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Cine y series

Natalia Labaké: “Con ‘La vida dormida’ se nos terminó de caer el velo y fue liberador para todas”

Un viaje en el tiempo que busca la voz de tres generaciones de mujeres en los silencios. Filo.news dialogó con la directora argentina sobre cómo fue el rodaje de su última película, la representación femenina en la política, las estructuras patriarcales en lo cotidiano y más.

Natalia Labaké: “Con ‘La vida dormida’ se nos terminó de caer el velo y  fue liberador para todas”
(Foto: Gentileza Natalia Labaké)

¿Alguna vez hiciste el famoso árbol genealógico en la escuela? ¿te pusiste a buscar quiénes son tus antepasados? ¿qué espacio ocupan los hombres en tu familia? ¿y las mujeres o disidencias? Ese es el recorrido que atravesó la directora argentina Natalia Labaké para su última película “La Vida Dormida”, disponible en salas de cine y próximamente en CineAr.

Mientras la sociedad nos acostumbró a que los hombres estén en el centro de la escena política, económica, cultural, la directora se propone correr el foco, correr la cámara para el otro lado y mostrarlas a ellas, a las mujeres que quedaron históricamente relegadas a un segundo plano, a un papel de acompañante, a una voz que siempre fue silenciada. A todas las condenadas a tener una vida dormida.

Oriunda de Buenos Aires, Natalia Labaké es egresada de Diseño de Imagen y Sonido (FADU - UBA) y de Dirección de Fotografía (SICA). Co-dirigió los cortometrajes “Los Arcontes”, “Un silencio para tratar de escuchar” junto a Rosario Bléfari . A su vez, como editora realizó “Danubio” y “La obra del Siglo”.

En 2016 fue agente del Centro de Investigaciones Artísticas (CIA). En 2021 formó junto a Paulina Bettendorff “Oficina 88", una productora orientada al trabajo en estructuras narrativas para el documental de creación y la ficción. 

“La vida dormida” es su ópera prima, donde retoma el material de archivo que registró su abuela Haydée sobre el ascenso político de su marido, Juan Labaké, dirigente peronista y abogado de los expresidentes Carlos Menem y María Estela de Perón. Es un retrato de la vida familiar en la Argentina de los años 90’ desde la perspectiva de las mujeres y un puente hacia su presente, donde la cámara juega un papel de testigo y espectador. 

La directora toma la obra para continuarla y resignificarla. Su estreno internacional fue en el marco del International Documentary Film Festival Amsterdam 2020 en dos secciones, Luminous e IDFA Competition for Creative Use of Archive, donde obtuvo una Mención Especial del jurado al ReFrame Award.

El estreno nacional fue en la sección Noches especiales del 22° BAFICI. Actualmente se puede encontrar el 26 de septiembre en el Centro Cultural 25 de mayo, mientras que el 28 de ese mes en el Centro Cultural San Martín y el 29 de octubre en la sala Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti; también, pronto llegará a CineAr.

Foto: Gentileza Natalia Labaké

“La vida dormida” nos invita a pensar la representación femenina en la política pero también más allá, en los espacios cotidianos, en la rutina donde no se nos permite levantar la voz. Cual espejo, ese collage de imágenes que vemos nos permite pensarlo en nuestros propios círculos e identificarnos, para así poder repensar el mundo en que vivimos. Filo.news dialogó con la directora para conocer más detalles sobre la película.

  • ¿Qué nos podés contar sobre tu historia como directora? ¿Qué fue lo que te motivó a estudiar y hacer cine?

Quizás haga cine para hacer algo con la realidad, o para evadirme de ella. Cuando era chica creía que tenía poderes y hablaba con seres imaginarios, algunos sacados de los libros de catequesis del colegio. Mi familia quería que yo fuera actriz pero nunca me sentí cómoda delante de cámara. Creo que elegí estudiar cine para poder hablar a través de otrxs, para que observar y escuchar se vuelvan un oficio de todos los días. Creo que lo que más me gusta de hacer cine es el sentido religioso que le encuentro, como una religión sin dios. Porque en lo misterioso, en lo inabarcable y en lo comunitario se juegan mis ganas de seguir haciendo.

  • ¿Cómo fue el rodaje de “La vida dormida”, qué nos podés contar del detrás de escena? ¿Cómo viviste el momento del estreno y la recepción en el público de la obra?

El rodaje fue a lo largo de 8 años con largos períodos de inactividad. En el detrás de escena solo estaba yo, aunque también estaba adentro… Ahora que me escucho, tu pregunta me hace dar cuenta que no hubo un detrás de escena, en todo caso lo que filmé fue un detrás de escena de principio a fin. 

El estreno no tuvo nada de épica pues me tocó estrenar en los primeros meses de la pandemia y hablé a través de un celular con mucho delay para una presentadora de otro continente en una ciudad que ni idea. Pero sí rescato las proyecciones en salas de acá y el hablar con el público al salir de cada función, eso sí me marcó un montón. Porque notaba que en sus inquietudes se expresaban los mismos problemas con los que trabaja la película. Lo viví como una extensión de la obra. Algo hermoso y potente. 

Foto: Gentileza Natalia Labaké
  • ¿Cuándo fue que empezaste a investigar la historia de tu familia? ¿Qué pensaste o sentiste cuando viste el registro de Haydée? ¿por qué decidiste transformarlo en tu ópera prima?

Soy bastante vaga con investigar cualquier cosa. Hay una frase de Charly que me encanta y es: ¨El que no busca encuentra, y el que encuentra guarda¨.  No hubo algo así como una decisión de ¨voy a hacer esta película¨ sino algo más inexplicable y visceral, más parecido a dejarme llevar por el camino del mal. Cuando comencé a trabajar con los videos que había grabado mi abuela Haydée, mi psicoanalista me ordenó: -¨Natalia, tirá todos esos tapes a la mierda, los tirás a la calle¨. Así fue como decidí preservarlos y clasificarlos para incluirlos en la película. Al visualizarlos una y otra vez fui redescubriendo y complejizando a Haydée y a toda una época. Quizás mi psicóloga no creía en la contrapartida del archivo, que además de fijar un pasado puede servir para re-escribirlo y liberarlo. 

  • El film complementa esas grabaciones caseras, pero dándole un nuevo sentido y enfocado en las mujeres de la familia, quienes en las originales aparecen como personajes secundarios. ¿A qué se debió esa decisión? 

A que soy una mujer y quería hablar de nosotras sin usar la palabra como motor del relato. Porque los hombres, si hay algo que creen saber hacer bien es hablar, poner la voz y decir la verdad en cada cosa que piensan. A grandes rasgos, no se permiten el lugar de la duda o el error. Les cuesta la escucha porque sienten que no están haciendo nada, o mientras lo hacen calculan una estrategia de contraataque, o la ven como un signo de debilidad. Como en la palabra se les juega su hombría, se sienten apremiados a imponer su voz sobre la de otrxs. Así es como una conversación se puede convertir fácilmente en un monólogo por turnos y esto se traduce en violencia. Yo quería dialogar con algunas mujeres de mi familia pero nunca me sentí del todo bien hablando; por varias razones, pero la principal tiene que ver con que mi gracia está en otra parte, como en Haydée. En mi caso traté de usar la cámara para narrar esa violencia y para poner de relieve cierta asimetría de poder que era evidente y que como familia no estábamos pudiendo transformar. En cambio en el cine, con la mirada y la escucha ya suceden una infinidad de cosas que son capaces de, no te digo transformar la realidad, pero sí de hacerle una pequeña fisura.

Foto: Gentileza Natalia Labaké
  • En ambos registros audiovisuales (de los 90’ y los actuales) se podría hacer una analogía entre las cámaras y las mujeres de la historia, ambas como testigo y como espectadoras de lo que hacían sus compañeros. ¿Qué similitudes y diferencias encontrás entre ambas?

Tal vez el registro en presente sea un poco más distanciado sin llegar a ser observacional. Hay una potencia crítica en la puesta en escena del presente que en el pasado no está porque la finalidad en aquella, contrariamente a la mía, era la de empoderar al hombre. Incluso creo que Haydée era una mujer con mayor ambición que la de su marido, pero era una ambición que solo se podía satisfacer a través de él, solo gracias a lo que el hombre fuera capaz de conquistar. Esto explica su decisión más o menos consciente de empoderarlo a él antes que a sí misma. Creo que las dos fuimos buenas cineastas amateurs, con un ojo en la lente y otro en lo real. La cámara fue un bastión desde el cual pudimos sostenernos y tener un yo.  

  • La sociedad nos acostumbró a callarnos, como decís en el comunicado de prensa, un poco por educación, otro poco por miedo o comodidad. ¿Cómo creés que influyeron los feminismos en ese sentido? ¿Cómo se relaciona esto con el título de la película, por qué lo elegiste?

La vida dormida es una frase que dijo mi hermana Agustina en una carta a la familia para referirse a un episodio traumático de hace varios años. Terminó la carta diciendo: ̈por fin puedo despertarme de la vida dormida¨. Era una carta que en algún momento llegó a formar parte de la película. La vida dormida tiene que ver con aceptar el silencio y la sumisión como formas de ser mujer y de mantener el status quo del clan familiar, que de copado tiene poco y nada. Pero me pareció que también servía para pensar la década de los noventas y la ambición de poder político en lógicas negacionistas y perversas en las que todavía estamos sumidxs.

Foto: Gentileza Natalia Labaké
  • La historia es íntima y personal, pero también trasciende a lo político hasta ser un retrato social de diferentes épocas. ¿Cómo te interpela la política argentina, es un tema que te interese? ¿creés que el film puede considerarse político, en qué sentidos?

Creo que todo film es político y esto tiene más que ver más con las formas de producción que con la intención de transmitir tal o cual visión de mundo en lxs autorxs. En mi caso, trabajo solo con mujeres salvo excepciones. Y trato de que estemos cómodas y felices con lo que estamos haciendo. Si bien creo que los sistemas de representación política están malheridos, y el mundo en general lo está, podemos hacer política en nuestras formas afectivas y elecciones de consumo, además de salir a la calle que siempre hace bien. Esta es la política que me interesa porque puedo participar. Si hay algo político en la película es el gesto de representar a la derecha como parte constitutiva del peronismo y las violencias solapadas que se ejercen sobre las mujeres al interior de esta familia que me tocó y que obviamente es un problema que trasciende lo doméstico, las clases sociales y las fronteras geopolíticas. Luego, creo que el encuentro con lxs espectadores es una forma política superadora, porque que hay una invitación a una realidad incómoda y esto supone un compromiso y una lectura atenta de lo que se ve y escucha que cada vez menos espectadores están dispuestxs a tener, pero si no hay esto creo que tampoco hay cine. En todo caso habrá comunicación, o entretenimiento. 

Foto: Gentileza Natalia Labaké
  • ¿Cómo movilizó a tu familia la película terminada y especialmente a ellas? ¿cómo te cambió a vos? ¿por qué la recomendarías?

Creo que al socializar las tristezas se nos terminó de caer el velo y fue liberador para todas. Me parece importante darle lugar a la tristeza para estar presentes en lo que heredamos como mujeres. La recomiendo para quienes quieran darse el tiempo de transitar junto a la película un estado de alerta y de autocuestionamiento que a veces es difícil por cómo nos acostumbramos a procesar la información. La película me sigue angustiando, pero en el proceso de hacerla esa angustia era el motor para seguir adelante, así que la considero una angustia sagrada. Ahora que la película le pertenece a otrxs, hablo sin tantas vueltas, me siento parte del mundo y tengo alegría para compartir.

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