mujeres Frente al Amor” (The Best of Everything, 1959), y su celebrada apariencia, la carrera actoral de Evans nunca despegó porque nunca se ganó el favor de la crítica. Decepcionado, volvió a trabajar en la industria textil codo a codo con su hermano, hasta que la empresa se vendió y Robert resolvió regresar a Hollywood con otras ideas y algunos proyectos bajo el brazo.

The Kid Stays in the Picture, una frase premonitoria

Así, y muy de a poco, el aspirante a productor dio sus primeros pasos tras las cámaras, primero en 20th Century Fox para luego pasar a Paramount, tras hacer buenas migas con su dueño, Charles Bluhdorn. Sus encantos y madera de vendedor rindieron frutos cuando éste lo nombró vicepresidente y lo puso a cargo de la producción del estudio, una decisión bastante controvertida. A los 36 años, Robert Evans se convertía en el jefe de producción de Paramount Pictures, atribuyéndosele el rescate de la compañía en medio del colapso financiero. Para 1969, ya tenía bajo su responsabilidad la producción global que, a lo largo de nueve años de trabajo, fluctuó entre sucesos y fracasos rotundos como “Catch-22” (1970) y “El Gran Gatsby” (The Great Gatsby, 1974).

Fue durante este período, en el que Evans se convirtió en “el ejecutivo del ‘nuevo Hollywood’ por excelencia”, aunque su vida laboral, más de una vez, quedó opacada por la personal, plagada de dramas, traiciones y amoríos. Después de ser degradado en Paramount, Evans pasó a producir films icónicos como “Maratón de la Muerte” (Marathon Man, 1976), “El Padrino II” (The Godfather Part II, 1974) y “Jade” (1995), entre otros. Más de una vez ocupó la portada de los pasquines más amarillistas gracias a sus siete matrimonios -el más resonado con Ali MacGraw, quien lo dejó por Steve McQueen-, sus constantes arrestos por posesión (y consumo) de cocaína; o su implicancia (o no) en la muerte de Roy Radin durante la producción de “The Cotton Club” (1984), condimentos para una ‘vida de película’ que se vio retratada en “An Alan Smithee Film: Burn Hollywood Burn” (1997), donde se parodia a sí mismo; o en “Mentiras que Matan” (Wag the Dog, 1997), donde su amigo Dustin Hoffman, lo ‘encarnó libremente’.

La "Historia de Amor" que no fue

“Fue uno de esos grandes personajes de Hollywood de todos los tiempos. Bob tenía una reputación legendaria que lo precedió, con todos esos años en Paramount, donde hizo algunas películas fabulosas, y Ali MacGraw y todo eso. Pero él era un hombre muy carismático con un excelente sentido del humor”, recuerda Joe Eszterhas, guionista de “Sliver - Invasión a la Privacidad” (Sliver, 1993).

La drogodependencia y los cambios en la cultura empresarial de Hollywood marcaron el futuro de su carrera. Cuando resurgió en la década del noventa, sus elecciones ya no eran tan distinguidas -“Barrio Chino 2”, “El Santo”-, pero su LEYENDA ya estaba instituida… y los titulares lo seguían persiguiendo. El nombre de Evans fue uno de los tantos que apareció entre los clientes de la madama Heidi Fleiss, y sus hábitos sexuales se detallan a lo largo de un extenso capítulo de “You'll Never Make Love in This Town Again” (1996), aunque él ya había hecho sus propias confesiones en su mencionada autobiografía.

Bajo su mandato surgieron varias joyitas

Evans nunca ocultó sus vicios, ni sus virtudes. Logró recuperarse de un derrame cerebral que lo dejó paralizado de un lado e incapaz de hablar, en 1998; y volvió a estar en boca de todos con el estreno de “The Kid Stays in the Picture”, documental dirigido por Nanette Burstein y Brett Morgen. Tuvo su propia serie animada -“Kid Notorious” (2003)- en la pantalla de Comedy Central, y mantuvo su oficina en Paramount Pictures, con la esperanza de seguir desarrollando nuevos proyectos hasta sus últimos días.

Ese día llegó el pasado sábado, cuando Robert Evans abandonó este mundo a la edad de 89 años, dejándonos un legado cinematográfico indiscutible y una vida súper entretenida.

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