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El pacto entre varones y la erosión del consentimiento

Tras dos años de suspensión, la vuelta a la calle en este 8M retorna con un furioso pedido de justicia ante la incesante violencia machista. 

El pacto entre varones y la erosión del consentimiento
(Télam)

Este 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha en la que miles de ciudadanas se movilizan alrededor del mundo en reclamo por la igualdad de derechos. 

Luego de dos años, la tan deseada vuelta a las calles esperaba recibir este día en un clima de alegría y festejos. Sin embargo, la celebración se vio afectada por el aberrante hecho ocurrido semanas atrás en el barrio porteño de Palermo, donde seis hombres violaron en grupo a una joven de 20 años dentro de un auto. Además de generar dolor y bronca, el caso reavivó el furioso grito por un pedido de justicia ante la violencia machista.

Lo ocurrido en Palermo no constituye un hecho aislado. De acuerdo a los últimos datos del Sistema Nacional de Información Criminal del Ministerio de Seguridad de la Nación, solamente en 2020 se reportaron de manera oficial alrededor de 22.076 delitos contra la integridad sexual de las mujeres.

Una de las cuestiones más impactantes del caso fue que, de los seis hombres implicados, ninguno decidió frenar la situación. Ninguno de los seis intentó parar a su grupo de amigos, y en lugar de eso, prefirieron avalar la violación por turnos a una mujer, como si se tratara de algún tipo de tortura planificada.

Para hablar de lo ocurrido, Filo.News dialogó con Antonella D'Alessio, psicóloga transfeminista, fundadora de Spot Consultora y coordinadora del área de comunicación de la Red de Psicólogxs Feministas, y con Andrés Arbit, documentalista, activista y co-creador de Privilegiados, un espacio dedicado a repensar el rol de los hombres en la sociedad, que busca “desarmar lo aprendido”.

No son animales

Con el horror que implicó la noticia, se escuchó nombrar al hecho como “violación en manada”, aunque en reiteradas ocasiones se aclaró que la forma correcta para nombrar lo sucedido era “violación en grupo”.

“Los ataques sexuales siempre son premeditados, siempre hay una utilización de las condiciones mentales al 100% y esto en ningún momento tiene que ver con un comportamiento animal. No tiene nada que ver con algo que no se pueda frenar, con un instinto imparable. No son animales, son personas que utilizan el poder que tienen para dominar de distintos modos a cuerpos que no son de varones hegemónicos”, explicó D'Alessio. 

¿Por qué hay que dejar de decir ‘crimen pasional, violación en manada o que los violadores son enfermos o animales’? “En caso contrario, implicaría que esa persona no es tan culpable de lo que pasó, que en realidad se trató de ‘una emoción violenta’, o que ella lo ‘provocó’, buscando el motor de esa acción que, desde lo humano, no se hubiera podido frenar. Esto es inexacto, falso y no nos ayuda a acercarnos a la solución del problema, sino que nos aleja de poder comprender las razones verdaderas, investigadas y con cifras de cómo esto ocurre”, indica la psicóloga.

Fuente: Télam

La violencia machista

Uno de los principales objetivos de la violencia es el de dominar. En este marco, es necesario ir a los cimientos del problema: el sistema patriarcal. Según un informe realizado por el Observatorio “Adriana Marisel Zambrano”, coordinado por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, en los primeros dos meses del año se registraron un total de 54 femicidios, entre ellos 2 trans-travesticidios, con una muerte cada 26 horas.

“Las dicotomías que se armaron en cuanto a lo masculino y a lo femenino incluyen un modelo para armar de dominación y subordinación. A partir de la modernidad, las sociedades occidentales organizaron al mundo de un modo jerárquico, asimétrico y totalmente binario, entonces, en base a esa lógica, solamente deberían haber mujeres cis y varones cis, es decir que se identifican con el género al que fueron asignados al nacer. A los varones se les explica que pueden dominar a las mujeres, y a las mujeres se les dice que tienen que defenderse, pero también que tienen que ser madres y esposas”, señala D'Alessio.

“Desde chicas nos dan un montón de tips cuando salimos a la calle, cuando vamos a un bar, te dicen que no te subas a un auto, que no tomes nada que no abran delante tuyo, y si te pasa algo gritá. Nos enseñan que el mundo es muy peligroso y que los varones hicieron ese mundo peligroso para nosotras. Pero, por otro lado, quienes terminan siendo víctimas son culpadas de haber provocado esa violencia o de no haberse cuidado lo suficiente”, agrega.

El pacto entre varones

Cada vez que un hecho de violencia de género se mediatiza, muchas personas alzan la voz para tratar de explicar una y otra vez que el asesinato y la violación son apenas la punta del iceberg de la violencia de género. En este contexto, la propuesta siempre incluye la invitación a preguntarse qué actitudes machistas tiene alguien en su vida, cuántas veces hicieron sentir incómodas a otras personas y en cuántas situaciones en las que estuvieron podrían haber actuado de diferente manera.

Al respecto, Andrés Arbit, creador de Privilegiados, un proyecto audiovisual ideado para hombres que nació a fines de 2018 y que fue motorizado por la primera marcha de Ni Una Menos del año 2015, señala: “A veces surge que las mujeres nos dicen que hablemos entre nosotros, y puedo decir que entre grupos de varones no tenemos idea cómo arrancar esa conversación”.

“La mayoría de los varones se desidentifican instantáneamente del violador, porque desidentificarse de estereotipos tan extremos es muy sencillo, pero lo que tenemos que empezar a hacer es comenzar a limpiar la lupa”, afirma.

En este punto, Arbit profundizó: “Cuando se pregunta si alguien rompió el consentimiento alguna vez, todos dicen que no, porque romper te lleva a la escena del varón violador en el callejón oscuro en Ciudad Gótica, entonces, hay que empezar a hablar de la erosión del consentimiento, ‘alguna vez tuviste alguna estrategia para conseguir algo que tu pareja ya te había dicho que no?’”.

“Cuando se dice que todos somos los violadores de Palermo, como buscando una autocrítica, mi sensación es que no se logra interpelación alguna en la tribuna masculina. Tenemos que pensar como todos los hombres estamos alimentando la cultura de la violación a fuerza de reproducción del status quo como lo conocemos”, añade el activista.

Por su parte, D'Alessio indica que “hay una conciencia individual, profunda y personal que tiene que estar convencida de que no podemos nunca jamás justificar ningún tipo de violencia sobre ningún tipo de persona” y sostiene que la llamada cultura de la violación es un concepto que se utiliza para explicar cómo la sociedad intenta hacer ejercicios de “separación” de estos hechos, como si la violencia sexual ocurriera de manera poco frecuente y en situaciones aisladas.

“La cultura de la violación está en todas partes de nuestra sociedad. Tiene que ver también mucho con el modo en el que hablamos. Hay una significación que queda pegada, hay una presión de grupo de pares para demostrar que sos potente, que sos macho, que te la bancás, y eso termina siendo en detrimento de todas las personas que están cerca”, sostuvo la psicóloga.

El club de la masculinidad y el miedo a ser asesinada

“Decimos ‘hablemos de esto entre varones’, pero ¿por qué no se hace? Porque hablar de estos temas te saca del club de la masculinidad. Las mujeres tienen miedo de ser violadas en la calle, los varones tenemos miedo de que nos saquen de un grupo de Whatsapp, sostuvo Arbit.

En este sentido, el documentalista afirmó que el pacto entre varones o la “corporación masculina”, como la nombran desde Privilegiados, se maneja con una serie de factores clave: “Si sos varón, heterosexual, cisgenero, proveedor, vas a sumar puntos, vas a estar siempre bien, pero cuando empezás a cuestionar, te podés empezar a quedar afuera”, asegura.

“Nos tenemos que animar a romper con la complicidad machista. Yo puedo decir ‘vamos por las nuevas masculinidades’ y parece que todo va avanzado, pero salís a la calle y se responde con la misma violencia”, concluyó.

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