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¿Cómo construir la felicidad?

Nos educaron para buscar la felicidad y no parar hasta encontrarla. Pero la experiencia nos dice que, como todas las cosas buenas, la felicidad requiere de trabajo y dedicación. En vez de buscarla, la felicidad hay que construirla.

¿Cómo construir la felicidad?

Nos educaron para buscar la felicidad y no parar hasta encontrarla. Pero hasta donde parece haber evidencia, la felicidad no se encuentra a la vuelta de la esquina. Al contrario, la experiencia nos dice que, como todas las cosas buenas, la felicidad requiere de trabajo y dedicación. En vez de buscarla, la felicidad hay que construirla. Para empezar este trabajo de construcción necesitamos fomentar algunas habilidades fundamentales.

La primera de ellas es el autoconocimiento. Conocernos a nosotros mismos, cómo son nuestros patrones de pensamiento y cómo funciona nuestro mundo emocional es un excelente puntapié inicial. Los pensamientos influyen en las emociones y a su vez, éstas son protagonistas de nuestra capacidad para ser felices. Algunos patrones de pensamiento son automáticos y nos conducen a emociones displacenteras. La única forma de desactivarlos es reconociéndolos y controlando sus efectos.

Por otro lado, las emociones a veces nos inundan y sentimos que no podemos dominarlas. Aunque queramos evitarlo, no nos queda más remedio que sucumbir a sus designios. La buena noticia es que el control emocional existe y para controlar a las emociones, hace falta reconocerlas, etiquetarlas y a partir de ahí, regularlas se vuelve casi natural. Nuestras relaciones mejoran con el manejo de las emociones tanto con los demás como con nosotros mismos. Se vuelve más sencillo lograr objetivos y cuando algo nos salga mal, porque no somos infalibles, daremos espacio a la resiliencia en vez de padecer sentimientos de fracaso que desgastan la autoestima.

La corteza del lóbulo frontal es la que nos ayuda a buscar y a lograr la felicidad. Está por detrás de la habilidad para conocernos mejor, de regular las emociones y de adaptarnos superando los desafíos que se nos presentan en el día a día. Nos ayuda a ser flexibles y a resolver problemas con creatividad, logrando ser mejores cada día.

El lóbulo frontal es también conocido como el “órgano de la civilización”. Nos permite vivir en sociedad teniendo en cuenta a los demás y a todas las normas que supone la vida con los otros. Por eso, va a estar implicado en la capacidad de ser empáticos en nuestras relaciones y con respecto a la sociedad en la que vivimos y ser capaces de atender generosamente a las necesidades de los demás. La presencia de generosidad en nuestras vidas activa al circuito cerebral del placer, incentivándonos a sentirnos cada vez mejor. Aunque parezca que para ser felices tenemos que pedir, lo que en realidad debemos hacer, es dar.

Esto no significa que debamos olvidarnos de nosotros. Ser generosos supone aplicar la generosidad a uno mismo. Ser conscientes de lo que queremos y organizarnos para obtenerlo con autonomía, planificar nuestros objetivos y adueñarnos de nuestra vida es fundamental para la construcción de la verdadera felicidad. Para perseguir nuestros sueños y alcanzarlos, hace falta tomar decisiones que nos conduzcan hacia donde verdaderamente queremos ir.

Por último, algo que no puede quedar afuera en la alquimia de la felicidad es la gratitud. Centrarnos en lo que tenemos y sentirnos agradecidos nos ayuda a adquirir una postura positiva ante la vida que se traslada también a otros dominios. El agradecimiento hace que cultivemos una mente positiva y seamos capaces de ir tras nuestros ideales y de adaptarnos a lo que nos depare el destino. Focalizar en lo que nos ofrece la vida nos lleva a liberar serotonina y dopamina, dos neurotransmisores que se asocian a la presencia de bienestar. Aunque crecimos bajo la consigna de que debemos luchar por lo que queremos, vale redefinir esta lucha de manera tal de que no nos quedemos pegados en lo que no tenemos, podamos agradecer lo que hay en nuestras vidas y poner la energía en lo que realmente vale la pena para crecer y ser mejores cada día.

Construir la propia felicidad requiere de entrenar el autoconocimiento, regular las propias emociones, actuar con empatía, ser generosos y agradecidos y buscar autonomía para alcanzar nuestras metas. Son habilidades que requieren de esfuerzo pero que pueden entrenarse. Podemos practicarlas intencionalmente hasta que se instalen en el repertorio de nuestros comportamientos. Una vez que lo logremos veremos cómo se automatizan, se vuelven inconscientes y empiezan a funcionar como una auténtica sinfonía que marca el ritmo y la coordinación que nos lleva a la auténtica felicidad.

* Gabriela Gonzalez Alemán Dra. en Genética del Comportamiento y fundadora de Brainpoints (MN 33343) Instagram: @brainpoints

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