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Ocho años después: ¿dónde están las feministas?

El femicidio de Chiara Páez fue un hito en la sociedad. La joven de 14 años embarazada y asesinada por su novio generó repudio y activó la marcha más imponente del mundo en contra de la violencia de género. Pasó casi una década, ¿qué cambió y qué sigue intacto? 

Ocho años después: ¿dónde están las feministas?
Chiara Páez fue asesinada el 9 de mayo de 2015 por su novio.

Ocho años pasaron desde que nuestro país entraba en los libros de historia como el lugar en donde se desencadenó una de las revueltas feministas más grandes del planeta. El asesinato de Chiara Páez marco un antes y un después en toda la sociedad y el movimiento creció con una fuerza exponencial, anclado a un hartazgo silenciado por décadas.

El 3 de junio de 2015 millones de mujeres y disidencias pegaron el grito en el cielo por el femicidio de la adolescente de 14 años, embarazada y enterrada en el patio de la casa de su ex. La vara estaba bajísima y la consigna era muy básica: “Paren de matarnos”, “Vivas nos queremos”.

En nuestro Código Penal la figura de femicidio aparece recién en el 2012 así que todo era nuevo y fresco. El cansancio por las violencias vividas se expresó en esa manifestación que superó expectativas y dejó en claro que las cosas tenían que cambiar. Así fue, la revuelta verde colmó calles de todo el país y la sociedad entró en una verborrágia feminista imparable. Todo el mundo hablaba de lo que estaba pasando con las mujeres.

Hitos de esta quinta ola

Si bien los derechos conquistados no datan sólo desde el 2015, luego de la explosión, las políticas públicas para la erradicación de la violencia se pusieron en acción y los movimientos feministas organizados activaron leyes que nos ubican como país de vanguardia: Ley de paridad, Ley Brisa, Ley Micaela,  Incorporación del acoso callejero como violencia de género, Cupo laboral trans, Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, entre otras.

No sólo fue un sacudón a nivel judicial, los medios de comunicación, los trabajos, los oficios, las familias y las amistades también se vieron hackeadas por una ola de reclamos que aún resiste.

El 2019 otro antes y un después: la sociedad pudo ubicar la cultura de la violación como uno de los grandes problemas. Cancelaciones, debates sociales enardecidos y un aumento de más del 200% en las líneas de denuncia por abusos sexuales nos ubicaron en donde estamos hoy.  

La sexualización de menores de edad en la cultura mainstream se repudia activamente así como las humoradas sexistas respecto a nuestras capacidades. Los abusos de poder ya no pasan desapercibidos y los protocolos de género se inventaron en lugares en donde la desprotección era total.

Cuidados equitativos, paternidades más presentes, partos respetados, lenguaje inclusivo, derechos sexuales y reproductivos, paridad de género en el cine, en la música, en los medios de comunicación, en el Congreso de la Nación, aborto legal, Educación Sexual Integral y millones de redes de mujeres que ponen el cuerpo en todos los rincones del país en donde el Estado hace agua. Estos y tantos otros logros conseguidos se afirman en la quinta ola feminista que arrasó con todo lo que pudo.   

¿Y AHORA? ¿NOS VEN?

Del 2015 hasta acá, un largo recorrido. La fuerza con la que se accionó en las calles disminuyó por la aplanadora de una inesperada pandemia, el agote mental de un país que está en una crisis económica profunda y el desinterés producto de la repeticiones de eslóganes que ya casi no significan nada.

Y si bien algunas cosas ya no son como antes, otras sí: cada 28 horas una mujer muere en manos de un varón violento. Desde que los femicidios se cuentan, se registraron 2554 y ese número parece no bajar. Depende del año, la cifra se modifica pero en parámetros generales es casi la misma.

Por otro lado, nueve de cada diez varones que tienen una perimetral dictada la rompen y el hogar continúa siendo, para quienes sufren de violencia, el lugar más inseguro.  

La justicia y las denuncias por abuso sexual tampoco tuvieron cambios significativos. La última Encuesta Nacional de Victimización, publicada por el INDEC (2017), indica que la tasa de “no denuncia” de los delitos de “ofensa sexual” es del 87%, uno de los registros más altos de todos los analizados.

De hecho, los datos oficiales del Ministerio de Seguridad de la Nación muestran que hay un incremento de este delito desde 2015 a la actualidad. Según el último informe, en 2020 se registraron 5.613 violaciones. El 80% de estos casos corresponde a víctimas femeninas y en sólo un 10% a hombres.

Los femicidios son la consecuencia de una escala de maltratos y discriminaciones y ese número, una posible muestra de la desigualdad estructural. Por lo que pueden detectar las organizaciones que se encargan de ponerle nombre y cifra, la cosa sigue más o menos igual que hace una década atrás pero con algunas grandes diferencias: la información ya está entre nosotres, ahora hay que ver qué hacemos con ella.     
 

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